Resulta hasta ofensivo que la consejera de Hacienda saliera ayer ante las cámaras pidiendo que se tenga en cuenta “el esfuerzo” que está haciendo la Ciudad Autónoma en esta pandemia. Esfuerzo el que está haciendo el sector privado, que a nadie se le olvide. Así que menos golpes de pecho desde el público, que si algún gremio del privado sale a la calle para protestar por la gestión realizada, no solo tiene todo el derecho del mundo, sino que, además, cada día que pasa tiene más razones El gremio de la hostelería de Melilla sale hoy a la calle para movilizarse contra la decisión de la Ciudad Autónoma de cerrar el sector por el auge de los contagios. Una medida muy dura que va ya camino de cuatro semanas de vigencia, sin que hasta ahora nadie del Gobierno haya sabido explicar con datos el porqué de esta decisión, en la que Melilla se convirtió en pionera en España, junto a Cataluña. Este periódico preguntó al consejero de Salud Pública, el día que anunció la medida, el 14 de octubre, si es que se había producido algún brote en bares, restaurantes, cafeterías o pubs que obligara a tomar una medida tan drástica. Mohamed Mohand no respondió con números, sino con generalidades: justificó la necesidad de adoptarla para reducir la transmisión comunitaria que se estaba dando en Melilla. Según su versión, eso impedía localizar los focos de contagio y trabajar en consecuencia, por lo que la forma de disminuir esa transmisión, dijo, era reduciendo los contactos, que son más frecuentes en los establecimientos de la hostelería “por nuestra forma de ser”. En los días sucesivos, cada vez que ha tenido que justificar la medida, ha manifestado que la hostelería es “un vector de contagio”, obviando que hay otras muchas actividades que también lo son y, sin embargo, se han mantenido.
Mañana se cumple un mes desde que la hostelería melillense recibió la orden de echar abajo la persiana y cesar su actividad. Aquel día, había en Melilla 661 casos activos de covid. Ahora son 1.754, casi el triple. Y aunque en los últimos días se está notando un leve descenso de los contagios, la pregunta del millón es cómo es posible que en otros lugares de España, donde la hostelería no ha cerrado, los casos hayan bajado mucho más de lo que lo están haciendo en Melilla. Un ejemplo clarísimo lo tenemos en Madrid, donde ha estado puesto el foco y, sin embargo, su incidencia acumulada en los últimos 14 días es de 332,23 casos. Es la cuarta más baja de España, está por debajo de la media nacional y se encuentra muy, muy lejos de los más de mil que tiene Melilla desde hace tres semanas.
Nadie puede negar que en Melilla los resultados son demasiado escasos o lentos para el enorme sacrificio realizado. Que se lo digan a los cientos de familias que dependen de la hostelería y no están recibiendo ingresos de ningún tipo porque no les dejan trabajar y las ayudas prometidas por el Gobierno no llegan. Las nuevas ni siquiera han sido aprobadas por Promesa, algo que previsiblemente sucederá hoy, un mes después del cierre. Las de la primera ola, muchos aún ni las han cobrado, ocho meses después del inicio de la pandemia.
No sorprende que eso ocurra cuando la administración, y no solo la de Melilla, se caracteriza por ser lenta. Un auténtico muro burocrático que no ayuda en nada, ni siquiera en momentos cruciales como este. La Ciudad Autónoma nos ha dado una nueva oportunidad para preguntarnos si realmente sirve para algo. Por eso resulta hasta ofensivo que la consejera de Hacienda saliera ayer ante las cámaras pidiendo que se tenga en cuenta “el esfuerzo” que está haciendo la Ciudad Autónoma en esta pandemia. Esfuerzo el que está haciendo el sector privado, que a nadie se le olvide. Así que menos golpes de pecho desde el público, que si algún gremio del privado sale a la calle para protestar por la gestión realizada, no solo tiene todo el derecho del mundo, sino que, además, cada día que pasa tiene más razones.
