Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
Logo de Melilla hoy

Carta del Editor

El silencio de los corderos

Hace unos días volví a ver “El silencio de los corderos” (basada en “The silence of the lambs”, novela del estadounidense Thomas Harris, publicada en 1988), película estrenada en 1991, rodada con un presupuesto bajo y que consiguió un gran éxito económico, además de cinco oscars, dos de ellos para sus principales intérpretes, Jodi Foster, una joven agente del FBI en prácticas, y Anthony Hopkins, un genial psiquiatra y cruel asesino caníbal. La agente es encargada de hablar con Hannibal Lecter (Hopkins) en prisión, para intentar que le ayude en la captura de un asesino activo, conocido como Búfalo Bill, que asesina a mujeres y hombres a los que va calificando con los pecados capitales: ira, codicia, lujuria, envidia, orgullo, pereza y gula.

Hannibal Lecter (o Lester) consigue que la joven agente le confiese cuál es su gran drama, de la infancia, claro. El drama fue cómo vio, en una granja perdida de parientes que la acogieron, que se iba asesinando cruelmente a los corderos de la granja, incluido uno con el que ella cargó intentando huir y salvarlo, sin conseguirlo. Los corderos, como en ellos es habitual, estaban en silencio -el silencio de los corderos-, no se resistían y solo empezaron a gritar, angustiosamente, cuando los iban sacrificando, cuando ya no había solución. Me recordó algo cercano esa pasividad que termina en drama. Me recordó a nuestra España y a nuestra Melilla.

Empecemos por España. ¿No es matar España que estemos gobernados por un Gobierno sostenido por Iglesias, el comunismo venezolano; Junqueras, el separatismo de los que consideran a los españoles seres inferiores; Otegui, el jefe etarra de Bildu, partido que declara abiertamente que van “a Madrid, para tumbar el régimen”, o sea, al Estado que se apoya en ellos? ¿No es ilegítimo que tengamos a un presidente del Gobierno que mintió durante las elecciones -no podría dormir él, ni podríamos hacerlo los españoles con un gobierno en el que estuviera el comunista Iglesias- y sigue mintiendo ahora, como lo demuestran sus recientes declaraciones, chulescas, insistiendo una y mil veces en que jamás pactaría con Bildu?
Sigamos por Melilla. ¿Qué podemos hacer con un gobierno presidido por un tránsfuga real, que fue el que logró el cambio de gobierno para instalar a uno nuevo, repleto de incompetentes, que, aunque pueda parecer casi imposible, ha hecho no solo bueno sino casi maravilloso al longevo gobierno anterior? ¿No es ilegítimo, aunque sea legal, este gobierno que hunde en la ruina a Melilla?
Leo todos los días varios periódicos. El viernes leí un gran artículo, estremecedor y, por desgracia, realista. Lo escribió, en ABC, Ignacio Sánchez Cámara y el título es una sucinta definición de lo que nos está pasando: “La agonía de España”. “No toda agonía acaba en muerte”, escribe el autor del artículo, “pero sí la mayoría”. Estamos, añade, “ante la reedición, irresponsable y culpable, del Frente Popular… estamos muy cerca de febrero del 36, aunque eso no significa que nos espere julio del 36. Es improbable, pero no imposible… Estamos ante un proyecto totalitario socialcomunista y separatista…Y las víctimas (como los corderos que yo mencionaba antes) apenas exhiben unas vagas y lastimosas protestas… El totalitarismo es la mentira… No hay concordia sin libertad, ni libertad sin concordia… España agoniza. Confiemos en que no muera”. Pero con vagas y lastimosas protestas, como dice Ignacio Sánchez, o con el silencio propio de los corderos, como señalo yo, nuestra agonía cada vez está más cerca de terminar en muerte.

Hay, sobran datos que lo demuestran, suficientes razones para concluir que con estos dos gobiernos, el nacional y el local, es imposible salir de la terrible situación en la que nos encontramos y se producirá -además de la muerte de muchos españoles, como ya está ocurriendo- la muerte de España como tal país y como país democrático y libre, además de la muerte de Melilla como ciudad española, a la que nos estamos acercando con prisa y sin pausa. La única solución es que estos dos gobiernos, el nacional y el local, dejen de malgobernar y eso solo lo podemos conseguir los ciudadanos, protestando en las calles, en los medios de comunicación, manifestándonos, votando, actuando, hablando en público y en privado. No como corderos silenciosos. Sin miedo a unos poderes totalitarios, ineficaces y, en buena medida, corrompidos, que nos tienen en la agonía y nos conducen a la muerte como país, como ciudad e incluso a la muerte personal, porque, además, vivir sin libertad es morir.

Recordemos, y sigamos, a Winston Churchill y su famoso discurso de mayo de 1940, que cambió el rumbo de la II Guerra Mundial: “Lucharemos. Llegaremos hasta el final. Lucharemos en los campos, en las calles (en todos los sitios) ¡Nunca nos rendiremos!”. Así, sin rendirse, salvó a Inglaterra del totalitarismo y después, con la intervención de Estados Unidos, al mundo, de la opresión totalitaria, nazi y comunista, de la falta de libertad totalitaria, en la que ahora España -y con ella Melilla- nos encontramos.

Posdata
Los hosteleros tienen razón al protestar y manifestarse contra el Gobierno local, como debería hacer la Confederación de Empresarios de Melilla. Se equivocan cuando reculan y se callan. Extraña que se extrañen de las promesas gubernamentales incumplidas. Efectivamente: el hombre es el único animal capaz de tropezar varias veces con la misma piedra.

Loading

Más información

Scroll al inicio

¿Todavía no eres Premium?

Disfruta de todas
las ventajas de ser
Premium por 1€