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Felicidades, campeón

Antonio Caparrós Vida (profesor de Filosofía, fundador del Grupo de Teatro Arrabal de Melilla y actor)

Estimados lectores: en febrero del 2019 escribí el presente artículo en Melilla Hoy:
"El niño y el mal
Que el mal social existe parece una evidencia incontrovertible. Sus caras son múltiples y se presentan habitualmente como circunstancias aplastantes que tienden a destruir a las personas nacidas libres, dignas y, por lo tanto, merecedoras de respeto. A mi parecer, una de estas caras es el prejuicio que, cuando se ejerce sobre las inclinaciones afectivas y estéticas de un niño (o de una niña) adquiere la forma de terrible crueldad y, en tal caso, es nuestra obligación moral amparar y garantizar los derechos a la autonomía e independencia de nuestros hijos e hijas. Pero ya no como célula social, familia, sino como cuerpo colectivo que valoramos y defendemos ese monumental progreso ético por el que se distingue Occidente de otras civilizaciones menos tolerantes y respetuosas con los Derechos Humanos.
Que un niño guste vestir el atuendo que, hasta el momento, se adscribe en exclusiva a las bailarinas de ballet no debería ser motivo de escarnio, mofa y befa hacia una criatura que no entiende (por su edad e inocencia) de esos prejuicios alienantes vigentes, de esos nefastos juicios discriminatorios. Antes bien, deberíamos saludar en él su despertar, a través de aspectos externos (el atuendo propio de las chicas de ballet) de un sentimiento artístico interior que quiere desarrollarse sin trabas, sin impedimentos, que quiere mostrarse y realizarse siguiendo, tal vez, esa voz interior que Ortega y Gasset denominaba vocación.

Si un niño (o niña) se siente atraído por estéticas adscritas tradicionalmente al otro sexo no veamos en él a un degenerado, desviado… Veamos más bien a un incipiente artista a quien hay que ayudar a crecer en su arte.

No "matemos" a los niños, no les impongamos nuestros gustos, nuestros sentires; eso podría destruirlos convirtiéndolos en frustrados infelices y desgraciados.

Respetemos los sentimientos estéticos de los niños, esos potenciales artistas."
Han pasado casi dos años y hoy sólo me apetece decir: ¡Felicidades, campeón!

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