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MI EXPERIENCIA CON EL CORONAVIRUS

Carta de agradecimiento a la atención recibida en el Hospital de Melilla, mi hospital

En la vida, siempre llegan momentos que te enfrentan a la misma en una situación más o menos crítica. En esos momentos, estar rodeado de los que te quieren; de los que saben; de los que siempre se dejan el alma en sus cometidos; de los que te aprecian y ruegan por ti y de Dios en mi caso porque soy creyente profundo, en conjunto todo ello puede contribuir a que la batalla por dar de resultado final victorioso o en sentido inverso, solo sea el último paso en nuestra reunión con nuestros ancestros y la luz de Él.
Recientemente yo he vivido esta liza frente a un enemigo poderoso, el coronavirus de Wuhan, que la verdad me da igual de donde sea. Reconozco que, en la reciente tesitura, la lucha ha sido muy igualada. Hoy estoy contento porque he tenido todo el tiempo a los mejores. Mi agradecimiento es por ello, infinito e intemporal a todos.

La lista es larga pero no quiero dejar sin nombrar expresamente a los principales protagonistas de mi caso, de aquellos que puedo recordar por sus nombres. Todos han sido de una profesionalidad, cariño, capacidad y eficacia, simplemente superiores.

El núcleo duro de este equipo empieza por el medico que termino salvándome la vida literalmente, Don Javier Alonso, especialista en cuidados intensivos, creo que formado en Sevilla y cuyas acciones me han mantenido en esta vida a pesar de una parada cardíaca y un episodio de Cor pulmonar agudo sobrevenido en el momento de la intubación salvadora (según me contó el mismo y no estoy muy seguro de que necesitara saberlo con tantos detalles). Consiguieron recuperarme y eso debe ser equivalente a extraerte, como en la película "Interstellar”, del borde u horizonte de sucesos de un agujero negro. Imagino que Dios nuestro señor también se implicó algo. De una u otra manera, consiguieron no dejarme ir de allí, aunque después hice insuficiencia renal y necesidad de hemofiltración, y por ello llevo algunos hematomas por aquí o por allí en mis tejidos blandos, que deben ser casi todos, je je.

He de reconocer que recuerdo el miedo que tenía antes de ese hecho, la asfixia progresiva, la sensación de trabajo respiratorio intenso a pesar de las altas concentraciones de Oxígeno inspirado que difícilmente mantenían las saturaciones en situación de viabilidad. Pero ahí terminaron todos los recuerdos. Todo el episodio de mi infección por el famoso virus se inició con dolor de garganta y febrícula el día 6 de octubre y una PCR que me hicieron al día siguiente lo confirmó.

Ni luz blanca, ni salida de mi cuerpo ni imagen astral, ni verme desde fuera, ni nada de eso. Mi amnesia es absoluta de mi periodo de intubación. Quizás debiera tener mi alma muy pegada a mi carne si eso pudiera estar teológicamente bien expresado.

La UCI está viviendo esta crisis coronavírica con intensidad de trabajo desbordante. Demasiados pacientes críticos con distrés asociado por SARS-Cov2 complican sobremanera la atención a todos estos pacientes, por más disciplina o buen hacer que tenga el conjunto de la Unidad. Todo el equipo es muy profesional. Pero mencionaré expresamente a algunos que puedo recordar con claridad.

El licenciado Sufian, es un especialista en formación que con las rotaciones que corresponda terminara siendo otro intensivista, que buena falta nos hace, y donde he visto potencialidad para un gran profesional a medio plazo en nuestra ciudad por sus capacidades, aptitud con P y actitud con C, que es la que maravilla. Reconozco que como residente de Familia de nuestro hospital y yo como cirujano hasta ahora en activo, hemos tenido "discrepancias" clínicas que siempre se ha resuelto dentro de la concordia. El proceso suele ser un "le falta de todo a este paciente”, espetado por mi… y un "operalo ya proteston" de Sufian, pero que al final siempre hemos llegado a la situación de consenso. Y a veces soy de los que se quejan y digo "no compro" como expresión de 'no me hago cargo' de cuadros pluripatológicos, muy anodinos y lejanos a un claro diagnóstico quirúrgico más o menos emergente.

Los intensivistas no crecen en las higueras, y renunciar a él, me parecería simplemente pensamiento débil derivativo, siempre que obviamente él quiera asumir esas responsabilidades. La atención primaria es una actividad que precisa menos musculatura en general, gracias a dios.

El Dr. Mohamed Benazzouz es otro compañero super cualificado, cariñoso, que solicita constantemente las opiniones de sus colaboradores y equipo de enfermería y auxiliares como buen facultativo, que se fía de sus compañeros de equipo. Ahora lo conozco mejor y es el primero que recuerdo tras despertar y preguntarme si estaba despierto o aun me sentía deletéreo. Es la primera imagen de mi reanimación, y ellos sabrán cuantos días estuve dormido.

El Dr. Alberto Levy, es otro gran profesional con múltiples batallas ganadas en mil gateras a la muerte. Su dedicación a la organización nacional de trasplantes es de años. Mi agradecimiento a él, como parte del equipo al completo. El jefe actual el Dr. Santiago Villanueva, es el jefe equilibrado de la Unidad y gran gestor de situaciones críticas y explorador aventurero en sus años más jóvenes, incluyendo la Antártida, creo, que verdaderamente ve mi caso de recuperación como “cuasi” milagroso.

El Dr. “Pancho” Ríos, buen compañero, es de mi generación, y con quien suelo llevar bien nuestra valoración de situaciones quirúrgicas críticas del servicio. Recuerdo una noche de mi estancia en uci, y estando el de guardia, que, en mi habitual crisis de miedo a la muerte, de repente, (no diré súbita por cursi) y con situación de alta demanda médica, llamé a la internista de guardia (ya tenía mi teléfono móvil) porque no aparecía y mis piernas eran columnas llenas de agua y sentía empeorar mi capacidad respiratoria, y que terminaron solucionándose con seguril. Es que estaba en otra uci con otro nuevo caso. No se puede estar en 2 sitios a la vez, eso está claro.

A todos les doy gracias infinitas y mi admiración por siempre
Y al personal de enfermería y auxiliares de esta unidad de Cuidados Intensivos, que son todas extraordinarias, y en particular a mi Ana Sánchez y Laura Berruezo, cuya madre tiene los mismos apellidos que yo, rara curiosidad. La primera, me adjudico las imágenes de la virgen milagrosa que revisaba cada vez que me curaban. Laura fue muy útil para contactar con mi familia desde esa mazmorra de la UCI, la 6, donde me encontraba dormitando y según mis cuidadores, con alucinaciones por medicaciones.

No recuerdo los nombres de los restantes miembros del equipo de enfermería y auxiliares, pero todos son muy importantes para mí. Que fueran vestidos de buzo según protocolo de tratamiento de pacientes covid positivo, dificulta la identificación de estos de cualquier manera. El pensamiento confuso y a veces alucinatorio, como he podido comprobar posteriormente era falso, ayudan a explicar que no pueda nombrarlos a todos. El contenido alucinatorio que yo he creído real es parte de otra historia, cercana a la ciencia ficción o sobrenatural, que quizás pegue mejor en programas como “Cuarto Milenio” Je, Je.

Las enfermeras y auxiliares me curaban en mi box de uci. Su cariño, su cuidado por mi cuerpo averiado, sus atenciones y su dedicación a darme esos primeros alimentos después de suspender la intubación, que recuerdo me parecían celestiales y exquisitos, nunca los olvidaré. Mi profundo agradecimiento a su profesionalidad, devoción y eficacia a todas, y todos, porque también hay hombres cuyo nombre averigüe después.

Quiero recordar a mi ángel de la guarda de la "luz amarilla o naranja” …cuando una madrugada, a eso de las 4 como pude averiguar después, todo negro y oscuro, y yo insomne en crisis de pánico o angustia por un ruido desconocido, empecé a golpear con una jeringa que me servía para beber agua, para que alguien viniera a aliviar mis angustias. Apareció este hombre después de un buen rato de liarla yo. Me regaño sobremanera y discutió conmigo, medio grogui por sedantes imagino, pero al final entendió que quisiera esa luz y mi crisis de pánico, y él me la coloco y tuve siempre en adelante en las horas nocturnas. También resolvió el ruido, que se trataba del nivel de agua humidificadora para mi válvula respiradora nasal en el periodo de recuperación. Al final averigüe su nombre, Don Salvador Hernández que se portó profesionalmente y con empatía y que tampoco olvidaré.

También haré especial mención de otro trabajador sanitario formidable, el enfermero, que me parece casi medico, por su experiencia y conocimientos y años de dedicación a la UCI y todos los enfermos críticos que por allí transitan, casi todos entre esta vida y la otra, y que estuvo con el Dr. Javier Alonso cuando toco intubarme, Don Jesús Cortes Carmona. Su experiencia y pericia en cuidados es un valor añadido para nuestra UCI imprescindible.

Dios los proteja a todos de esta plaga
Hay que reconocer que el valor de nuestra UCI es superior y lo demuestran andando en marcha legionaria a diario, sin prisas, pero sin pausas y gran diligencia. Mi agradecimiento para siempre a todos desde el primero al último.

Quiero agradecer también a mis compañeros de trabajo en el equipo de Cirugía de nuestro centro, al que pertenezco, sus atenciones, preocupaciones y en especial por mi jefe el Dr. Ramón Alonso Guillen, que ha vivido al minuto los momentos críticos de mi devenir y su extraordinaria preocupación con todos los fundamentos. Mi compañera la cirujana Dra. Rocío Santos, se esforzó y me trajo ya en planta un surtido de frutas y
¡Jamón!, de calidad que creo han sido útiles para recuperar el musculo que he perdido. El Dr. Fuad Bumedien me trajo una mañana muy temprano una chocolatina de kínder que nunca había probado y me pareció néctar de los dioses después de tantos días de comida sosa diabética. El mismo Dr. Alonso me consiguió algo imposible de obtener en la farmacia de nuestro centro: un anticongestivo nasal, Utabon, que aún tengo en casa. Cuando uno está con gafas nasales de oxígeno, agradece tener ambas coanas nasales disponibles para el mismo, si duermes de un lado u otro con cierta frecuencia nocturna. Al Dr. Aberchan he de agradecer el gran favor que le debo, de gestionar el ingreso de mi esposa en planta cuando bajé de UCI, en mi propia habitación. Él también ha pasado casi como yo esta enfermedad, con varios casos en la familia, algunos también de cierta gravedad.

Sin mi esposa a mi lado, no sabría como habría transcurrido mi estancia solitaria en una habitación COVID en cirugía. Ella ha sido mi soporte, mi alma y mi vida, para las mil atenciones y déficits de sueño que le he producido por mi incapacidad para valerme por mí mismo en casi todo. Cuando bajé de UCI comprobé que no tenía piernas, al menos funcionalmente. Se preciso un polipasto para poder bajarme al sillón en días posteriores o volverme a subir a la cama.

Varios de mis pacientes del Pie del Diabético e Integridad Cutánea, sé que han estado preguntando por mí, como el señor Ouassani y el señor Francisco José (Paco Pepe) Pérez Esteban, ambos pacientes los llevo viendo desde hace años.

Mi amiga desde hace muchos años María Dolores Muñoz Martin, “Lely” para los amigos y conocidos se ha desvivido por mí, ha rezado y me ha conseguido una cama moderna y de gran calidad y escasas, en planta gracias a sus contactos con Samia, enfermera de cirugía, que ha sido otro de mis enfermeras favoritas de cirugía. Sus diligencias y llamadas telefónicas me han allanado detalles que me hicieron mas confortable la estancia. A ambas os quiero además de admiraros. La silla de ruedas que utilizo ahora me la ha conseguido Lely.

Yo en general me considero algo taciturno y realmente hasta las 10 de la mañana o más en mi actividad habitual antes de este episodio, incluso parezco parkinsoniano y de pocos gestos y algunos murmuran que es que soy “maleducado”. Pues estoy impresionado y reconozco las muchas personas que se han interesado o preocupado o rezado o rogado por mi salud sin tenerlo en cuenta.

Mi agradecimiento por todo es tan grande, que no sé cómo, compensar todos los favores recibidos y los cuidados exquisitos. Quiero también agradecer a la Dra. Antonia Vázquez de la Villa, directora gerente de este hospital por sus esfuerzos en recabar y diligenciar las mejores atenciones hacia mi persona, en uci, en planta, y en la rehabilitación motora, con el fin de sacar este cuerpo mío atrofiado y sin fuerzas a la vida y deambulando nuevamente.

Tanto el facultativo rehabilitador, Dr. Jorge Moreno, como los 2 fisioterapeutas Juan Salvador Pleguezuelos y Sandra Ramos Sáez, que me han atendido desde el lunes 9 de noviembre hasta mi alta hospitalaria el 20 han logrado cosas que yo pensaba serían más lentas o imposibles y que han llenado de ilusión mi futuro a medio plazo.

El lunes 9 de noviembre no tenía piernas y el viernes conseguí ponerme de pie 3 veces y durante varios minutos, con ayuda de los fisioterapeutas. La ilusión es un componente imprescindible de esta recuperación motora, junto con el dolor físico y la fuerza de voluntad. Y los dolores y algias por todo el cuerpo son constantes y no paran de recordarme que estuve cercano al fin, y por ello renuncio a quejarme y los sufro con indulgencia.

Y ahora quiero en este último bloque de agradecimientos, incluir el periodo de mi estancia en planta desde el miércoles 4 de noviembre hasta el alta.

Quiero reconocer que llevo trabajando en esta planta de cirugía desde 1990 cuando llegue a esta ciudad como cirujano joven, formado en el ahora Hospital Regional Universitario Carlos Haya de Málaga, no he tenido una experiencia del personal como esta con los trabajadores de mi servicio, que dependen en la organización sanitaria de nosotros y nuestras decisiones medicas guía. Me asombra el desconocimiento de las vidas de todos ellos, de sus problemas y alegrías, así como de las corrientes de interrelación entre ellos mismos y sus superiores y los conflictos surgidos por la invasión de pacientes covid + en toda la planta. Su disciplina y atenciones hacia mi como paciente han sido extraordinariamente cálidas, profesionales y cariñosas.

Todos, enfermería, auxiliares y celadores, de mi planta de cirugía, en cuya habitación 123, he estado ingresado junto a mi mujer, (que como ya he explicado ha ayudado junto al personal en muchas de las cargas y tareas que yo originaba en el seno de mi incapacidad global importante), han tenido que trabajar fuerte conmigo. Apreciar y reconocer la capacidad de trato humano, profesionalidad y conocimiento de todas las que han pasado por mi habitación, es una obligación y un placer por mi parte.

Nombrare algunas, pero todas son indistinguibles en su eficacia. La auxiliar Marina Gómez, menudita pero ciclópea y fuerte, que maneja como Dios el polipasto para subirme o bajarme de la cama, mi peso muerto, que al principio no podía sostener. Es un encanto de mujer, cariñosa y profesional, que ha resuelto múltiples problemillas puntuales de un paciente ingresado. Entre ellos evitar mi congelación por el aire acondicionado que al parecer no puede modularse de forma individual por habitaciones y ella se esforzó por tapar con unos suapeles y apósitos las rejillas de nuestra habitación. Quizás me halla salvado de una neumonía, je je, con mi garganta muy sufrida de los días de intubación, y mi faringe frágil también por vecindad.

La enfermera Estefanía Saavedra hermana de nuestro compañero médico de urgencias; el enfermero Ayoub igual cogiendo vías, La enfermera Alina con su apellido ucraniano acento de Córdoba y voz de pito; el enfermero Miguel, la ya comentada Samia, conseguidora de mi cama premium y otras muchas que creo que he llegado a conocer en este ingreso, y de los que no tenía consciencia real hasta ahora.

Todos y todas me han puteado a ratos con pinchazos varios: Destrostix mañana y tarde antes de desayuno y cena. Coger vías cada vez que una se perdía; ponerme el fondaparinux diario, 2 dosis de 2,5, por haberse agotado la de 5 miligramos en 1 solo vial. Mi riesgo trombogénico es máximo por mi peso, prolongada inmovilidad y probable largo periodo hasta pueda movilizarme por completo, que el internista decidió cambiarme a este anticoagulante por el alto riesgo de trastornos plaquetarios con los clásicos bemiparina o enoxaparina. También coger constantes 3 veces diarias, medir diuresis, y atender a mis llamadas por dolor de cabeza o malestar general, a veces en la madrugada. Bromas aparte, son todos extraordinarios. Nunca aceptaron ordenes o sugerencias de un médico /paciente, y conseguir la pauta C de insulinización tuve que arreglarlo con el Dr. Armando Fernández.

Ahora hablare de mis compañeros de medicina interna que me han atendido en todos estos días, todos ellos de una capacidad profesional indiscutible.

Me recibió en planta el Internista Dr. Juan Ramón Domínguez Vincent, que creo acertó al cambiar de bemiparina a fondaparinux después de casi un mes de profilaxis alta, por la probable necesidad de tener que llevarlo mucho tiempo.

En días posteriores se hizo cargo de mi el especialista principal de mi proceso, el Dr. Francisco Sánchez, neumólogo, gran profesional, taciturno como es habitual en él y que ha llevado todo el proceso y al final realizo mi informe de alta. Se ha preocupado de investigar la cita para estudio de apnea del sueño posterior y de forma ambulatoria, y citarme para las revisiones y radiografías posteriores.

Mientras el Dr. Francisco Sánchez estaba de permiso, se hizo cargo de mi seguimiento el Dr. Armando Fernández, internista como el primero, y que reconozco me ha llevado tan bien como los previos. Lo tuve que convencer de que un diabético tipo II como yo, ya insulinizado previamente y con tratamiento corticoide intensivo, precisa una Pauta “C” de protocolo de tratamiento insulínico. Todos ellos tienen mi agradecimiento por su trabajo con mi persona.

En fin, pendiente de una evolución y rehabilitación progresiva, que me temo llevara meses, andando con andador ortopédico, con dificultad en esfuerzos mínimos, agradecer a todo el sistema público sanitario de esta Ciudad Autónoma de Melilla, incluyendo el director provincial al que considero amigo y buen nefrólogo, el Dr. Omar Haouari, con el que llevo años trabajando, y que también se ha preocupado y hablado conmigo telefónicamente interesándose por mi recuperación.

También por todos aquellos que rogaron por mi salud, o simplemente rezaron, que sé han sido muchos. Tenemos un sistema de mucho valor añadido. Hay que conseguir mantenerlo, que las plazas de cobertura temporal sean cubiertas y que la interinidad o temporalidad no supere el 15 % de las plantillas. Que mantengamos uno de los sistemas de formación de especialistas mas brillante del mundo y completo, que implica tener formaciones de entre 10 o 12 años para poder detentar un título cualificatorio, que no se obtienen por el PPO, ni ciencia infusa, ni en países con sistemas de formación dudosos.

A todos, de mi familia y los míos, agradecimientos profundos a este sistema sanitario, que con todas sus luces y sombras que pudieran tener, es importantísimo para nuestro tipo de vida y estado de bienestar en Melilla.

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