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Carta del Editor

La prensa en papel

Buscar incunables es una frase que se lee mucho y que, en general, no se sabe bien lo que significa, ni cual es el origen de tal frase. Incunable, palabra de origen griego, significa infancia, y se utiliza para los libros impresos en la “infancia” de la imprenta, es decir, durante el año 1500.

La imprenta moderna se inventó en 1440, y el invento, tras no pocas discusiones y disputas empresariales, se atribuyó a Gutenberg. Mucho antes, en el año 440 a.C., los romanos ya tuvieron sellos que imprimían sobre arcilla. Hasta 1440 los libros se difundían mediante copias escritas a mano, por amanuenses muchos de ellos frailes, que en muchos casos no sabían ni leer ni escribir, lo cual les evitaba la posibilidad de incurrir en herejías al copiar libros sagrados. También Gutenberg empezó tratando, y consiguiendo, imprimir Biblias, de las que en la actualidad se conservan muy pocas (en España, concretamente, dos, una en Burgos y la otra en Sevilla).

Muy probablemente ningún invento ha tenido tanta influencia en el ser humano como la creación de la imprenta, la máquina que cambió el mundo, según la célebre frase. Y eso fue lo que hizo, especialmente desde que la iglesia y las monarquías absolutas perdieron el poder de controlar absolutamente todo lo que se imprimía, con la consecuencia de que la difusión de las ideas corrieron, especialmente, por toda Europa y, entre otras cosas positivas, la alfabetización se multiplicó. La imprenta, en suma, supuso la revolución más importante contra los poderes absolutos, al permitir la extensión del conocimiento.

Todo eso consiguió la ahora, por algunos, minusvalorada impresión en papel, durante siglos basada en el invento de Gutenberg, después en la linotipia (Ottmar Mergenthaler, en 1885) y ahora más en la impresión digital, como es el caso de este periódico.

Los libros electrónicos y las redes sociales han vuelto a ampliar el campo de la información, y también el de la prensa de papel, que ha entrado en una evidente nueva etapa competitiva, en la que ha perdido algunas cosas, como la batalla por la inmediatez, y ha consolidado otras, como la valoración de su credibilidad. La prensa de papel tiene mayor credibilidad que los periódicos digitales, según se recoge en la encuesta de GAD3 y la Fundación Axa, realizada para el foro independiente de debate “Periodismo 2030”.

Y no solo es credibilidad. También la prensa escrita es vista como líder en detalle, rigurosidad y prestigio. “Prevalece el nombre de la cabecera, que es la que avala rigor y veracidad”, escribe José Gabriel González Arias, director general de la Asociación de Editores de Diarios Independientes, en su Libro Blanco de la Prensa Diaria, y añade “razón por la que el periódico clásico seguirá siendo muchos años más el centro del negocio editorial”.

Hoy hay políticos ligeros que, entusiasmados por la rapidez y la ligereza de los tweets, creen que la prensa escrita se ha convertido en algo relativamente secundario y sustituible, con resultados electorales para ellos desastrosos.

El último y notorio ejemplo de las malas consecuencias políticas, electorales, de tales ideas lo ofrece el ya casi ex presidente de los Estados Unidos de América, Donald Trump. Su desprecio a la prensa escrita, a lo profundo y duradero, le ha costado la presidencia y ahora ya tiene que empezar a admitir que, si se certifica en diciembre la victoria de Biden, abandonará sin resistencia la Casa Blanca y el próximo 20 de enero tendría lugar la solemne ceremonia del traspaso de poderes.

Un último apunte de tipo personal. Yo tengo varios miles de libros en papel, la mayoría leídos, otros miles todavía sin leer. También tengo muchos libros electrónicos, no contados. Sigo prefiriendo leer, y leyendo y subrayando, los de papel, antes que los digitales.

Posdata
Se siguen desarrollando, cuando escribo esta Carta, las jornadas del Plan Estratégico de Melilla 2029, para casi los próximos diez años, nada menos. Organizada por la sociedad pública Promesa, con buena intención, partió de la base de un error fundamental: el de ignorar los estudios del mismo tipo que ya se han hecho -algunos públicos, incluso- en Melilla, entre ellos el de la Sociedad para el Desarrollo de Melilla, que yo presido. Y el resultado de las jornadas está siendo bastante pobre.

Para muestra un botón: “Los expertos alertan del papel de Marruecos a la hora de que Melilla entre o no en la unión aduanera europea”, era el titular del artículo de Jesús Andújar que publicamos el viernes. Si nuestro futuro depende o está condicionado por lo que haga Marruecos, cuyo objetivo es que desaparezcamos como ciudad española, estamos perdidos. Sobran “expertos” y pérdidas de tiempo y de dinero en jornadas de planes estratégicos de este tipo.

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