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MUCHO MÁS QUE SOLO BICI

Matar a un ruiseñor

Los sonidos forman parte indivisible de nuestras vidas. No podríamos adivinar ningún escenario donde estuviéramos ausentes de toda vibración acústica, pues sería muy difícil de lograr, incluso exigiéndonos el mayor de nuestros esfuerzos. Proponer que nuestras vidas se desarrollasen carentes de este permanente compañero no sería razonable, aunque sí lo haga en la forma que tiene de restarnos nuestra salud, pues el ruido y esto es una certeza matemática: “mata”.
El ruido (sonido indeseable) se nos presenta como uno de los problemas ambientales y de salud pública más relevantes. Su indudable dimensión social contribuye en gran medida a ello, ya que cualquier tipo de actividad humana se encuentra relacionada con él. Su vigilancia, por lo tanto, se hace muy necesaria.
Muchos son los estudios y sentencias que se manifiestan en esta línea y que hoy tendremos la oportunidad de exponer a raíz de las cifras que compartiremos, señalando los efectos tanto sanitarios, como económicos o incluso de vidas malogradas, para así conseguir, al menos durante unos minutos, llamar su atención sobre esta problemática ambiental que nos afecta a todos.
El último informe presentado a finales del año pasado por el Observatorio Salud y Medio Ambiente DKV Seguros-GAES, en colaboración con la Fundación Ecología y Desarrollo (Ecodes), afirmaba que el exceso continuado de decibelios incrementa en un 6,6% la mortalidad por causas cardiovasculares en mayores de 65 años y un 4% por causas respiratorias. Son numerosos los estudios experimentales y epidemiológicos que subrayan los efectos del ruido en la salud. Algunos indican incluso que los europeos pierden hasta 1,6 millones de años de vida saludable, teniendo en cuenta las muertes prematuras y el deterioro de la calidad de vida.
Se estima que cerca del 20% de la UE (casi 80 millones de personas), sufren niveles de ruido por encima de valores considerados “saludables”, cifras que los expertos consideran inaceptables.
Tanto la OMS, que señala al ruido como una cuestión importante de salud ambiental, como Childrens Enviromentand Health, que declara en su objetivo regional prioritario que los niños deberían ser protegidos a la exposición de ruidos nocivos en cualquier lugar, muestran una gran preocupación en estos términos.
Pregúntense entonces, ¿qué hacen los responsables públicos al respecto? Si la Directiva Europea 2002/49/EC 2002 obliga a las administraciones no solo a evaluar y gestionar el ruido, sino que tienen la obligación de establecer planes para controlar y reducir los efectos nocivos de la exposición al mismo.

En Melilla
En nuestra ciudad, en el año 2014, se cumplió con el primer apartado del párrafo anterior. Es decir, a golpe de talonario (se pagaron 32.450,08 euros). Esto fue algo sencillo de realizar en aquel entonces. Sin embargo, lo más “complicado” de gestionar en ese cumplimiento de la normativa vigente (controlar y reducir) aún a día de hoy, está muy lejos de ser una realidad, aún a pesar del RD nombrado anteriormente.
Después de algunos años, demasiados a mi parecer, “seguimos expectantes”, y más tras la añadida actualización de la Zonificación Acústica (05/12/2017), a la que esta directiva obligaba y que, a efectos prácticos, que son los que nos interesan, sigue guardada en un cajón, de la que yo tengo una humilde copia y que les comentaré si me permiten, a continuación.
En este trabajo medioambiental y de salud pública, se establece de forma concluyente en lo relativo a las “Zonas de Potencial Incompatibilidad” (el término no puede ser más eufemístico), que las calles residenciales localizadas en c/ Azucena, c/General Villalba, Ctra. Alfonso XII, Explanada Álvarez Claro, c/ Querol, Avd. Marías Pineda, c/ Cerro de San Lorenzo, Avd. Infanta Cristina, Callejón Cándido Lobera, Avd. Duquesa Victoria, c/ Músico Granados, Avd. de la Marina Española, c/ Horcas Coloradas, Crta. Cañada Hidúm, Ctra. Frahana, soportan un nivel de ruido de 10 decibelios por encima de los valores máximos recomendados por la Normativa Europea, por lo que se recomienda un estudio en profundidad del ruido en dichas zonas. Creo que esta frase necesita una reflexión: “¿cuándo se dejarán de estudiar los problemas y se comenzará de forma valiente a poner en práctica las medidas que sabemos todos son necesarias?”
Especial atención merece el siguiente apartado de dicho estudio, donde se establecen las Zonas Afectadas con Sensibilidad Acústica Alta – sanitarias, docentes, cultural o residencial, según el RD 1038/2012, dictado a raíz de la sentencia del TS, por el que no deben de superarse los objetivos de calidad acústica aplicable a sus áreas colindantes, Avd. Europa, Avd. General Macías, Ctra. Del Aeropuerto, y que a efectos prácticos no se cumple.
En resumen, los “valores máximos” en dB (decibelios) permitidos por la OMS, en lo referente a la salud pública, establecen cifras nunca superiores a 55db de media durante 24 h y donde en las zonas de especial protección deberán de ser estas cifras incluso inferiores.
Los valores cuantificados en el primer Mapa de Ruidos de la CAM establecen cifras como poco muy preocupantes con valores de 55/65/75 dB (decibelios), donde 14.178/8.054/132 viviendas son afectadas con 46.744/26.555/434 personas viviendo en ellas, cifras todas ellas alarmantes, que tiene la obligación de conocer toda la ciudadanía y que deberían de saber todos los grupos políticos.
Si se preguntan quién es el responsable de que se perpetúe esta pandemia sanitaria, les diré que el tráfico rodado, pues es responsable al 97% de todo el ruido que se produce en nuestra ciudad.
El ruido originado por el tráfico se origina tanto por las revoluciones del motor como por la velocidad, la motorización, su mecánica, el tipo de neumáticos, la calidad del asfalto, los sistemas de reductores de velocidad, los escapes modificados, la aerodinámica, su antigüedad, el mantenimiento del mismo (ITV) y otros de menor calado.
Podemos señalar que a velocidades superiores a 60km/h, el ruido del contacto con el suelo excede al ruido del motor, claro está, en vehículos no modificados por su dueño en lo referente a los escapes de las motocicletas y ciclomotores que en estos años se han convertido por la “autocomplacencia de las autoridades públicas”, en “todo un exponente acústico, de lo que no hay que permitir”.
La legislación establece valores máximos de 65 dB durante el día, 65dB por la tarde y 55 dB como valor medio nocturno, en zonas de suelo residencial, aunque en lo referente a zonas sanitario, docente y cultural son los valores de 60, 60, 50 dB los que quedan fijados. También se establece que las zonas urbanizadas con posterioridad a la entrada en vigor del Real Decreto 1367/2007 de 19 de Octubre, tendrá objetivos de calidad acústica 5dB más restrictivos que los indicados anteriormente. Seguimos hablando de salud, gasto sanitario, sufrimiento humano, distanciamiento social, deshumanización del entorno urbano, etc.
Si hacemos caso a estos estudios, es razonable afirmar que “el tráfico rodado nos enferma”, afectando a unos 45 colegios (más de 30.000 escolares), con valores superiores a 55dB”.
En los distintos estudios a nivel nacional el tráfico ocupa el 80% en las estadísticas de ruido en las distintas ciudades españolas. Sin embargo, en la nuestra podríamos afirmar que es “casi” el único “irresponsable”.
Los políticos deberían saber que la percepción de los problemas ambientales más importantes en el ámbito local andaluz es el ruido, el cual ocupa el primer lugar, por delante de la suciedad de las calles (problemática tratada en el Art. “Basura cachimba y botellón y otras penalidades del montón”, en este mismo periódico).
La contaminación acústica afecta a nuestra salud de muchas y variadas formas; es responsable de numerosas consecuencias psicológicas, físicas, sociales y económicas:
Malestar y estrés, Trastornos del sueño, Pérdida de atención, Dificultad de comunicación, Pérdida de oído, Afecciones cardiovasculares, Retraso escolar, Conductas agresivas, Dificultad de convivencia, Costes sanitarios, Baja productividad, Accidentes laborales, Pérdida de valor de los inmuebles, Ciudades inhóspitas, Retraso económico y social.
En esta amalgama de cifras y letras, debo señalar aquellas obras “esporádicas” que de manera regular se repiten sin descanso, donde cortes de piedra, utilización de maquinaria pesada, sopladoras y otros “cachivaches” se emplean sin ninguna protección para nadie, en esa “molestia aparentemente temporal”, donde el polvo fino y los áridos de todo tipo se desplazan por el aire acompañadas de un inseparable ruido estridente y donde estas “conductas” son observables en cualquier rincón de nuestra ciudad.
El ruido urbano es un mal endémico de las ciudades modernas. Este hace tiempo que deshumanizó nuestro espacio de convivencia, desplazándolo pues, apoyado en nuestra indiferencia, fagotizó cualquier proceso de relación social, amputando estas del interior de los barrios, donde el coche se ha hecho su dueño absoluto.
El gobierno anterior fue responsable en su totalidad del atropello urbanístico en la zona de Urb. Miró, donde se nos vendió “una mejora del tráfico”, pagando el alto coste sanitario que sufrimos en la actualidad, donde el ruido, la inseguridad vial y la contaminación de los miles de coches que la atraviesan nos procuran un atentado físico constante.
El desdoblamiento de Alfonso XIII a través de Urb. Miró es un claro ejemplo de inutilidad política y de una nefasta gestión pública. Esa “mejora” es en realidad una ofensa permanente a nuestra salud y a nuestra inteligencia.
Donde solo pasaban unos pocos coches de los propios residentes en la zona, ahora, tras su “mejora”, circulan miles a cualquier velocidad y hora. El ruido en la Avd. de las Tres Mujeres es tal que “se hace desagradable permanecer en la calle”.
Elegí este título en referencia a la eliminación del canto de las aves, donde el silencio del que se nos priva desnaturaliza nuestra percepción del medio natural, al igual que desaparece el canto del ruiseñor, en ese abuso permanente del vehículo privado. Ahora que los espacios peatonales comienzan a asomar en nuestra ciudad, comenzamos a ser conscientes de cómo suena una calle, cuando la vida “útil” (humanización del espacio urbano), hace presa en ella.

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