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CARTA DEL EDITOR

Reestructurar la estructura productiva de Melilla

Change: cambio. Chance: oportunidad

El gobierno local debe apoyar, antes de que termine su mandato, lo que era su lema electoral: el cambio. No un cambio de personas, sino un cambio de ciudad “Es curioso, pero nunca he visto a nadie de los que dicen que imprimir dinero crea riqueza aceptar bolívares venezolanos, liras turcas o pesos argentinos como medio de pago de sus charlas cuando van a contarlo a esos países (el bolívar se ha hundido tanto que no cabe en una tabla -anexa)”. Lo escribe ese genio de la economía que es Juan Ramón Rallo, más que muy probablemente teniendo en mente la experiencia próxima del ex presidente español José Luis Rodríguez Zapatero, cuyos ingresos, en dólares o euros -jamás en bolívares, pesos o liras turcas- solo podrían comparase con la magnitud de la catástrofe económica y politica que padecen los tres países que siguen sus consejos. O con la catástrofe económica y política que padeció España tras su paso por la presidencia de nuestro país.
Es el mismo Juan Ramon Rallo el que escribió en el periódico digital Libre Mercado un gran artículo sobre “EL mito del gasto social en los países nórdicos”, Dinamarca, Suecia o Finlandia. Distingue Rallo entre cifras de gasto social brutas y netas (una vez deducidos los impuestos a las prestaciones sociales, que en los países nórdicos son muy superiores a las de España), lo que prácticamente iguala el porcentaje del gasto social español al de los países nórdicos. Si en lugar de Suecia nos fijamos en Suiza -concluye Rallo- “comprobaremos que su gasto social asciende al 21,5% del PIB, casi tres puntos menos que España. Y su renta per cápita es un 75% superior a la nuestra. Ese es el verdadero modelo a imitar”.
Si en vez de fijarnos en la pujante economía de un país pequeño, como Suiza, lo hacemos en la mayor economía del planeta, los Estados Unidos de América, también hay cifras de carácter general muy significativas: el gasto público en los EEUU es el 35,1% del Producto Interior Bruto; en España, el 41,7%, con el agravante de que el PIB norteamericano es 16 veces mayor que el español.
Decía Francisco Bohórquez en su artículo del jueves que nos hallamos ante “una oportunidad muy buena para reestructurar la estructura productiva de nuestro país”. Y de nuestra ciudad muy especialmente, añado yo. La estructura productiva de nuestra ciudad, es evidente, ha saltado por los aires. O por las cerradas fronteras con Marruecos, si se prefiere.
Estamos ante la oportunidad y la necesidad de crear una estructura productiva melillense muy diferente y para eso es muy importante que el actual gobierno local, que ostenta desde hace ya año y medio el poder, consiga una estabilidad que le permita ayudar a lograr, antes de que termine su mandato, lo que era su lema electoral: el cambio. No un cambio de personas, sino un cambio de ciudad. Un cambio que debe empezar por ser de tipo económico, por ayudar, en vez de entorpecer, a que en lo que hoy es oscuridad se atisbe la luz, que en donde ahora hay pobreza se pueda lograr riqueza, que en donde hay tristeza y resignación haya posibilidad de alegría y esperanza. Nadie dice, yo tampoco, que ese cambio de ciudad sea fácil, pero sí es posible y, sobre todo, es necesario intentarlo, sin esperar que pasen, con más pena que gloria, esos dos años y medio de mandato que le quedan al actual gobierno.
La postura de la oposición -11 escaños en la Asamblea, 10 del PP, el partido local más votado, y 1 de Vox, que son muchos escaños- también es importante. Dado que la perspectiva de un cambio de gobierno es, a estas fechas, prácticamente nula, la política de la oposición durante dos años y medio no debe ser la de obstaculización permanente al Gobierno, sino la de apoyar como prioridad el logro de ese cambio de estructura económica que Melilla precisa. El PP no es, como muchos creen y aunque lo pueda parecer, “el partido de Imbroda”, aunque el peso del ex presidente sea muy grande en el PP de Melilla. Además, estoy convencido -y tengo ya mucha experiencia como para asegurarlo- que Juanjo Imbroda estará más dispuesto y priorizará el ayudar a salvar Melilla antes que a intentar volver a la presidencia. Él es inteligente y es melillense. Y se da cuenta de que ser presidente de una ciudad muerta es mucho menos importante que salvar a la ciudad moribunda.
No me gusta hablar de mí mismo, pero hay momentos históricos en los que percibo que tengo la obligación moral de ayudar a que nuestra ciudad se salve, porque, como mi experiencia y mi situación me demuestran, puedo ayudar a conseguir cosas que otros no pueden conseguir. Y eso es lo que estoy intentando hacer: intentar ayudar a iniciar una nueva etapa, empezando por la reestructuración económica, que salve a Melilla.

Posdata
Sobre los Presupuestos de Melilla, a punto de ser aprobados. Independientemente del corto plazo de tiempo para su discusión, un aspecto importante pero no esencial, que haya subido tanto el presupuesto público es comprensible en tiempos de pandemia, aunque aumentar la deuda bancaria es crear adicionales problemas futuros. Pero lo más importante es el uso que se vaya a hacer de esos más de 300 millones de euros que el Presupuesto recoge y concretamente de los 45 millones de euros de aumento de la deuda con los bancos. Si, como los críticos ya me han hecho llegar, gran parte de las inversiones se dedican a oficinas y servicios públicos, en vez de a ayudar a los empresarios y que así se cree empleo productivo, esa necesaria reconstrucción económica que es imprescindible en Melilla no se producirá. Hay todavía tiempo, aunque poco, para ajustar este Presupuesto -Aberchán ya ha manifestado que pretende hacerlo-, para cumplir lo pactado, para lograr estabilidad y para poner el acento en la inversión productiva.

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Enrique Bohórquez López-Dóriga

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