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La estatua de Franco

Parece que la estatua de Franco en Melilla tiene los días contados y será celebrado en todo el país por quienes han pedido de manera incesante su retirada. Cabrá preguntarse entonces por qué tanto ruido con la estatua de Melilla, precisamente, porque esta no es la última que hay en España aunque se le haya dado ese «título» El año de la pandemia podría ser también el que ponga fin a la permanencia de la estatua de Franco en la vía pública melillense. La Asamblea lo debatirá próximamente y será entonces cuando asistiremos al debate y a la votación, de la misma manera que, en los años 70, se decidió su fabricación e instalación.
La postura de los principales partidos ya es conocida por todos porque se ha hablado mucho sobre esa estatua, dentro y fuera de Melilla. Especialmente, desde fuera, porque en Melilla, a decir verdad, hay bastante pasotismo en general en torno a ella, quizá por el hecho de que lleve puesta frente al puerto más de 40 años. Hasta tal punto, que Coalición por Melilla y el Partido Socialista, que llevan un año y medio en el Gobierno, aún no la han retirado pese a pedirlo de manera insistente cuando estaban en la oposición.
Gloria Rojas excusó esa tardanza hace unos días diciendo que, en tiempos de pandemia, lo primero es la salud. Evidentemente. Pero la crisis del coronavirus empezó cuando el Gobierno llevaba andando nueve meses y, en ese tiempo, nada se movió en torno a la estatua. Sigue allí, a los pies de Melilla la Vieja, en el mismo sitio donde la dejaron en 2005, después de unas obras en su sitio originario, unos metros más allá, en la Avenida General Macías.
Ahora, 15 años después, podríamos asistir a otro movimiento de la estatua, esta vez para no ponerla en ningún sitio de la vía pública de Melilla. Presumiblemente, saldrá adelante la propuesta de su retirada, porque ya fue aprobada en el Consejo de Gobierno. Pero tendremos oportunidad de conocer la postura de los dos escaños solitarios que apuntalan la suma de cepemistas y socialistas: Eduardo de Castro, el presidente, que no se ha posicionado públicamente sobre la estatua de Franco, y Jesús Delgado Aboy, el exlíder de Vox y recién nombrado consejero de Coalición por Melilla en Promesa.
Difícil equilibrio para Delgado en este tema espinoso para él, que sí ha defendido en público la estatua de Franco, haciéndose fotos en ella y difundiéndolas cuando era presidente de Vox. Veremos en la Asamblea, dentro de poco, si sigue opinando lo mismo. Aunque tampoco descarten su ausencia en el pleno para no contrariar a sus nuevos compañeros de viaje.
Sea como fuere, parece que la estatua de Franco en Melilla tiene los días contados y será celebrado en todo el país por quienes han pedido de manera incesante su retirada. Cabrá preguntarse entonces por qué tanto ruido con la estatua de Melilla, precisamente, porque esta no es la última que hay en España aunque se le haya dado ese «título». En Santa Cruz de Tenerife hay otra, más grande y en forma de fuente, pero no genera tanta polémica como la de Melilla, que ha sido mantenida hasta ahora por su papel como comandante de la Legión en un momento difícil que pudo haber puesto fin a la españolidad de Melilla en 1921. Esa falta de interés por otros monumentos en otros puntos del país, a diferencia del que ha habido históricamente con el de Melilla, denota que aquí podría haber otro interés más allá de la Ley de Memoria Histórica.

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