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Carta del Editor

El año en que nos convirtieron en zombis

La propaganda falaz como sustituto de la gestión

Adiós, mal año, adiós. Este 2020 que hoy termina deja malos recuerdos y muchas muertes, casi 78.000, presuntamente evitables, pero no evitadas. Nos convirtieron en zombis y predominaron la desolación, la tristeza y la pobreza. Y nos lleva a una conclusión: así no debemos seguir.
“De verdad que nunca pasa nada cuando se cometen atropellos? Claro que pasa, pero ni siquiera sus protagonistas lo saben”, era el editorial del diario ABC del lunes. Así no debemos seguir, así la montaña de arena terminará por derrumbarse. Pero así sí podemos seguir, si no reaccionamos, si no cambiamos, empezando por los partidos políticos y muy especialmente por el que está gobernando, el PSOE, que debería mutar del socialcomunismo actual a la socialdemocracia de antaño.

El año 2020 fue el año en que bajamos la cabeza. “Por el miedo admitimos que el Estado se tomara unas atribuciones que, en cualquier otra circunstancia, habríamos resistido con denuedo. Que nos encerraran en nuestras casas, que nos prohibieran vernos, que nos encerraran en nuestras ciudades, que nos rompieran los trabajos, que nos encerraran en nuestros países, que nos forzaran a vivir enmascarados, a no vernos las caras”. No lo digo yo, lo dice Martín Caparrós en el muy progre diario El País. Y yo lo suscribo. Hemos aguantado demasiado, nos han machacado con lo políticamente correcto y hemos renunciado a la valentía de ser distintos, de pensar de otro modo. De ahí la tristeza y la pobreza, inevitables en un país sometido al Leviatán omnipotente.

Siempre nos queda, a modo de esperanza, lo que nos dicen a veces los extranjeros hispanistas: “Incluso en plena pandemia, España me parece un milagro y una inspiración “, escribe James Rhodes en El País Semanal del domingo pasado. Que así sea. Bueno es recordar que fue en el Cádiz de las Cortes de 1810 donde los términos heredados de “reino” y “monarquía” fueron sustituidos por “nación, patria y pueblo”.

Nos han convertido en zombis, pero no solo a las personas, también a nuestras empresas. ¿Qué es una compañía zombi?, nos preguntan. La que intenta sobrevivir, a duras penas, a base de endeudamiento. O sea, casi todas las compañías españolas, en estos socialcomunistas tiempos.

Pero, dado que existo, pienso. Y se me ocurre pensar en el llamado “moralismo legal” -si es legal, es moral- y en el llamado “argumento del agente leal”, el que cumple lo que su gobierno o su partido le ordena, con lo que se fomenta que las personas se conviertan en zombis morales. Martin Luther King lo resumió muy bien: “Jamás deberíamos olvidar que todo lo que hizo Hitler en Alemania fue legal y que todo lo que hicieron los guerrilleros húngaros en Hungría fue ilegal”.

En un orden menor y más melillense: ¿cómo puede considerarse legal lo que algunos empleados y enchufados públicos hacen, en la super prepotente Hacienda, en los injustificables y/o mal explicados cierres de la hostelería, en el retraso de los pagos de los ERTE, etc., etc.? O, dicho de otra manera y contemplado desde la óptica filosófica, deberíamos tener, al menos, la libertad de pensar, de decir y de escribir lo que nos plazca, aunque no tengamos la libertad de actuar como nos plazca. Así quizás conseguiríamos que no siga aumentando nuestra triste cultura de la conformidad, porque si las verdades se suprimen, por temor a la ofensa o por lo que sea, se producirán daños reales, sin opción disponible para minimizar el riesgo, como decía John Stuart Mill. En esa situación nos encontramos.

Los daños del coronavirus no cesan. Como me gusta mucho el ajedrez me ha llamado la atención que el virus también ha terminado con la vida de la madre del gran campeón de ajedrez Gary Kaspárov, un genio que aprendió el movimiento de las fichas a los 4 años, que ganó partidas “imposibles” -a Karpov, el favorito del sistema soviético, por ejemplo- tanto en el tablero de juego como en la batalla política -aspiró a ser presidente de su país, fue encarcelado y finalmente se exilió a Estados Unidos. Para Gary su madre, de la que tomó el apellido, fue su consejera, su sustento, su amiga. “Más de la mitad de mis títulos se los debo a ella”, declaró el campeón tras la muerte de su madre, “mi modelo de conducta y la persona más fuerte que jamás conoceré”.

En el terreno personal, revisando libros en la biblioteca de mi casa de Madrid, abrí uno de los que todavía no he leído -Shantaram, del ex convicto australiano Gregory David Roberts- que me regaló uno de mis hijos, hace más de trece años, con la siguiente dedicatoria: “Ser padre es muy difícil, ser un gran padre lo es aún más. Tú lo has conseguido”. Es un gran recuerdo para mantenerlo y despedir así un año tan triste como este que hoy acaba, con mi especial deseo de que 2021 sea bueno para todos los melillenses.

Posdata
A pesar de lo que Pedro Sánchez nos pretende hacer creer y de sus mentiras para tratar de encubrir la tragedia en la que nos encontramos, conviene insistir en que no ha sido él quien ha descubierto la vacuna anticovid, ni el que la ha traído a España -a pesar de lo que puedan indicar los carteles adheridos a las cajas de las vacunas-, ni el que pone las vacunas, ni el que las paga. Los gobiernos no pagan nada, tampoco las vacunas. Las pagamos nosotros, los ciudadanos. Los gobiernos y los gobernantes viven de lo que les pagamos, no al revés.

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