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Libertad económica

El colapso de China

De acuerdo con un artículo de Pew Research Center, los países ven a China con peores ojos debido a su manejo de la crisis del Covid-19. De hecho, la mayoría de los adultos en los 14 países encuestados expresan una imagen negativa sobre el país asiático. Además, de media, el 61% de los adultos de estos países critica el manejo de la crisis del coronavirus hecho por China.
El régimen chino, alabado por muchos y visto por otros tantos como el futuro, puede no ser tan sólido como nos lo pintan. Primero, es importante entender que toda la información que se maneja o sale del país es controlada por el Partido Comunista.

Como muestra David Shambaugh en el New York Times, predecir el colapso de un sistema autoritario es muy complicado. El colapso de la URSS y otros países comunistas del este de Europa fue previsto por muy pocos, y aquellos que lo preveían fueron tachados de anticomunistas, hasta que finalmente ocurrió.

Es arriesgado hablar del colapso del régimen chino actual, pero hay claros indicios que muestran su decadencia. El primero es que las élites chinas tienen ya medio pie fuera del país. De hecho, de acuerdo con el Shangai’s Hurun Research Institute, que estudia a los ricos del país asiático, el 64% de personas con alto patrimonio neto habían emigrado o tenían pensado hacerlo. Las élites chinas están enviando a sus hijos a estudiar fuera en cifras récord (una muestra de la calidad del sistema de enseñanza chino). Por experiencia propia puedo decir que las universidades americanas están llenas de ciudadanos chinos. Además, se han descubierto negocios multimillonarios en Southern California que permitían a mujeres chinas viajar, tener a sus hijos en Estados Unidos y volver a su país con hijos con nacionalidad norteamericana. Aquellos con altos patrimonios están comprando propiedades y aparcando sus activos financieros fuera del país a niveles nunca antes vistos.

Cuando las élites del país, y más teniendo en cuenta que en muchos casos son miembros del propio Partido Comunista, buscan refugio fuera del país, podemos entender que la confianza en el régimen y en el futuro del país cada vez es menor.

Segundo, la represión desde la llegada de Xi en 2012 ha aumentado considerablemente. El Partido Comunista ha puesto la lupa sobre la prensa, las redes sociales, las películas, el arte y la literatura, los grupos religios, el internet y los intelectuales. Además, con la orden conocida como Documento No. 9, se ha reforzado la represión dentro del partido contra cualquier tipo de apoyo a los conocidos como valores universales del oeste (democracia constitucional, libertad de prensa, liberalismo, etc). El aumento en la represión de las libertades individuales puede ser un síntoma de preocupación.

Tercero, la corrupción impregna la sociedad china en su conjunto. Si bien es cierto que la campaña anticorrupción de Xi es la más severa y mantenida en el tiempo, el problema está precisamente radicado en la naturaleza del sistema (partido único, redes clientelares, una economía sin transparencia, control de los medios de comunicación y la ausencia del imperio de la ley).

Finalmente, la economía china está atrapada en una serie de “trampas sistémicas” de las que es muy complicado salir. Cualquier medida que fomente el crecimiento o la innovación, la “la destrucción creativa”, será bloqueada por los grupos de interés (empresas públicas y dirigentes políticos). Y esto ocurrirá porque uno de los efectos de la destrucción creativa es precisamente el cambio en la estructura de la economía. Una estructura a la que los grupos de interés, buscando preservar sus intereses, y siendo a la vez personas con mucha influencia política, se aferrarán con todo lo que tengan.

En cuanto a los datos económicos que vienen de China es importante dejar claro un par de cosas. Si bien se anuncia que China pasará a ser la primera economía mundial en los próximos años, eso solo quiere decir que el PIB chino será el más elevado del mundo. Poco mérito tiene cuando su población supera en 1.000 millones de personas a la actual primera economía del mundo. Cuando hablamos de PIB, lo lógico es hablar de PIB per cápita. El PIB per cápita con paridad de poder adquisitivo estadounidense es todavía tres veces superior al chino. Y eso tomando por ciertas las cifras de PIB que llegan desde China, unas cifras que se estima están infladas en un 12%, según Brookings Institutions.
¿Por qué existe esta brecha? Lo primero, en China no hay organismos independientes que revisen las cifras diariamente, como en el caso de Estados Unidos. Además, existe un claro incentivo por parte de los gobiernos locales de presentar unas cifras consistentes con los planes del Ejecutivo central. Según los investigadores de Bloomberg Economics, los datos se inflan ante los intentos de los funcionarios provinciales para justificar ascensos en la administración. El sistema funciona de la siguiente manera: el Ejecutivo central fija unas cifras de crecimiento del PIB, y los funcionarios provinciales se aseguran de producir lo que sea con tal de llegar a esas cifras. Si no se llega, se recurre a la manipulación de datos para justificar ascensos en la administración.

El PIB no está motivado por el consumo, como en los países occidentales, sino con lo que el Gobierno establece independientemente del consumo. Es decir, se produce independientemente de si se necesita o no. El objetivo es única y exclusivamente llegar a unas cifras de producción predeterminadas. No sorprende, por tanto, que más del 20% del parque inmobiliario chino esté actualmente sin ocupar.

El problema de producir por producir es que los recursos del país se desperdician, no solo en construir y financiar construcciones o producción que no se acaban utilizando (y no destinándolos a proyectos necesarios y que la sociedad valore), sino en mantener esos conglomerados, empresas públicas o gobernadas por grupos de interés con influencia política, que no se mantienen por el valor que generan para la sociedad, sino por las conexiones políticas e influencia. La solución pasaría por renovar el sistema desde dentro, algo imposible debido precisamente a los intereses que tienen estos mismos grupos de interés que controlan el país, en mantener sus privilegios.

Como mencionaba anteriormente, es muy complicado prever el colapso de un sistema autoritario, pero hay muchos indicios que muestran que, como ha pasado en el resto de países con sistemas parecidos, acabará cayendo.

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