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Carta del Editor

Sobre autónomos y la amenaza de Marruecos

Dicen que el inglés se ha convertido en el idioma internacional de los negocios porque reduce el número de palabras necesarias para comunicar algo. No sé si esa ha sido la causa o el efecto derivado de la importancia económica de varios países de habla inglesa, con los Estados Unidos a la cabeza, pero alguna influencia ha debido tener la brevedad -lo bueno, si breve, dos veces bueno, escribió Baltasar Gracián- en la expansión del inglés.
Volviendo el martes pasado a Melilla desde Madrid en el avión de Binter, leí en la parte de atrás del asiento delantero una “info-covid”: “Follow cough etiquette”, tres palabras en inglés, y la misma frase en español, “Cúbrase la boca con el brazo para toser”, ocho palabras. Mejor explicado, sin duda, pero mucho más largo, y ya se sabe que el tiempo es oro, especialmente en “estos” tiempos tan agitados y cambiantes.

Pero lo que no cambia es el desprecio del Gobierno hacia los autónomos. En España hay más de 3,2 millones de autónomos, de trabajadores por cuenta propia, maltratados por el Gobierno socialcomunista durante la pandemia. Se les ha tratado, y se les sigue tratando con un desdén increíble. Ni siquiera se les exoneró del pago de la cuota para la seguridad social, aunque fueran positivos en covid. No se les escucha, se les maltrata y en 2021 les van a subir las cuotas y van a tener que pagar entre 36 y 144 euros más, una auténtica barbaridad en las presentes circunstancias. Para afrentarles más, incluso se ha reducido la subvención para el fomento del trabajo que recibía la Asociación de Trabajadores Autónomos (ATA), que reúne más del 50% del colectivo y que se financia con las cuotas que sus afiliados pagan, lo que les proporciona una independencia intolerable, al parecer, para el Gobierno.

Un editorial de El Mundo, el pasado 5 de enero, resumía así la situación: “El maltrato al autónomo sigue el esquema paradigmático que el PSOE estableció durante 40 años en Andalucía: regar con dinero público a los afines para convertirlos en apesebrados y cortar el grifo a quien trabaja por el bien general sin acoplarse a los intereses de los que gobiernan”.

En Melilla hay, oficialmente, más de 4.000 autónomos. Tal y como está la economía de la ciudad, ese número debería crecer, porque es a través de esa vía la única manera en la que la economía de nuestra ciudad puede tener futuro. Pero si a los nuevos autónomos se les martiriza con trabas burocráticas, cuotas elevadas y crecientes y desprecios varios, esa vía se cerrará o continuarán las vías ilegales. Lo mismo que si persiste el empeño de forzar en los juzgados a convertir los buenos autónomos, trabajadores por cuenta propia, en malos y no deseados trabajadores por cuenta ajena a cargo de empresas que no pueden soportar más cargas y a las que así se les condena a muerte.

Sabemos que la economía española, y muy especialmente la melillense, está pasando por malos momentos, pero no habíamos visto, hasta ahora, que la solución a esos generalizados problemas económicos pasara por cobrar por el uso de lo que no es tuyo, como intenta hacer el actual director general de Deportes de la Ciudad Autónoma de Melilla, Alfonso Gómez, conocido popularmente como “Sito”.

He repasado, por tener una perspectiva histórica más amplia, el famoso libro de Joseph A. Schumpeter, terminado en 1950, “Diez grandes economistas: de Marx a Keynes”, pasando, además de Marx y Keynes, por Bohm-Bawerk, Walras, Menger, Marshall, Pareto, Taussons, Fisher y Mitchell. En ninguno de los diez economistas he observado esa teoría de intentar cobrar por el uso de lo que no es de uno, como hace aquí, en Melilla, ese empleado público, “Sito” de sobrenombre, quizás futuro gran economista, si su insólita teoría económica prospera.

Lo grave, en este caso, no es solo lo extravagante de la teoría de intentar cobrar a los ciudadanos, mediante documento público firmado, por el uso de lo que no te pertenece, sino que desde la Administración Pública un empleado, de alto sueldo y escaso resultado, trate a los ciudadanos con semejante desprecio, abundando en esa sensación que producen tantos empleados públicos de que los ciudadanos -que son los que les pagamos- estamos y debemos de estar a su servicio, en vez de al contrario. E incurriendo, quizás, en prevaricación. Ya veremos. Y ya está bien de aguantar tanto.

Posdata
“Marruecos: la amenaza. Su guerra de baja cota contra España”, es un libro publicado en 2005, escrito por León Klein, periodista y escritor especializado en política internacional. El presidente español por aquel entonces era Rodríguez Zapatero, quien, según Klein, “pertenece a ese tipo de gente denunciada por Lenin que trenza la cuerda con la que lo van a ahorcar”. El mensaje oficial del gobierno de entonces, como el de ahora, es que Marruecos es “un país amigo”, “pero el análisis de la realidad dice otra cosa”, señala Klein. Volveré sobre este libro, pero ahora resalto dos de sus frases: “Hoy, una parte sustancial y mayoritaria del Islam marroquí está fuera del control de la Casa Real” y “Marruecos está exportando diariamente miles de kilos de hachís y de inmigrantes ilegales, mantiene la espada de Damocles sobre Ceuta y Melilla y el Magreb se ha convertido en el principal exportador de terroristas a la Unión Europea”

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