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El gobierno del reino de Marruecos: ¿socio fiable o amenaza constante?

Decía Mohandas (alma grande) Gandhi, el indio universal, maestro de la desobediencia civil no violenta, que si hay un idiota en el poder es porque quienes lo eligieron están bien representados.

Nuestro actual ministro del Interior, el juez Grande Marlaska -ahora rebautizado como “Pequeño Marlaska” por sus adversarios políticos y parte de la prensa- aseguraba el miércoles que “Marruecos y España son socios fiables con una lealtad importante”. No quiso entrar Marlaska -grande o pequeño- en lo de la constantemente repetida reivindicación del gobierno marroquí sobre las dos ciudades españolas del Norte de Africa, Ceuta y Melilla, ni sobre el resultado de las “consultas” a las que fue llamada, desde el Ministerio español de Exteriores, la embajadora marroquí en nuestro país.
El ministro-juez fue interpelado, en su comparecencia pública, por la Reunión de Alto Nivel (RAN), reunión de pomposo nombre que, según todos los indicios y antecedentes, el reino de Marruecos canceló en diciembre como reacción a que España no se sumara claramente a la entrega a Marruecos de lo que fuera el Sahara español y a las habitualmente inoportunas declaraciones del comunista segundo vicepresidente de nuestro país, Pablo Iglesias. Marlaska escurrió el bulto y no contestó, porque, dijo, ese era un tema del Ministerio de Exteriores, un área en la que España cada vez tiene menos peso en el mundo.

Pero Marlaska sí señaló que “Ceuta y Melilla son una prioridad para el Gobierno de España” y puso como curioso ejemplo “las obras que se están desarrollando en el puesto fronterizo y el perímetro”. No hizo mención alguna al cierre de la aduana impuesto por Marruecos, ese “socio fiable con una lealtad importante”, algo que nuestro ministro ve, aunque la inmensa mayoría de los españoles, y muy especialmente los melillenses y ceutíes, no somos capaces de tan siquiera vislumbrar.

No se trata de averiguar ahora si hay algunos o muchos idiotas en nuestro Gobierno o si los españoles somos más o menos idiotas a la hora de votar. La frase de que cada país tiene, en democracia, el Gobierno que se merece, es generalmente aceptada. Pero lo que sí es evidente es que con frecuencia los políticos dicen una cosa -como eso de que Marruecos es un socio fiable con una lealtad importante- y los ciudadanos, junto con los hechos, demuestran lo contrario. Títulos en libros como “Marruecos: la amenaza. Su guerra de baja cota contra España”, de León Klein, o “La última guerra con Marruecos: Ceuta y Melilla”, de Domingo del Pino, quizás resumen mejor lo que opinan muchos españoles que las palabras del político Marlaska. Y esa distancia, esas diferencias de criterio entre representantes políticos y representados ciudadanos es muy peligrosa. Para los ciudadanos españoles y especialmente para ceutíes y melillenses, en este caso.

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