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Vacunarse o no, no puede ser la cuestión

La aceptación de vacunarse frente al COVID va ganando cuota entre nuestra población, mientras que en septiembre los decididos a vacunarse eran un tercio de los españoles-otro tercio eran reticentes a ello, y el tercio restante la rechazaba-, en diciembre pasado la encuesta del C.I.S. arrojaba el dato de que un 28% se negaba, el resto de los encuestados la aceptaban directamente o con alguna matización menor.
Los españoles no son una rara avis entre los europeos, ya que éstos están entre los más reticentes a la vacunación entre los habitantes de países desarrollados, y se ha observado una relación preocupante, a mayor nivel de desarrollo económico de un país, mayor grado de desconfianza existe entre su población a ser vacunada.

El Ministerio de Sanidad ha abierto la web www.vacunacovid.gob.es, pero su afán de concienciar a la población debe ir más allá, y debe implicar a los profesionales sanitarios, que deben de jugar en ello, el papel esencial que tienen en la sociedad respecto a los cambios de valores y actitudes, para la mejora de la salud pública comunitaria.

Soy consciente de la existencia de muchas incertidumbres en el tema de la vacunación, como número necesario de dosis, duración de la inmunidad, su efectividad en grupos de riesgo, necesidad o no de dosis de recuerdo, posibles efectos genéticos a largo plazo, nivel para la inmunidad de rebaño o su impacto en la sanidad ambiental; sin embargo, hay que recordar las duras certezas que la epidemia ha causado, en el mundo se rozan los 100 millones de casos y más de 2 millones de muertos, en España son más de 2 millones de casos y superamos los 80.000 muertos. Son datos suficientes para ilustrar un pavoroso panorama sanitario, laboral, social y económico, que afecta más a los más débiles, por ello asumo el lema de que no hay que tener miedo a las vacunas, ¡sino a no tenerlas!
El programa de vacunación en España va cogiendo ritmo-cerca del 70% de las dosis ya han sido administradas-, y aunque mayor que el inicial, no es aún el deseable si el objetivo es que el verano, sea la frontera para la consecución de la inmunidad de rebaño, a este ritmo ni para la próxima navidad se lograría; la semana pasada ya exponía mi opinión al respecto, y concluía que si bien inicialmente la principal causa del lento ritmo era la disponibilidad-escasa-de vacunas, en febrero esto no va a ser así, porque ya estarán disponibles tres vacunas ( y aún quedan por llegar las otras tres que la C.E. ha comprado).

Personalmente creo que a partir de ese momento, la estrategia de vacunación deberá ser mucho más abierta y diversa en sus actores y escenarios, para alcanzar cuanto antes el paraguas protector de la población, y con él el de nuestra economía e incluso el de nuestra sociedad. No ayuda a ello, que hasta marzo no se conozcan los grupos prioritarios a vacunar, porque ello denota objetivos poco ambiciosos, en especial si el ministro Illa fija el verano como meta para lograr vacunar al 70% de la población.

El Gobierno de España debería dinamizar el programa de vacunación, no entregando nuevas dosis hasta alcanzar una cifra aceptable en la administración de las recibidas, con ello las C.C.A.A. la acometerían de forma acelerada y se alcanzaría una protección homogénea en toda España, que es lo que la situación epidemiológica demanda.

Pero más allá de los datos numéricos y sus consecuencias, la cuestión tiene otras vertientes, conceptuales, legales e incluso morales o éticas, que se plasman en los movimientos antivacunas, los cambios en salud laboral, los códigos éticos de las profesiones sanitarias.

El presidente de la Comisión Deontológica de la O.M.C., dr. Juan José Rodríguez Sendin, dice que el vigente Código Deontológico de la O.M.C. (2011), no recoge como preceptiva la vacunación frente a aquellas enfermedades que puedan ser transmitidas por los médicos a los pacientes, aunque el borrador del nuevo sí lo recoge; aquello en mi opinión debe de considerarse simple y llanamente como una barbaridad y un despropósito, ya que quién debe de promoverla entre sus pacientes, resulta que se puede negar-sin existir contraindicaciones para ello-simplemente porque así lo decida….Y es rechazable no sólo por la potencial prevención o no de la trasmisión-aún por de demostrar en los vacunados-, sino también por el clarísimo y rotundo rol ejemplificante que su profesión le concede a todos los sanitarios.

N.A.- El alcanzar óptimos porcentajes de administración de la vacuna, con la acertada decisión de Salud Pública de “exprimir” las dosis de los viales, puede ser el justificante para que Melilla sea priorizada en el suministro de dosis en sucesivas etapas. Es el camino a seguir.

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