Algunos incluso culpan de ello a la prensa cuando en realidad la ciudad ha tenido la desgracia del alias que han puesto a una persona así sea el de “Melillero” Muchos melillenses han expresado en estos días su indignación por el uso del término “El Melillero” para referirse al joven melillense de 26 años de edad José Arcadio D. N., tras hacerse célebre en todos los medios de comunicación de España por haber rociado con ácido a su exnovia y a la amiga en la localidad malagueña de Cártama (Málaga) el martes de la pasada semana y protagonizar una fuga que duró cuatro días, hasta que fue apresado la noche del viernes por un dispositivo de 200 agentes de la Guardia Civil coordinados con el resto de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Algunos incluso culpan de ello a la prensa cuando en realidad la ciudad ha tenido la desgracia del alias que han puesto a una persona así sea el de “Melillero”. Tanto, que muchos lectores no han dudado en exigir que no se le pusiera más este sobrenombre, teniendo en cuenta además que ya no residía en la ciudad, de la que se marchó cuando aún era menor de edad.
Pero a pesar de esta indignación y lo que han pedido de forma razonable, la imagen de Melilla no la daña un delincuente, por muy famoso que sea. Nuestra ciudad es mucho más.
Es cierto, no obstante, que duele ver por ejemplo que José Arcadio fuese recibido en la cárcel al grito de “¡Meli, Meli!: El «Melillero”, vitoreado a pesar de haber rociado con ácido a dos chicas, un hecho que ha causado no solo vergüenza sino repugnancia.
Al margen de la mala suerte que le haya tocado el apodo de “El Melillero” a este sujeto, cuando en Málaga y en el resto del mundo hay miles de melillenses que merecerían ser llamados así, ahora es momento de la Justicia. A José Arcadio le puede salir muy caro su acción porque la jueza que lo ha mandado a prisión lo ha acusado de un intento de doble asesinato y no de tentativa de homicidio. Y eso pueden ser muchos años entre rejas.
Pero por mucho tiempo que sea encerrado, nada podrá devolver a las dos chicas lo que le ha quitado un ser malvado y despiadado como éste, si finalmente resulta probado judicialmente como autor de los hechos.
