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El trampantojo del contrato marítimo

En Melilla podríamos poner como ejemplo de trampantojo el contrato marítimo que el Gobierno de Sánchez ha sacado a concurso para nuestras líneas de barco. Porque, aunque podamos pensar que es un contrato como el que siempre hemos tenido para garantizar nuestras conexiones marítimas con la península, en realidad solo lo es para los 250 pasajeros más rápidos en sacar su billete. El resto subirán al barco fuera del paraguas del contrato en lo que se refiere a los precios Gracias al auge de los programas gastronómicos, quien más y quien menos sabe que un trampantojo es un plato que parece una cosa pero que, en realidad, es otra porque las elaboraciones que lo componen juegan visualmente con el comensal. La Real Academia de la Lengua Española define la palabra “trampantojo” como una “ilusión óptica o trampa con que se engaña a una persona haciéndole creer que ve algo distinto a lo que en realidad ve; especialmente, paisaje pintado en una superficie que simula una imagen real”.
En Melilla podríamos poner como ejemplo de trampantojo el contrato marítimo que el Gobierno de Sánchez ha sacado a concurso para nuestras líneas de barco. Porque, aunque podamos pensar que es un contrato como el que siempre hemos tenido para garantizar nuestras conexiones marítimas con la península, en realidad solo lo es para los 250 pasajeros más rápidos en sacar su billete. El resto subirán al barco fuera del paraguas del contrato en lo que se refiere a los precios.
Con este nuevo sistema que el Gobierno socialista ha tenido la osadía de imponernos en Melilla, habrá una pequeña parte de pasajeros que pagarán por su billete unas tarifas subvencionadas con el dinero que el Estado desembolsará a la compañía adjudicataria para que no superen el máximo establecido en el propio contrato. Pero la gran mayoría, a partir del pasajero número 251 en adelante, tendrá que pagar lo que la naviera considere libremente, como sucede con las compañías que operan en el libre mercado, ya sean líneas de barco, avión o cualquier otro medio de transporte.
Esto es especialmente grave por muchas razones. La primera, y fundamental, porque estamos hablando de unas líneas de interés público que, en lo que se refiere al precio del billete, funcionarán como privadas para el 80% del pasaje si el buque tiene una capacidad equiparable a la del “Ciudad de Melilla”, antiguo Fortuny, en el que pueden viajar hasta 1.250 personas. El precio para viajar, el principal tendón de Aquiles de nuestras comunicaciones y para atraer el tan ansiado turismo, queda herido de muerte con esta leonina cláusula del nuevo contrato marítimo del PSOE.
Una condición que, además, arrebata al barco el principal atractivo que tenía para la población melillense respecto al avión, y es la tranquilidad de saber que, aunque saques el billete un minuto antes de que zarpe del puerto, el precio nunca va a ser más caro del que la compañía se comprometió a fijar cuando presentó su oferta en el concurso del contrato marítimo. Ahora, esa ventaja solo la tendrán los primeros 250 pasajeros que compren su billete. Los otros mil estarán sometidos a la voluntad de la compañía, que es de suponer que aprovechará las épocas de mayor demanda para hacer su agosto cuando pase la pandemia y podamos volver a viajar. Vayan sacando su cartera, porque el dinero que el Gobierno se quiere ahorrar lo tendremos que pagar todos de nuestro bolsillo.
¿Este es el “muy buen contrato” del que hablaba Gloria Rojas, secretaria general del PSOE en Melilla? ¿Un contrato que establecerá diferencias entre los viajeros, por primera vez en la historia de nuestras comunicaciones marítimas? ¿Les parece bien a sus socios de gobierno, Coalición por Melilla y Ciudadanos, este contrato que acaba con la igualdad entre los melillenses en su principal vía de conexión con el resto del país, como es el barco? Incomprensible su silencio ante un contrato que nos lo han vendido como histórico por incluir la línea de Motril, satisfaciendo una reivindicación que era más de Granada que de Melilla por lo que supone de negocio para el puerto de la Costa Tropical. La realidad es que este contrato terminará siendo histórico por acabar con la democratización de nuestro transporte marítimo.

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