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LA SEMANA

Ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio

“Ahora están gobernando y la paja en ojo ajeno que antes veían con toda claridad se ha transformado en grandes vigas en sus ojos que, por supuesto, no ven (o mejor, no les da la gana de ver) Criticar a los demás y cosas o hechos en los que no participamos o nos son ajenos, es muy fácil. No cuesta mucho poner pomposos epítetos negativos a las acciones, defectos o cosas de otros. Es mucho más fácil destruir que crear, mirar que hacer, rendirse que luchar, en resumen, es más fácil morir que vivir (en el sentido lúdico de dejar huella de nuestro efímero paso).
En España somos grandes amigos de la crítica despiadada y de intentar hundir a cualquiera que asome un poco la cabeza para hacer algo (con independencia de que lo haga bien o mal). Algunos ejemplos: si te va bien en la vida o negocio, dirán que algo malo habrás hecho para lograrlo; si eres un político en el ejercicio del poder, no darás importancia a hechos que antes hubieras tachado de “impresentables” o causa de dimisión (¿verdad Pablo Iglesias?); si sacas unas notas estupendas en el colegio, dirán que eres un pelota o un enchufado; si suspendes en el colegio dirán que eres un “pieza” y nadie se preocupará por saber la razón de las malas notas, etc. Cualquier “bocachanclas” sin nada que perder y mucho que ganar puede criticar a diestro y siniestro sin importarle lo que deja detrás y las posibles consecuencias que pueda acarrear al círculo cercano de la persona criticada.
Teniendo en cuenta todo lo anterior y el famoso versículo de la Biblia «Aquel de ustedes que esté libre de pecado, que tire la primera piedra» (Juan 8: 7), deberíamos contar hasta 10 antes de “meternos en faena” y ponernos a criticar. Como nadie está libre de pecado, podemos entender que nuestros gobernantes se equivoquen constantemente, que casi todo les salga mal, que lleven nuestra economía a la ruina o que sean incapaces de vacunarnos de una forma rápida contra el coronavirus.
Pero éstos son especialistas en ver la paja en el ojo ajeno y no ver la viga en el propio; me explico: cuando estaban en la oposición se podía criticar todo, los casos de corrupción debían ser castigados con dimisiones inmediatas, todo era culpa del gobierno anterior (hasta la muerte de Manolete), se cercenaba la libertad de expresión por criticar los “scratchers” que muchos de ellos hacían contra nuestros anteriores gobernantes, etc… Pero ahora están gobernando y la paja en ojo ajeno que antes veían con toda claridad se ha transformado en grandes vigas en sus ojos que, por supuesto, no ven (o mejor, no les da la gana de ver).
Por otro lado, hay cosas y acciones que no hay más remedio que criticar porque deben corregirse de inmediato y porque suponen ejemplos deplorables para nuestros hijos (los futuros políticos, médicos, albañiles, profesores, banqueros, abogados, etc…). Son aún más graves porque las cometen políticos y empleados que cobran del erario público, personas a las que pagamos todos los ciudadanos. Dentro de éstas se encuadran, a nivel nacional, las vacunaciones, pese a que no les tocaba, de muchos políticos (con excusas que dejarían por los suelos, muertos de risa, a los hermanos Marx), de altos mandos militares (el JEMAD debe dimitir de inmediato) y de algunos otros funcionarios varios. También, en este caso a nivel local, podemos incluir a nuestro famoso “niño de la boda”, que debió pensar que al ser un enchufado a dedo en la Consejería de Hacienda no tenía obligación de respetar las normas sanitarias. Deben botarlo (sinónimo de echarlo) ya de su puesto porque es imposible que se respeten las normas si los que trabajan para nosotros en el sector público no las respetan. Si no recogemos los platos de la mesa delante de nuestros hijos, ellos tampoco los recogerán …

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