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MUCHO MÁS QUE SOLO BICI

El rey desnudo

Hoy haremos balance de las idas y venidas, de las propuestas, fracasos y logros de estos últimos años de gestión política. Del día a día o, como me gusta referirme, de la protección “de lo pequeño”, señalando, en especial, cómo esas necesidades diarias de determinados grupos sociales son olvidadas en la mayoría de las decisiones de los grandes “salones dorados”, donde se nombran de manera interesada, pero que, a efectos prácticos, carece de un trasfondo social real y de cualquier tipo de gestión pública, en esa siempre omnipresente y supuesta “voluntad política”.
Nuestra ciudad de hace décadas desarrollaba en sus calles una vida social más humana, donde sus ciudadanos se encontraban más cerca unos de otros. Señalar que esa cercanía invitaba a fomentar las relaciones sociales resulta demasiado obvio. Se veían espacios llenos de vida, donde era fácil observar a la infancia jugando despreocupada en cualquier rincón allá donde el barrio diera una oportunidad; señoras de edad regañando a los niñ@s por “molestar” en esos pelotazos que daban en las fachadas; o tenderos que pagaban la devolución de cualquier envase de cristal, un “tesoro cristalino” del que los chavales daban buena cuenta, reciclando todo lo que caía en sus manos. Sin saberlo, unas prácticas sencillas que lo cambiaban todo.
Me pregunto si en lugar de lograr la mejora de esa vida cotidiana, todavía en el recuerdo, hemos puesto en práctica de forma inconsciente, si quieren, cualquier medio que deshumaniza nuestra ciudad. Cómo es posible que pasáramos por alto ese tesoro digno de ser defendido y hayamos logrado hacerlo todo de una forma tan “adulta”. Nuestras hij@s tal vez no sepan de qué les hablo, pero sé que si usted cumplió ya los 40, habré movido su recuerdo hacia ese tiempo en el que su barrio con mayúsculas era un lugar del que sentirse orgulloso, un pensamiento que difícilmente asaltará a la generación de nuestros hijos, pues su barrio es ahora “global” y poco uso habrá hecho de él, más que aquel día que no pudo ir al entreno o cuando su club de pago estaba de reformas.
La vida en los barrios fue languideciendo, la actividad diaria que recordamos poco a poco, en esa merma del espacio público permanente, desapareció. Nunca creímos necesario protegerla y, cuando no defendemos lo que importa, desaparece. Somos responsables absolutos de la ciudad que tenemos, pertenecemos a una generación que dejó sin protección la vida de lo pequeño, la salvaguarda de nuestros mayores, de nuestra infancia a cambio de una “comodidad” que nos enferma.
No crean que nos libramos de pagar tan alto precio: contaminación, sedentarismo, sobrepeso, violencia vial. En líneas generales, “la deshumanización del espacio urbano”. Ahora tal vez esto no remueva nuestra conciencia, pero no duden que “todos seremos discapacitados algún día” y donde hoy vemos un escalón o un coche mal estacionado, mañana supondrá un reto que no sabremos salvar. Esta ciudad actual de la que les hablo hoy, transformada e irreconocible, amenazadora para muchos, nos exige cada día que paguemos las cuentas que nosotros mismos nos hemos procurado en esos años que, “distraídos”, miramos para otro lado, donde muchos fueron los avisos y ninguno el interés en darles solución.
Tal vez a los políticos les sigan atrayendo los grandes titulares de prensa, los grandes “proyectos megalomaníacos”, pistas de aterrizaje en mitad del mar, ríos navegables, grandes puertos inútiles actualmente, carreteras de circunvalación dentro de la actual carretera de circunvalación, parking de 4 o más plantas, anchas carreteras kilométricas o hileras de aparcamientos infinitos… Ninguna de esas propuestas millonarias, insostenibles que asfixiarían cualquier oportunidad del cambio que necesitamos, pueden ser presentadas hoy en los tiempos que corren. Las propuestas sencillas y conciliadoras son las que realmente necesitamos, donde la simple continuidad peatonal aún no está lograda, o esos pasos de peatones donde se muestra más que en ningún sitio un fatal desinterés, aún hoy fácilmente observable, en forma de agujeros, desniveles o incluso un mal diseño. Una ciudad donde el “caliente hormigón” está presente allí donde posemos nuestra mirada, donde lo “natural” hace tiempo que desapareció.
Ese espacio público que necesitamos, sentimos que debemos de pelearlo a cada paso. El proceso es agotador. Si los medios de transporte sostenible se defienden como pueden y las zonas residenciales sufren el canibalismo del tráfico sin que nadie les levante la mano, será imposible que este rumbo que hemos tomado nos lleve a algún sitio del que nos podamos sentir orgullosos.
Nuestra ciudad está desnuda, el traje que nos quieren vender no cumple unas expectativas mínimas medioambientales y de salud pública. Vivimos en una ciudad con un enorme potencial social y humano, pero en la actualidad permanece enferma carente de un proyecto realista con los retos medioambientales a los que nos enfrentamos y, lo más difícil de entender: muestra el olvido de los valores que dejamos atrás. Lo bueno que teníamos ha sido lapidado y los proyectos que nos presentan siguen presentando un futuro demasiado incierto, un futuro que nos cierra las puertas a ese pasado reciente del que antes les hablaba. Me pregunto si estamos condenados a repetir los mismos errores y, lo que es peor, a prolongarlos indefinidamente en el tiempo.
Es fácil de entender cómo nuestros políticos, a poco que llegan a lugares de responsabilidad, se adormecen dulcemente envueltos con el discurso de los complacientes, de los aduladores, donde perpetúan frases como “todo va bien” o “ese es un radical” cuando proponemos un discurso crítico a la calma reinante, pues esa especie servil nunca pondrá en entredicho las acciones de sus jefes y atacará de forma voraz a aquellos de los que no mamen nada. Nunca vi a estos personajes decir que el emperador caminaba desnudo por nuestras calles, nunca formaron parte de nada que no fuera el desarrollo de sus objetivos mezquinos. La expresión “saciar hasta hartarse” los define bien, aléjense de este virus humano, señor@s políticos, pues los fagocitará por siempre.
Hace meses se nos agradecía nuestra implicación social, nuestra sinceridad manifiesta, nuestro discurso “radical” constante e inconformista que manaba de una necesidad urgente y vital. Ahora somos apartados sordamente de cualquier proceso de acción social que tenga una repercusión real en nuestra ciudad. No se nos demanda ni tampoco se nos molesta, ahora, tras las caricias padecidas tiempo atrás y las frases complacientes “sois muy necesarios”, “hacéis muy buena labor”. Denuncio que el emperador hoy sigue caminando desnudo por nuestras calles y que ese traje del que hace gala, no le abrigará jamás.
Observo atropellos constantes de los derechos sociales más básicos, sufro junto con mi comunidad el abandono de los poderosos. Siento también miedo por otros allá donde miro, pues los abusos están muy presentes. Nadie está exento de la responsabilidad de mejorar las vidas que le rodean y el emperador que hoy denuncio desnudo ante mis ojos creo que hoy es más responsable que nunca, pues los problemas, cuando no se solucionan, se enquistan.
Cerrando este artículo me asalta la noticia que comparto con vosotros, publicada por la DGT de nuestra ciudad, donde hace mención a las cero víctimas mortales en el año 2020. Solo recordarle a la “comisión de inseguridad vial” que murió un peatón aplastado por un vehículo finalizando el año. Entonces sentí la necesidad de dedicarle un artículo “crónica de una muerte anunciada” (publicado en otro medio). En esas breves líneas, manifesté a las claras mi queja más enérgica por un suceso denunciado por mi entidad cada vez que tengo oportunidad, pues hice responsable a dicha “comisión” tanto por su inacción como por su falta de compromiso y rigor estadístico. Otra vez me veo obligado a manifestar este nuevo atropello al sentido común más básico, pues siguen, todos los que la integran, caminando desnudos.
Otra vez de este “grupo de trabajo” nos llegan las mismas medidas que llevan fracasando décadas: sensibilizar, mostrar, educar, enseñar… Frases ocurrentes, pero vacías (“no estamos satisfechos, pero sí esperanzados”) nos dejarán nuevamente fríos como entidad. En breve, UNESPA señalará a nuestra ciudad sin filtros políticos de ningún nivel, mediante cifras objetivas sin maquillaje, y es que pensar que actuando de la misma forma se obtienen resultados distintos, reza el refrán, “define la estupidez humana”. Esperemos que no les retrate esa estupidez una vez más.
Hacer algo tan simple como salir de tu casa a realizar las compras en el barrio se ha convertido en toda una “aventura”. Gracias a la indefensión que denuncio hoy aquí, siento que mi vida es puesta en riesgo a cada paso. Mi profesión entiendo que sea arriesgada y lo asumo, lo que no me deja dormir es que nadie esté a salvo, sea cual sea el medio que utilice para desplazarse por la ciudad. Ya sea como peatón, patinador, ciclista o conductor de ciclomotor, mi percepción es que solo el azar y mi pericia logra que vuelva a casa sano y salvo, pues nadie nos procura protección. Puede que tal vez tenga que ir desnudo yo también, para hacer ver la fragilidad que les expongo hoy. Tal vez la señora delegada necesite ver a todos los ciclistas desnudos para que llegue a entender, de una vez por todas, de qué le hablo.

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