Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
Logo de Melilla hoy

CARTA DEL EDITOR

Del “solo sé que no sé nada” al como no sé nada “lo sé todo”

La carga fiscal de cada trabajador español supera ya el 50% de su salario total; la mitad de nuestro tiempo de trabajo nos obliga el Estado a trabajar para él. Cada español paga como media más de 10000 euros anuales en impuestos, asegura y razona, muy detalladamente, en su libro “Una Revolución Liberal para España, Anatomía de un país libre y próspero”, Jun Ramón Rallo. Libro escrito en 2014, lo que permite deducir que hoy, dieciséis años después, esa inmensa cifra será ya muy superior. Thomas Jefferson, tercer presidente de los Estados Unidos, proclamó que el mal gobierno deriva del mucho gobierno. Ahora tenemos a un numerosísimo gobierno orweliano, con un Ministerio de la Verdad (o sea, de la Mentira) a pleno rendimiento; muchísimo gobierno, esto es, muy mal gobierno. Y muy, muy caro. Más de 10.000 euros anuales nos cuesta a cada español, vía los impuestos que nos obligan a pagar y que nos van a subir. El daño directo es mucho, pero el indirecto -lo que detraen de la economía nacional y que se podría dedicar a actividades productivas- es un daño aún mayor.
La carga fiscal de cada trabajador español supera ya el 50% de su salario total; la mitad de nuestro tiempo de trabajo nos obliga el Estado a trabajar para él. Y el 35% de los ingresos públicos son cotizaciones sociales; el 28% procede de impuestos indirectos (IVA y Especiales); el 4% proviene de copagos en los servicios estatales. Todos ellos impuestos indirectos. Solo el 28% de los ingresos públicos se cosechaban, en aquel año 2014 que analizaba Rallo, de impuestos directos (IRPF, Sociedades, Patrimonio, Sucesiones, Donaciones, etc), donde sí hay una mayor progresividad entre niveles de renta, o sea, un porcentaje más alto para las rentas más elevadas. Ni siquiera vale, pues, la repetida justificación de que nos roban la mitad de nuestro tiempo de trabajo para un reparto más justo y progresivo de la renta generada.
Además, la ideología socialcomunista -hoy predominante en España- según la cual la manera más eficaz de mejorar la suerte de los trabajadores es tratar a los empresarios como enemigos, siempre termina cercenando la prosperidad y la libertad. La economía española actual es un reflejo de las consecuencias de tal ideología: según todas las previsiones, excepto las del Gobierno que padecemos, durante 2021 la española -el único país de la UE que tiene comunistas en el Gobierno- será la peor economía europea.
Por desgracia la economía melillense no es una excepción a la regla española. Podría serlo, hubo años en nuestra historia que así lo fue, pero ahora la excepción es que la economía melillense es una de las peores, sino la peor, de España. Y los presupuestos generales de la Ciudad para este año 2021 no permiten alimentar esperanza alguna. José Megías los definía, en su artículo del jueves pasado, como “un derroche incontrolado, con vertientes faraónicas y derrochadoras”. Y no exageraba nada.
Creo que se equivoca Megías, como se equivocan los keynesianos, al afirmar que los presupuestos públicos tienen que ser “expansivos, para que haya un crecimiento real de la economía productiva”. Los hechos demuestran que cuanto mayor es la intervención del Estado en la economía, menor es la economía productiva. Y si, como es el caso de los Presupuestos de Melilla, el aumento se debe no a mayores ingresos previstos, sino a un aumento de la deuda pública de 40 millones de euros, no solo no se consigue el crecimiento económico privado y productivo -el único verdadero crecimiento- sino que se hipoteca el futuro de los melillenses, no únicamente el de “las arcas municipales”, como dice Pepe Megías.
Por otra parte, que “el gobierno es un reino de taifas, no solo de los consejeros sino también de los directores generales”, es una evidencia, que no por ser constantemente negada por los diferentes jefes de las mal avenidas fracciones que forman el Gobierno es menos evidente. De tal maremagnum taifero solo podían resultar unos presupuestos derivados de “delirios megalómanos”, como los del consejero de Infraestructuras y Deportes, Rachid Bussián, de las gracias -en este caso sin gracia- de una travesía en el camarote de los hermanos Marx, de la Consejería de Distritos, o de pagar lo que no te corresponde, o meterse en camisa de once varas, como ocurre en la Consejería de Medio Ambiente.
Platón atribuyó a Sócrates la celebérrima frase de “solo sé que no sé nada”. A nadie se le ha atribuido la frase contraria: como no sé nada, lo sé todo. Pero eso es lo que acostumbra pasar a los que saben muy, muy poco: que creen que lo saben todo o casi todo. Y si además se pelean entre ellos, para intentar demostrar que son, cada uno, más que todos los demás, para intentar acaparar méritos de cara a un futuro incierto y para ellos temible, en cuanto que previsiblemente peor que el presente, el resultado es -por citar lo más cercano- este bodrio de Presupuesto de la Ciudad Autónoma 2021.
“Primero evidencia, y después restricciones”, titulaba Francisco Bohorquez su artículo del jueves. Se refería, también, a las nuevas restricciones recién impuestas en Melilla, “muy duras para muchos sectores que ya no pueden más”. “No se puede -no se debe, diría yo- jugar con el pan de los ciudadanos sin tener evidencia de que esas medidas son necesarias para controlar los contagios y la realidad es que no la hay”. Francisco escribe en estos momentos desde Edimburgo, capital de Escocia, presuntamente una de las zonas más castigadas por la pandemia, pero donde las restricciones son mínimas y la economía funciona casi normalmente, mientras que la melillense, que ya estaba moribunda, está siendo enterrada. La evidencia es que sigue habiendo infectados, pero lo evidente, también, es que todas las medidas tomadas para evitarlo no han dado resultado. ¿No sería, por tanto, aconsejable aplicar otras medidas que salven vidas humanas y que no maten la vida económica, de la que también depende nuestra vida?
Lo que sí es una evidente vergüenza y una manipulación de la democracia es que politicos, o diputados locales, como en este caso Jesús Delgado Aboy -que consiguió su escaño presentándose con las siglas de un partido político, Vox, y que incluso votó en contra del actual Gobierno en la tan controvertida ceremonia de votación que dio la presidencia, en contra de la voluntad de su partido, Ciudadanos, a Eduardo de Castro y el poder a Mustafa Aberchán- que en su día se manifestó y posó ante la estatua del comandante Franco para que no se retirara su estatua de legionario cerca de la entrada del Puerto de Melilla, ahora vote a favor de su retirada y se convierta en clave para aprobarla. ¿Qué pensarán de él los que le votaron para hacer todo lo contrario de lo que acaba de hacer, de lo que ahora vota? ¿No es esto una evidente perversión de la democracia?

Posdata
Deseo a todos los infectados por el corona virus una pronta recuperación, incluyendo, claro, a la política Dunia Almansouri, si es que lo está, como me aseguran. Según todos los indicios, la politica resultó infectada tras acudir a la multitudinaria y denunciada boda de su asesor. Un político en ejercicio de poder debe asumir sus responsabilidades y sus errores. Su asesor y principal responsable de lo de la boda debería haber sido cesado ya. Ella, que es política y siguiendo sus mismas palabras, debería dimitir, aunque su trabajo en la consejería -algunas actitudes altivas aparte- haya sido positivo.

Loading

Enrique Bohórquez López-Dóriga

Más información

Scroll al inicio

¿Todavía no eres Premium?

Disfruta de todas
las ventajas de ser
Premium por 1€