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Réquiem por el libro de papel

Vertiginosamente, a pasos agigantados la nueva modernidad está desplazándolos de nuestra cotidianidad como hace muchos siglos lo fueron los papiros de Alejandría, Éfeso o Mileto por las hordas de fanatismo y cerrazón.

Harto observo cada vez más imágenes tristes de contenedores repletos de libros hoy sepulcros y no hace tanto, ventanas y puertas a la aventura, poética, comedia y tragedia, ficción y amoríos de la historia imaginaria o real. La sociedad no reacciona, impasibles seguimos resistiéndonos y muchos a aceptarlo , ese injusto precio hacia la nueva realidad fluyendo infinitos sentimientos pues no todo consiste en lo audio y visual.
En mis estanterías de recuerdos sigo buscando la isla del tesoro encontrado, el Príncipe caminando entre las dunas, los poemas de Bécquer y Rubén Darío, la mies de Don José María Antón, el negativismo según para quienes de Nieztche, el abrazo de Cloe, al pícaro de Tordesillas y al resabiado ciego de Tormes, los gigantes amolinados de La Mancha aparando para cada día que me quiera deparar mi tránsito , la búsqueda de bondad y valores para hacerlos brillar.

Enciclopedias, epopeyas de pastas acartonadas, poemarios cosidos a mano, petulancias y mil elixires, cuevas hasta para cuarenta ladrones, diccionarios bilingües, noveladas escenas del tiro entre ceja y ceja, textos del griego y latín y…mis libros de texto por suerte bien conservados agradeciéndoles su leal y fiel compañía y por lo tanto aportado.

Y añorando esas imprentas de tipógrafos y tintas, de diarios mañaneros llegando al encuentro con los desayunos, a las pelis de estreno anunciadas en papel y vistoso color, a desde libro de cuentos en mi cumpleaños y al libro prestado en la biblioteca proyectando el viaje al país de mis sueños, libertades y tribu única llamada fraternidad.

Se siente rebeldía, mucha pena al ver tanto libro tirado y muchos sin uso, abandonados. Y es que hay muchos rincones del Mundo donde se habla, se piensa y se sueña en nuestras lenguas y con regocijo aceptarían su necesaria adopción, salvándolos de la iniquidad o el reciclaje por verde y ecológico libraje y esos suspiros por no ya hojear.

Una sociedad dícese civilizada no puede ser cómplice de esta cruenta y mísera verdad; los libros merecen nuestro respeto, el respeto también enseñado e incorporado a través del papel y tantas ilusiones y creatividad en él, impregnados.

Y así hoy lo expreso guardándome la copia escrita a lápiz de punta media instándome a su archivo la carpeta, la de esos recuerdos e imágenes impresas de mi caminar. Saludos.

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