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Un Plan Estratégico que nace muerto

Lo del pomposo Plan Estratégico 2020-2029 y su desarrollo ha sido una muestra más de que se pretende, desde la administración pública, seguir avanzando por la senda equivocada. Serendipia: descubrimiento o hallazgo afortunado, valioso e inesperado que se produce de manera accidental, casual, o cuando se está buscando una cosa distinta. El rasgo más definitorio del gasto en la tan mencionada I+D, en investigación y desarrollo o en tecnología, es que -como dice Juan Ramón Rallo- todo inversor va a ciegas, es decir, buena parte de los descubrimientos -de los equipos autónomos de investigación privados- se producen por pura serendipia, por encontrar, casi a ciegas, algo valioso que justifique la inversión realizada y anime a seguir realizando inversiones en I+D, siempre de resultado incierto, en el caso de la inversión privada, y de resultado ciertamente nulo, en el caso de la inversión pública directa.

Escribió la inmensa filósofa, escritora y amante de la libertad que fue la rusa nacionalizada norteamericana Ayn Rand que la ayuda del gobierno a las empresas es tan desastrosa como la persecución del gobierno a las empresas (cada vez más habitual). Y añadió que la única forma en la que un gobierno puede favorecer la prosperidad nacional es manteniéndose alejado de la industria.

Por eso: “Es un error asumir que el Estado durará para siempre. Es una institución que marca una fase de la civilización, consustancial a una fase del desarrollo humano”, escribió Juan Ramón Rallo en su extraordinario libro Una revolución liberal para España. Porque, como dijo Herbert Spencer, el Estado no es esencial, sino incidental. Y cuanto menor Estado, mejor Estado.

Y eso no es un invento de la nada. Así ha sido a lo largo de la historia, incluso de la historia relativamente próxima. Rallo, en el libro que antes mencioné y del que volveré a escribir en más de una ocasión, propone como modelo de Estado para España el Estado mínimo del siglo XIX, sobre el que se desarrolló uno de los períodos más prósperos de la historia de la humanidad: el período comprendido entre los años 1820 y 1913, en el que la población occidental se duplicó y su renta per cápita real casi se quintuplicó. Período que terminó a causa de las dos Guerras Mundiales, que constituyeron “una auténtica apoteosis del estatismo”. De aquellas guerras vienen estos lodos de más Estado, lodos continuamente crecientes en casi todo el mundo, excepto en los pocos países que empequeñecen el Estado y que, curiosamente, son los más prósperos del mundo, dando la razón a lo que señalaba Karl Popper: que la libertad redunde en mayor prosperidad es una feliz coincidencia.

Para evitar la catástrofe del Estado mastodóntico e ineficaz en la que nos encontramos Rallo razona, estudia y termina proponiendo un recorte mínimo del sector público de nada menos que el 90%, lo que permitiría, además del desarrollo y la prosperidad, disminuir otro tanto los asfixiantes impuestos actuales.

Centrándonos en Melilla, que desde el punto de vista económico es una isla, aquí, más que rimbombantes, públicos y oficiales Planes Estratégicos a diez años (2020-2029) uno de ellos ya transcurrido, curiosamente, habría que seguir los consejos de Juan Ramón Rallo, lo que implicaría la disminución radical del inmenso peso de lo público en nuestra ciudad e intentar parecernos más a ciudades estado, como lo fue Hong Kong, por citar un solo ejemplo.

Melilla fue económicamente próspera cuando fue diferente, con condiciones económicas distintas y con más peso de los comerciantes, de los trabajadores por cuenta propia. Ahora ocurre, y los datos son evidencias, todo lo contrario: estamos a la cabeza de todo lo negativo y la tendencia -conforme el peso de lo público sigue aumentando- es a ir a peor.

Lo del pomposo Plan Estratégico 2020-2029 y su desarrollo ha sido una muestra más de que se pretende, desde la administración pública, seguir avanzando por la senda equivocada. Desde el punto de vista político, Fadela Mohatar tiene razón al criticar el Plan, como recogimos el pasado martes. No contar con el PP, “que tiene la representatividad del 40%” de los melillenses, los tres parlamentarios locales y una larga trayectoria gubernamental local, es absurdo. No contar de manera principal con empresas locales -algunas como las de nuestro propio Grupo, como la Sociedad para el Desarrollo de Melilla, por ejemplo- es un error y un pésimo augurio sobre el futuro del Plan. Fadela lo resume bien: “Este Plan Estratégico, ni nace con la participación, ni con la pluralidad de la representación de Melilla que debe tener”. ¿Nace muerto? Pues, sabiendo que el gafe monumental estaba detrás de ese Plan, quizás y afortunadamente, parece que sí, que así ha nacido y así, muerto, permanecerá.

Posdata
La apertura en Melilla de una farmacia que ofrece un servicio de trece horas diarias y de lunes a sábado es una buena noticia para nuestra ciudad. La Farmacia Fuentes ha llenado un hueco que nuestra ciudad tenía en el sector farmacéutico. De la entrevista que hicimos a su propietaria, Concha Partera, me llamó especialmente la atención lo de los nueve años que tardó en obtener la licencia de apertura.

En una ciudad como Melilla, en la que cualquier inversor debería ser bienvenido, no obstaculizado -como es el caso habitual, y el periódico y yo fuimos un caso muy claro de ello- lo que ha pasado la propietaria de la nueva farmacia no es la excepción, es, desgraciadamente, la regla. Por eso resaltaba y comentaba yo antes lo que escribió la gran Ayn Rand.

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Enrique Bohórquez López-Dóriga

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