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El heroico capitán del Tercio PEDRO CASAUS BEOLA II

Conmemorando el 97 aniversario de los combates de Tizzi Assa

En septiembre de 1920 se cumplía el centenario de la creación del Tercio de Extranjeros motivo por el cual este y siguientes trabajos serán conmemorando a los heroicos legionarios que dieron su vida por la Patria.

Hechos de Armas que dieron prestigio y renombre al Tercio de Extranjeros, hoy denominado La Legión.
…Fiel a la orden dada por su superior el teniente coronel Valenzuela, no solo cumplió debidamente con esta, sino que en un alarde de valor se excedió en la misma, alcanzando objetivos muy superiores a los encomendados, lo que le costó su propia vida.

Su cadáver, junto a los demás que combatieron junto a él, quedó en el barranco el resto del día y toda la noche. A la mañana siguiente fueron recogidos todos los cadáveres y trasladados a la posición de Benítez donde permanecieron a la espera de su traslado a Melilla.

Las bajas son numerosas y sensibles: teniente coronel Valenzuela, capitán Casaus, tenientes Sanz Perea, Sendra, Subirán, González Cruz, etc. Más de 60 muertos y 120 heridos graves.

Quien haya tenido oportunidad de admirar el bello cuadro de Bertuchi, cuyo título es "Muerte del teniente coronel Valenzuela" podrá darse perfectamente cuenta de la grandiosidad del épico momento.

El momento más culminante fue entre las diez y once de la mañana. Valenzuela que marchaba al frente de la Segunda Bandera y que levantando la gorra animaba a sus legionarios, recibió, cuando más enconado era el combate, un balazo en el vientre y otro en la frente, que le arrancaron instantáneamente la vida.

Un supremo esfuerzo del Tercio y Regulares, cuando ya están cercanos a la posición de Benítez, dejan libre el paso del convoy a esta posición.

Aproximadamente a las once de la mañana llegó el convoy a la posición de Benítez. El momento fue emocionante: los vivas a ESPAÑA eran ensordecedores y los jefes, oficiales y tropas que guarnecían la posición y los de la Columna de socorro, se abrazaban rebosantes de entusiasmo. Se había conseguido la parte principal del objetivo.

Desde Benítez continuó la marcha de las fuerzas y convoy para aprovisionar las posiciones de Viernes, Collado y las del sector de Tizzi-Assa, después de desalojar a los enemigos de sus últimas trincheras.

Mientras se aprovisionaban las diversas posiciones y eran evacuados de ellas los muertos, heridos y enfermos, en todo el frente se combatía sin tregua ni descanso.

Sería interminable relatar la serie de brillantes episodios, de actos de heroísmo y rasgos de valor de que dieron constantes pruebas todas las fracciones de las tropas.

Los aviadores, volando bajo; legionarios, indígenas, batallones de la guarnición y expedicionarios, zapadores, todos, dirigiendo certeramente el fuego y luchando al arma blanca en diversos sitios; los carros de asalto, los camiones blindados; la artillería de acompañamiento y los obuses, batiendo con gran precisión los lugares en que se encontraban los rifeños; la caballería que también tuvo necesidad de intervenir; todos, en fin, rivalizaron en sus especiales cometidos y con arreglo a las circunstancias de ocasión y momento.

También desde Dar Kebdani salieron tres columnas, que en unión de tropas de la Mehal-la y la harka de Beni Said, mandada por el caid Amar Uchen, ocupó el frente desde Ben Tied hasta Afrau.

Después de cumplidos los diversos objetivos, comenzó el repliegue de todas las columnas, a excepción de la segunda, la del coronel Gómez Morato.

Como nadie ignora, es siempre este el momento en que el enemigo demuestra mayor acometividad, y una vez más así se comprobó, pues al darse cuenta de que comenzaba el movimiento retrógrado, acumuló cuantos combatientes habían permanecidos ocultos en las cercanías del campo de la lucha.

Nuestras tropas fueron agredidas en esta parte de la operación, que no obstante ser la más difícil, se realizó con todo orden, llegando las columnas en perfectas condiciones al campamento de Tafersit
La columna del coronel Gómez Morato, que llevó la parte más dura del combate, quedó vivaqueando junto a la posición de Benítez con el fin de impedir nuevas agresiones a los convoyes que se realizarían en días sucesivos y también para retirar los muertos que quedaron sobre el terreno.

Queriendo rendir un último tributo a los que murieron en el combate del día 5, las nuevas posiciones fueron designadas con los nombres de Valenzuela, con las avanzadillas al Este y al Oeste, de Sendra, Casaus y Subirán.

A continuación queremos dejar constancia de la secuencia de hechos que tuvieron lugar al celebrarse el juicio contradictorio para la concesión de la Laureada al capitán del Tercio D. Pedro Casaus Beola, que finalmente no le fue concedida ni aún a título póstumo, pese a haberse excedido en el Cumplimiento de su deber. Por otra parte iremos desglosando a lo largo de este trabajo los nombres y datos biográficos de aquellos héroes a los que el Ejército quiso perpetuar poniendo sus nombres a las distintas posiciones del frente: Valenzuela, Benítez, Sanz Perea, Subirán, Sendra, Viernes, Teruel, Aldea, Marcelino González, etc., finalizando con una reseña biográfica histórica del Capitán Casaus, dejando a juicio del lector si fue o nó merecedor de la más alta condecoración militar.

Como siempre, esperamos que este relato haya sido del agrado de todas aquellas personas que pacientemente nos siguen semanas tras semanas.

Secuencia de los hechos
En la orden general del Cuartel General del Ejército de España en África del día 12 de marzo de 1924, dada en Tetuán, comunicaba que en cumplimiento de lo dispuesto en el artículo 43 del reglamento de la Real y Militar Orden de San Fernando, el Juez Instructor del juicio contradictorio a favor del capitán D. Pedro Casaus Beola dice lo siguiente: En el combate del día 5 de junio último sobre Tizzi Assa, el capitán Pedro Casaus halló gloriosa muerte cuando al mando de su compañía y secundando órdenes recibidas del teniente coronel Rafael Valenzuela, Jefe del Tercio, transmitía a los comandantes de sección las relativas al asalto al arma blanca que en unión de otras compañías de su Unidad, había de dar la suya para desalojar al enemigo de las alturas que ocupaba al frente y barrancos del flanco izquierdo en que se había hecho fuerte, oculto en cuevas, zanjas y pozos de tirador, y desde el que hostilizaba con nutrido y certero fuego de fusil a corta distancia a nuestras tropas, imposibilitando su avance, sin que por ello su espíritu ni el de las fuerzas a sus órdenes, a las que constantemente animaba con muestras de valor y temeridad, decayese un solo momento no obstante las bajas que de continuo sufría y que llegaron a sumar 42 de los ochenta y cinco hombres la mitad del efectivo de su compañía en el momento en que, herido por proyectiles enemigo, cayó muerto después de haberse mantenido durante todo el combate en su puesto de pie, recorriendo constantemente la línea de fuego en que había embebido toda la compañía que tenía desplegada en guerrilla y en contacto con la derecha con la cuarta compañía de la misma bandera (la del teniente Federico de la Cruz Lacaci) y por la izquierda con un barranco que ocupaba el enemigo, interpuesto entre su fuerza y la de la primera Bandera; Retirando por sí algunas bajas y alentando e impulsando a su gente, cuyo mando ni dirección abandonó en ninguna de las fases de la operación y combate hasta caer exánime.

En el juicio contradictorio que se le hizo para ver si su gesta estaba comprendida en lo dispuesto en el artículo 43 del reglamento de la Real y Militar Orden de San Fernando, el testigo presencial Fernando Lizcano de la Rosa y alférez de la compañía del capitán Casaus, al folio 114 declaró que pertenecía a la expresada unidad y que con ella tomó parte en el combate de 5 de junio, en el que resultó herido de gravedad en la pierna derecha, añadiendo que al tratar de levantarse para continuar el avance oyó cerca de sí a su capitán, el que a grandes voces y con un entusiasmo indescriptible, alentaba a sus fuerzas en su frenética carrera para llegar al choque en el ataque que al arma blanca y por propia iniciativa del capitán dio a su compañía, puesto que la orden superior que le había sido dada en presencia del declarante, era la de avanzar hasta ocupar unos salientes (la citada anteriormente Lomas de las Piedras) que se alcanzaban con la vista y en los que una vez alcanzados se hizo tan insostenible la situación por la violencia del fuego y gran número de bajas, que el capitán, rápidamente, y al frente de la compañía, avanzó a la bayoneta a desalojar al enemigo de unas cuevas, siendo recibido por bombas de mano y nutrido fuego de fusilería; Habiendo oído el declarante en los primeros momentos de haber sido herido, que también lo había sido el capitán y más tarde, que al tratar de situarse en unas lomas con su compañía había tenido un encuentro con el enemigo resultando muerto de un gumiazo en el cuello, por lo que reputa de heroica su conducta, considerándolo comprendido en el número primero del artículo 54 del Reglamento de la Orden.

En sus mismos términos declararon en este mismo juicio contradictorio a favor del capitán Casaus los tenientes Alfredo Montes y César Rodríguez Galán, ambos de la compañía del Capitán Casaus, coronel Jefe de la columna Agustín Gómez Morato; comandante jefe de la segunda Bandera Manuel Canellas Tapias; capitán Joaquín Ortiz de Zárate; capitán Carlos de Silva; capitán Manuel Tuero y tenientes Carlos Llaro y Luis Noriega.

Melilla a los héroes
Los melillenses ven como poco a poco van muriendo centenares de españoles en los campos marroquíes. Un día ven pasar a las ambulancias con los muertos, amontonados, de un combate. Otro día lo mismo… Y así el pueblo sencillo y llano va adquiriendo una sensación de impotencia que llega a inundar a todos de una tristeza que en un momento dado estalla, dando lugar a la manifestación realizada el día del traslado del cadáver del teniente coronel Valenzuela desde el cementerio de la Purísima Concepción al puerto.

Desde el 28 de octubre de 1922, día que se ocupó la posición de Tizzi-Assa, hasta el 5 de junio del año siguiente, todos los convoyes que se realizaban para abastecerla resultaban penosos y se cobraban vidas humanas. Estos hechos se fueron acentuando hasta llegar al día 5, que da lugar a sangrientos combates para poder aliviar del asedio a las posiciones del sector de Tizzi Assa (Tizzi-Alma, Tizzi Assa Principal, Tizzi Assa Norte, Viernes y Benítez.)
El cementerio de Melilla era un continuo ir y venir de familiares dolidos por la pérdida de un familiar.

El Ejército quiso perpetuar el recuerdo de aquellos héroes dándole sus nombres a las distintas posiciones del frente:
Aldea, Teruel, Casaus, Sendra, Valenzuela, Sanz Perea, subirán, González Velarde, Marcelino González, etc.

Melilla, sin distinción de clases, religiones ni razas, haciendo honor a sus tradiciones, siente intensamente los dolores y las glorias de su Ejército en el Protectorado, por su íntima convivencia con él y como testigo directo de sus virtudes y de sus heroicas acciones.

Cada jefe, oficial o soldado que rendía generosamente su vida por la Patria en los campos vecinos, se incorporaba a esta ciudad, que ha de ser guardadora amorosa de sus cenizas y conservadora orgullosa de sus glorias y, como a sus hijos más predilectos, los llora y reverencia en su recuerdo.

Son tantos los que en el ara de ideales sacrosantos inmolaron sus preciadas vidas, que en aquellos días, en las últimas gloriosas jornadas, Félix Repollés, Enrique Montero, Ramón Ingunza, García Junco, Isidro Quiroga, Aláez Bayona, Pedro Yanci, Atilano Negrete, Chacón, Capitán Pedro Casaus, Oslé, José Subirán, González Velarde, Fernández Roig, Pablo Sendra, Justo Sanz Perea, Rafael Carbonell, Fermín Alarcón, Rafael Valenzuela, y una legión de soldados, héroes anónimos de España, fueron por igual acreedores a aquellas consoladoras manifestaciones que realizaba la ciudad, y de las cuales nosotros somos unos modestos "recordadores"
En uno de ellos, héroe como el que más y como los demás, rindió el pueblo hidalgo un homenaje de su veneración, haciendo explosión el sentimiento general en términos y proporciones tan inenarrables y gigantescas como las que tuvo el sábado 9 de junio de 1923, aún más expresivo y emocionante, porque con los restos acompañados hasta depositarlos en el buque que lo trasladó a la Península, iba el espíritu de Melilla, para fundirse con el de las ciudades hermanas de España, en un solo sentimiento que con tanta prodigalidad da vida a hijos tan heroicos como los que se llevaron y los que quedaron en el relicario de nuestra ciudad.

Desfile de las fuerzas. Los legionarios heridos. Emocionante acto
En el Puerto melillense y antes de embarcar se acababa de imponer la Medalla Militar sobre el féretro envuelto en la Bandera Española, que encerraba el cadáver del teniente coronel Rafael Valenzuela. No se habían extinguido las atronadoras vivas a España, al Rey y a la Legión; Aún resonaban en los oídos de la muchedumbre apiñada, las palabras pronunciadas en honor del héroe, que fueron un canto al amor patrio y al sacrificio. Los pechos alentaban, conmovidos, y a los ojos acudían destellos que reflejaban que todos los pensamientos se habían fundido en uno solo, grande y elevado.

En aquellos culminantes momentos, todos se consideraban pequeños y sentían envidia ante la grandeza del que ya no existía. Más no habían terminado las emociones.

Seguidamente dio comienzo el desfile de las fuerzas que habían formado y realizados los honores reglamentarios, pasando éstas ante el cadáver del que fue bravo jefe del Tercio.

Sonó una banda militar, desfilando airosamente una sección de legionarios, al mando del teniente Virgilio García, que rindieron el postrer homenaje al que fue su jefe, dando un sonoro ¡VIVA! Y tras ellos, un centenar de héroes, de esos chacales que van siempre adelante, heridos por el plomo rifeño; unos, cojeando; otros, envueltos en gasas, con los brazos en cabestrillo, con muletas, o llevados entre varios; y a la cabeza de ellos, los oficiales que también derramaron su sangre en las pasadas jornadas, Casado, Díaz Criado, Tenorio y Esteban, que despreciando los dolores de la carne, abandonaron los hospitales y acudieron a decir adiós, al que los condujo a escribir una página gloriosa.

El desfile de éstos produjo en la muchedumbre que ocupaba totalmente el muelle, una extraordinaria emoción, de la que no es posible dar en estas líneas un pálido reflejo.

Al paso de aquel puñado de valientes, la multitud, respetuosa y conmovida, se descubrió, los corazones aceleraron su ritmo, y muchos miles de manos se juntaron para dar el más sonoro y ferviente aplauso de admiración.

Fue un momento grandioso, inolvidable, un tributo rendido espontáneamente al valor.

Continuará)

Bibliografía consultada al final del último capítulo

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