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Prosigue el discurso demagógico sobre Melilla y Ceuta

Hasta los años noventa del pasado siglo no era inusual oír de boca de algunos supuestos especialistas, todos ellos encuadrados en organismos asesores del gobierno, algunos de ellos de carácter militar, la teoría o tesis de que la única solución (sic) para las ciudades de Melilla y Ceuta y su encaje en el resto el país era mantenerlas en una especie de limbo tanto político como económico e incluso legal en la medida en que su mera existencia generaba un problema para España, pues interfería en los planes del gobierno central en el marco de la nueva estrategia diplomática y de seguridad que pretendía elaborar en sus relaciones con el Magreb en general y Marruecos en particular.
Lo cierto es que las dos ciudades, salidas de un proceso de transición incompleto, al menos en el plano institucional y sin haber siquiera solucionado su encaje legal en la organización territorial del Estado, pues aún no se habían estatuido en Ciudades Autónomas, languidecían sin remedio, más por deméritos del Estado que por las propias actuaciones desarrolladas desde sus dos ayuntamientos, una situación de decrepitud acrecentada por la constante hostilidad marroquí sobre ellas así como sobre el gobierno español, presionado éste hasta el extremo para forzarle a una negociación sobre el estatuto de Melilla y Ceuta, colonial desde el punto de vista marroquí y excepcional desde el punto de vista español, al ser considerados territorios diferentes al resto del territorio nacional. Así, no era raro escuchar la denominación de ‘plazas de soberanía’ cuando se aludía a ellas desde alguna instancia nacional, estatuto éste que desapareció en 1968, al crearse la Dirección General para la Promoción del Sahara. Junto a ello, no era raro oír expresiones como las que sugerían que Melilla y Ceuta deberían convertirse en paraísos fiscales del estilo de Gibraltar o sencillamente ‘hongkonizar’ ambas ciudades sin explicar muy bien a qué se aludía con esa propuesta que pretendía asimilarlas a Hong Kong o Macao.

Marruecos aprovechó todos los resortes que le proporcionaba la propia evolución de los acontecimientos para intentar doblegar a las autoridades españolas, como por ejemplo la cesión del Sahara Occidental, la entrada en la OTAN en un principio, la CEE algo más tarde e incluso el proceso de regularización de la población inmigrante de origen marroquí que, en algunos casos, habitaba en las dos ciudades. El problema de condicionar la acción política al albur de los acontecimientos es que estos pueden volverse contra uno mismo, como le sucedió a Marruecos en el último de los casos aludidos, el de la población inmigrante o indocumentada, pues no logró sus fines en Melilla y Ceuta, ya que una gran parte de ese colectivo no tuvo ninguna intención de caer en las trampas que le tendía la administración marroquí, algo que, incluso hoy en día, sigue sin digerir el Majzen adecuadamente.

El fracaso de esta estrategia, escenificada por última vez en 1995, como consecuencia de la aprobación de los estatutos de autonomía, quedó silenciada hasta que, años más tarde, volvió a coger impulso mediante la instrumentalización de los flujos migratorios. Una vez más la administración marroquí intentó aprovechar la evolución de los acontecimientos sin pensar que estos se le volverían en contra mediante distintas campañas de denuncias en el ámbito internacional, afectando de lleno a la imagen del Majzen, única circunstancia que puede cambiar las tornas en la maquiavélica política desarrollada desde Marruecos. Recientemente, dos acontecimientos han vuelto a poner sobre el tapete la tradicional presión marroquí sobre Melilla y Ceuta, esta vez ampliada a las islas Canarias mediante los descontrolados flujos migratorios de pateras en este caso, el de menas a las dos ciudades y, por último, el cierre de la aduana comercial en la frontera de Melilla. Los acontecimientos del 2020, con la aparición de la epidemia de Covid ha impedido al Majzen rentabilizar políticamente este hecho aunque en el futuro y si no se toman medidas desde el gobierno español, también podría beneficiarle económicamente, de ahí la urgencia en adoptar algunos cursos de acción para mejorar la defensa de Melilla y Ceuta, no desde un punto de vista militar, que ya lo están y de sobra, sino desde ámbitos como la economía, el comercio, la diplomacia o las políticas comunitarias. A día de hoy no sabemos cuánto tiempo va a durar la epidemia de Covid ni cómo va a evolucionar, de ahí la urgencia en desarrollar e implementar planes estratégicos para las dos ciudades. En Ceuta se ha optado por elaborar un documento base para el desarrollo económico, instrumento más ágil que un Plan Estratégico, más costoso éste último de concretar, en particular en lo que respecta al tiempo de elaboración y su aplicación posterior.

Traigo a colación estos datos en la medida en que la semana pasada nos sorprendió una vez más el periodista Ignacio Cembrero realizando un análisis en el medio digital ‘El Confidencial’ titulado ‘De como Marruecos asfixia a Ceuta y Melilla y el gobierno las deja morir’, en el que apunta algunas consideraciones que, en su opinión, debería adoptar el Gobierno central y que, como en tantas otras ocasiones, no deja de constituir un ejemplo de demagogia buenista, tantas veces repetidas desde medios nacionales. Parte de esas ideas fueron ya expuestas por el periodista en las charlas informativas previas a la elaboración del Plan Estratégico de Melilla en las que yo mismo tuve ocasión de participar junto a él en la misma sesión, aunque el formato de las mismas, impedía un debate entre los ponentes, circunstancia que me impidió poder rebatir algunas de las consideraciones que él mismo, así como otros participantes, realizaron en aquel acto.

En el mencionado artículo cae Cembrero en la usual trampa de comparar a Melilla y Ceuta con Gibraltar hasta llegar a decir que ‘El futuro de Ceuta y Melilla pasa, como el de Gibraltar, por su plena inserción en su entorno económico. No hay otro excepto perecer asfixiado’. Lo cierto es que el futuro de Gibraltar ha dependido siempre de la acción del Gobierno de UK, mucho más contundente en su defensa que el español sobre Melilla y Ceuta. Pero al margen de esta cuestión, la realidad es que Gibraltar no se ha insertado en la economía del entorno, más bien la ha parasitado, debido precisamente a que es un paraíso fiscal, circunstancia permitida por UK y la UE debido entre otras cuestiones a que es un territorio colonial, entonces y ahora, tras el Brexit. Y esto no va a cambiar porque ni Melilla y Ceuta son Gibraltar ni España es Marruecos, o ¿acaso creen algunos que si Gibraltar tuviera frontera con Marruecos su estatuto sería el mismo que el actual? ¿Ustedes ven invasiones de menas españoles en Gibraltar, la arribada de pateras, la entrada ilegal de extranjeros, chabolas en la playa de la caleta o de los catalanes? ¿Ven a las mujeres españolas parir en Gibraltar? ¿Y a españoles viviendo ilegalmente en Gibraltar? ¿Ven a gibraltareños hacerse pasar por maridos de parturientas españolas para que sus hijos adquieran la nacionalidad británica? Podríamos seguir, pero sería interminable. Lo cierto es que ni Melilla ni Ceuta se pueden insertar en la economía de su entorno, marroquí, porque es una zona depauperada en esencia y porque la dictadura marroquí niega cualquier posibilidad de generar sinergias entre ambas zonas que beneficien a las dos ciudades. Melilla y Ceuta solo pueden tener relaciones informales con su entorno inmediato, en el primer caso la comarca de Guelaya, como ha sido tradicional durante el último siglo y medio, pero poco más puede hacerse.

Prosigue Cembrero aportando una supuesta solución mágica para los problemas de Melilla y Ceuta que, en su opinión, pasaría por que ‘Marruecos cambie de actitud’, es decir, niega la posibilidad de que desde España se encuentre una solución y hace depender a las dos ciudades precisamente del país que quiere acabar con ellas. Pero prosigue el periodista afirmando que ese cambio de actitud debería ser como ‘España lo hizo con Gibraltar cuando en 1982 abrió la verja cerrada (sic) de la colonia’. Lo cierto es que lo que hizo el gobierno español con esa apertura fue parasitar al campo de Gibraltar con una rapidez acelerada por las circunstancias, pues la llegada del PSOE al poder en 1982 y su insistencia en entrar lo antes posible en la CEE por motivos electorales dejó en un segundo plano la legítima reivindicación de ese territorio, forzado entre otras cosas por las presiones de UK en la negociación previa al ingreso. Recordemos que la UCD había planteado la entrada de España en la CEE en torno a 1990 si hubieran seguido gobernando. Fue el cambio de ejecutivo lo que aceleró la apertura de la verja que nada tenía que ver con llevarse bien con UK ni con favorecer el desarrollo de la zona continua, que no lo ha sido. Comparar esa situación peculiar de Gibraltar y España con la de Melilla y Ceuta con Marruecos es por tanto un auténtico dislate. Es más, la entrada de España en la CEE dejando al margen a las dos ciudades a la larga les ha perjudicado. Probablemente si nos hubiéramos integrado completamente en la CEE en 1986 en vez de depender del territorio marroquí inmediato a través de una actividad insana como es el comercio atípico, la situación actual de las dos ciudades sería muy distinta.

Ante este dilema, la solución de Cembrero es ‘exigir al Gobierno central que deje de temer a Marruecos’ y añade que ‘un país supuestamente amigo de España no puede asfixiar una porción del territorio de su vecino por pequeña y vulnerable que sea’. Pero vamos a ver ¿quién ha dicho que el gobierno o los gobiernos de España teman a Marruecos? ¿Realmente creen que el abandono de las dos ciudades por los gobiernos de España se ha fundamentado en el temor a Marruecos? No, no lo creo, más bien se ha debido históricamente a la indefinición de su estatuto en el marco de la organización territorial del Estado, algo que, aunque algunos lo nieguen, todavía persiste, al margen de las presiones ejercidas desde Marruecos que nunca han sido contestadas desde España en un ejercicio de corrupción continuada. Si lo hubieran sido, el Majzen habría tenido que matizar su política hacia las dos ciudades. Por eso es importante tener una baza negociadora para afrontar los problemas que pueda generar Marruecos, como el tránsito de pateras o el cierre de la aduana comercial en Melilla. ¿Qué baza negociadora tiene el gobierno de España ante este dilema? Ninguna, por eso la aduana comercial va a permanecer cerrada. Respecto a la amistad hispano-marroquí, esta no ha dejado de ser un eslogan y un mantra adoptado durante el franquismo y reinventado por el PSOE desde 1982, con el fracaso consecuente de la acción exterior española. La política exterior busca defender intereses y no hacer amigos, algo que se entiende mal en el Palacio de Santa Cruz. Respecto a la presión española sobre Gibraltar desde 1969 con el cierre de la verja se debió al incumplimiento británico del mandato descolonizador tras la victoria diplomática española en la ONU un año antes. Fue una decisión correcta en mi opinión a diferencia de las veleidades marroquíes en la cuestión de Melilla y Ceuta y más recientemente las islas Canarias, cuya situación empeorará hasta que España no acceda a sentarse con Marruecos para reconocer la jurisdicción de este último país sobre una supuesta zona económica exclusiva marítima que ambiciona Rabat. De nuevo surge la misma cuestión ¿cuál es la baza negociadora de España en este asunto? Ninguna.

Los próximos años van a ser muy duros para Melilla y Ceuta en el marco de las relaciones hispano-marroquíes y lo es por el aumento de la presión nacionalista, la ideología que estructura no solo el sistema político marroquí sino lo que es peor, la toma de decisiones en materia exterior, algunas de ellas desacertadas. Y ello es así por la tensión con la otra ideología dominante en Marruecos, el islamismo, que compadece mal, acciones como el reconocimiento diplomático de Israel por el Majzen. La etapa de negociación entre éste y el islamismo en Marruecos parece haber terminado o al menos, se está reformulando. Y para colmo de males, la guerra en el Sahara con el Polisario vuelve a activarse con cierta contundencia, circunstancia que va a llevar al Majzen a presionar a España para reconocer el plan de autonomía sobre los territorios ocupados del Sahara Occidental. Y de nuevo surge la misma pregunta ¿cuál es la baza negociadora de España? La respuesta, me temo, ya la saben. Los discursos demagógicos y las comparaciones estériles como la de Gibraltar no sirven de nada y desenfocan la verdadera cuestión o la definición del problema. Y esa cuestión no es otra que estar totalmente integrados en España y la UE o no estarlo, como en la actualidad. El futuro de Melilla dependerá de la solución a este dilema. Por mi parte lo he dicho con rotundidad, hay que fortalecer la españolidad de Melilla y Ceuta políticamente y eso se logra integrándonos plenamente con el resto del país en la UE y el espacio Shengen, manteniendo un régimen económico y fiscal diferenciado y un nuevo marco normativo en materia migratoria que trate expresamente este problema en las dos ciudades. Por lo demás, la mayor fortaleza de Melilla y Ceuta es precisamente no tener que competir con el país vecino en nada. Este debería ser, en mi opinión, el punto clave de cualquier estrategia que se adopte en las dos ciudades.

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