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Una revolución para Melilla

La palabra revolución tiene siete acepciones, según la Real Academia Española. La primera: acción y efecto de revolver o revolverse. La segunda: cambio profundo, generalmente violento, en las estructuras políticas y socioeconómicas de una comunidad nacional. La cuarta: cambio rápido y profundo en cualquier cosa. En este último sentido utilizo hoy la palabra revolución, aplicada a Melilla.
Me parece evidente, una evidencia a gritos, que Melilla necesita un cambio rápido y profundo, especialmente en sus estructuras políticas y socio económicas. Sin una revolución no hay buen presente ni, muy especialmente, puede haber algún futuro.

Para conseguir el cambio rápido y profundo que necesitamos deberíamos fijarnos y analizar lo que han hecho otras ciudades del mundo para salir de la nada y entrar en el desarrollo y el progreso.

El ejemplo, la referencia más espectacular y más notoria es la de la ciudad-estado de Singapur. Singapur es una de las principales ciudades globales y el tercer mayor centro financiero del mundo, además del tercer país con mayor renta per cápita y figura entre los primeros países del mundo en educación, sanidad, transparencia política y competitividad económica. Está considerada como la nación más competitiva del mundo. Posee una economía de mercado libre y próspera.

Aunque Singapur tiene características muy diferentes de Melilla – 5,7 millones de habitantes, más de 800 kilómetros de superficie- tiene otro tipo de características parecidas: ciudad isla, multiculturalidad, personas valiosas, situación geográfica estratégica.

Lee Kuan Yew fue el artífice de la conversión de Singapur, que era una pequeña isla con pocos recursos naturales, en una potencia económica. Lee, falleció en 1985, a los 90 años, y “forjó un Singapur próspero, moderno, eficiente y prácticamente libre de la lacra de la corrupción, lo que hizo que los inversores extranjeros acudieran al país”. En 1959, inmerso Singapur en una pésima situación económica y política, el recién creado partido de Lee, Acción Popular (PAP), ganó las elecciones y él se convirtió en primer ministro, puesto que mantuvo hasta 1980. Él fue el gran artífice de la revolución, del cambio profundo de la isla.

Melilla es, aunque geográficamente no lo sea, una “pequeña isla con pocos recursos naturales”, como lo fue Singapur. También, a semejanza de Singapur, Melilla tiene geográficamente una situación estratégica. La diferencia fundamental es que Singapur disfruta ahora de una economía de mercado libre y próspera, mientras que Melilla padece una economía intervenida por la Administración pública y paupérrima. Y la otra diferencia fundamental es que el pueblo singapurense reaccionó, cambió su estructura politica, encontró a una persona y un partido político clarividentes y se produjo la revolución que le ha llevado a donde está, mientras que Melilla tiene la estructura política que tiene y la situación mortecina que padecemos.
¿Se puede cambiar la situación de Melilla? Yo creo que sí, pero entrando en la Unión Aduanera Europea y, desde luego, con otros mimbres, con otras personas y sobre la base de un pueblo que exclame ¡basta ya!, pierda el miedo y reaccione. Un pueblo que en la lucha de los productivos y los improductivos, apoye a los productivos.

Posdata
MELILLA HOY recoge todos los días, en su página 2, un pequeño resumen de lo que ocurrió en nuestra ciudad y publicamos hace 25 y 30 años. Es muy interesante para comprobar lo que va de ayer, un ayer ya lejano, a hoy. El martes, en “Hace 30 años” recogimos lo siguiente: “La sede de la Asociación Cultural Melillense Averroes, que presidía Uariachi Mohamed y que había sido una de las que no se sumó a la manifestación contra la guerra del Golfo, resultaba alcanzada en plena madrugada por dos cócteles molotov lanzados contra sus puertas y ventanas por personas aún sin identificar”. Cambia, todo cambia. Excepto lo del colocado a dedo asesor de Dunia Almansouri, el “niño de la boda”, Latif El Fhami, que sigue cobrando y actuando como el arpa del célebre verso de Becquer: “Del salón en el ángulo oscuro/ de su dueña tal vez olvidada/ silenciosa y cubierta de polvo/ veíase el arpa”. Se ríe mucho…de nosotros.

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Enrique Bohórquez López-Dóriga

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