Desde Melilla, al igual que del resto de España, se han seguido con atención las elecciones autonómicas en Cataluña. Los resultados no pudieron ser peor para constitucionalistas, después de que el independentismo aumentara distancia con el constitucionalismo y sumara más del 50% de los votos. Junts, ERC y la CUP consiguieron 74 diputados, cuatro más que en 2017, y 21 más que los que suman el PSC, el PP, Vox y Cs, lo que podría dejar a los socialistas -primeros en votos, pero empatados a escaños con ERC- sin la presidencia.
En el centro derecha, el descalabro fue desgarrador en el caso de Ciudadanos, que bajó de 36 a 6 y especialmente duro en el PP, que no solo no incrementó su hasta ahora pírrica representación de cuatro escaños, sino que incluso bajó, en una semana dura, en la que volvió a aflorar el fantasma de Bárcenas en la recta final de la campaña electoral. Una jugada maestra del Gobierno con su ex ministra de Justicia al frente de la Fiscalía General del Estado y una alta abstención que fue igualmente demoledora. Vox, en cambio, irrumpió con fuerza y sumó 11 diputados, que le permiten ser la cuarta fuerza del Parlamento.
Por otro lado, el presidente Pedro Sánchez, salió reforzado en las elecciones catalanas, en las que su apuesta por el ex ministro Salvador Illa como candidato socialista se ha saldó con la victoria del PSC en número de votos, con su mejor resultado desde 2006. Sin embargo, este triunfo no le asegura la presidencia de la Generalitat frente al bloque independentista que podrían formar ERC, Junts y CUP. Y, en frente, la alternativa nacional del PP salió debilitada tras perder ante Vox.
No obstante, los resultados que se registran en Cataluña, como los que suelen producir en el País Vasco, no son extrapolables al resto del territorio nacional, pero ello no debe ser óbice para analizar por qué el constitucionalismo no logra mejores resultados en estas regiones y extraer conclusiones que permitan cambiar esta dinámica que solo favorece a los enemigos de España.
