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Pan y circo

El Gobierno ha conseguido su propósito. La estatua ha sido una bomba de humo perfecta y estos días nadie habla de Covid, la mejorable gestión de la pandemia, cómo nuestra economía se hunde cada día más. Las polémicas de los últimos días, negativas para diferentes miembros del Gobierno en particular, y que dañan al conjunto, en general, han sido sustituidas por la madre de todas ellas Panem et circenses (literalmente «pan y circo») es una locución latina peyorativa de uso actual que describe la práctica de un gobierno que, para mantener tranquila a la población u ocultar hechos controvertidos, provee a las masas de alimento y entretenimiento de baja calidad y con criterios asistencialistas.
Eso es lo que hemos tenido en nuestra ciudad en los últimos días, pan y circo con la estatua de Franco, que le ha venido como anillo al dedo al Gobierno tripartito para distraer la atención de los melillenses y españoles en general de los graves problemas y variadas polémicas que lo rodean. A Pedro Sánchez le funcionó con la exhumación de Franco del Valle de los Caídos. ¿Cómo iba a ser diferente ahora con la estatua?
El Gobierno ha conseguido su propósito. La estatua ha sido una bomba de humo perfecta y estos días nadie habla de Covid, la mejorable gestión de la pandemia, cómo nuestra economía se hunde cada día más. Las polémicas de los últimos días, negativas para diferentes miembros del Gobierno en particular, y que dañan al conjunto, en general, han sido sustituidas por la madre de todas ellas.
Varias han sido las contradicciones en las que ha incurrido el Gobierno con todo este asunto. Una muy llamativa, que haya retirado la estatua de tapadillo y sin avisar, aun habiendo preguntado expresamente por ello unas horas al presidente, Eduardo de Castro. No quiso responder lo que, seguramente, ya sabía. Ninguna supuesta cautela está justificada en este caso, si esa es la razón, cuando las partes implicadas, De Castro y PSOE local, publicaron en las redes sociales la retirada de la estatua mientras se estaba produciendo. Y, sobre todo, cuando el día antes, en el pleno, el Gobierno defendió que precisamente se había llevado el tema a la Asamblea porque “estas cuestiones tan importantes que marcan el carácter de una democracia no se deben hacer con nocturnidad. Hacer desaparecer la estatua de Franco de forma sigilosa no beneficia a nadie”. La frase, de Dunia Al-Mansouri, no se corresponde con la retirada sin avisar que se llevó a cabo ayer. Aunque estamos todos de acuerdo en que peor habría sido de madrugada y después del toque de queda, como se ha hecho en otros puntos del país.
Otra contradicción es la prisa que se ha dado el Gobierno de Melilla en quitar la estatua, en contraste con la lentitud con la que gestiona todo, incluso cuestiones de las que dependen vidas humanas, como ha sucedido en esta pandemia. A las 24 horas de aprobarlo, procedió a ejecutar el acuerdo. Mientras tanto, los problemas y necesidades de Melilla duermen el sueño de los justos. No pocos ciudadanos hacían esa reflexión en las redes sociales. El Gobierno haría bien en repasarlas si quiere saber el sentir y la opinión de la ciudadanía, cuyos intereses, teóricamente, debe proteger.
La prisa se debía a una cuestión de simbología, y era hacer coincidir el adiós a la estatua de Franco con el cuadragésimo aniversario del 23-F, quizá para darle un mayor realce a una decisión a la que el Gobierno no ha metido mano hasta llegado el ecuador de la legislatura. Gloria Rojas justificó la tardanza diciendo que “la salud es lo primero”. Cuando Melilla va camino de los 70 fallecidos y un año después de iniciada la pandemia se siguen notando demasiadas carencias, el tripartito parece haber cambiado esas prioridades. Para cumplir la Ley de Memoria Histórica, como alega el Gobierno, no hacía falta tanta representación escénica.

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