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¡Basta ya!

Paseando por el magnífico Parque Hernández de nuestra ciudad -lo que ahora hago de vez en cuando- se puede ver una estatua del autor, entre otras obras, de Eros y Anteros, Credo de libertad y la Historia Interminable, el melillense Miguel Fernández, premio nacional de Poesía en 1977. Una estatua con una inscripción poética en el parterre que comienza así : “No tengo más oficio que estar solo/ mirando la techumbre de mis nubes…”. Murió Miguel Fernández en 1993 y los que le conocimos le vemos muy bien reflejado en ese verso que en el Parque se puede leer. Así, leyéndole, mirando la techumbre de las nubes, nos podemos distanciar de seguir meditando sobre nuestra desdichada situación política, sanitaria y económica.
Pero terminamos por volver a la política y recapacitamos sobre el disputado voto del centro derecha, o la derecha, sin prefijo, si se prefiere. En las elecciones generales españolas de 2011 el centro derecha, que era solo el PP, obtuvo 10.866.566 votos, el 44% de los votos válidos y, con ellos, 186 diputados, mayoría absoluta holgada.

Cuatro años más tarde, 2015, el centro derecha obtuvo 10.809.507 votos, prácticamente los mismos que en 2011, pero en ese espacio político había ya dos partidos, el PP, que consiguió 7,9 millones de votos, y Ciudadanos, que logró 3,1 millones. El PP, por el sistema D’Hont, se quedó en 123 escaños -Cs, 40- y así se consolidó la desastrosa política de pactos con los nacionalistas-independentistas para poder gobernar.

En las elecciones generales del 10 de noviembre de 2019 -las últimas celebradas- ya hay tres partidos de centro derecha, que sumaron 10,4 millones de votos -casi lo mismo que en las elecciones anteriores- pero en esta ocasión ya repartidos en tres partidos: el PP, 5,0 millones; VOX, 3,7; y Cs, 1,7. Entre las tres formaciones, solo 151 escaños y el resultado es el PSOE gobernando con comunistas y separatistas.

Cs, que intentó sobrepasar al PP y estuvo a punto de lograrlo, ahora se bate en confusa retirada y lo previsible es que en el centro derecha permanezcan solo PP y VOX. Las encuestas, la última la de Report para el diario La Razón, -no las de Tezanos/Pedro Sánchez- concluyen que el centro derecha volvería a obtener 10,7 millones de votos, que en una lista conjunta significarían, como en 2011, una holgada mayoría absoluta, pero se quedarían en 170 diputados, no suficientes para gobernar, si se presentaran por separado.

Es evidente: la división del voto lastra las opciones del centro derecha y le impide gobernar. O, como la experiencia política reciente nos muestra, no solo impide que gobierne el centro derecha, sino que permite que lo haga una fatídica, para España, coalición social-comunista-separatista, que es lo que ha preferido y elegido -a pesar de sus promesas electorales- ese rompedor del socialismo que es Pedro Sánchez.

Me consta que en Melilla hay intentos de aunar PP-VOX-Cs en una sola lista electoral para las elecciones locales de 2023, dentro de poco más de dos años, que parecen muy lejanos pero que no lo están tanto. Si se hubiese producido ese pacto electoral en 2019, esa hubiera sido la lista ganadora, sin duda, pero las disputas interpartidos derechistas, por una parte, y las ganas de cambio, por otra, llevaron al resultado actual, manifiestamente mejorable.

La aspiración de una sola lista electoral de derechas, en este caso y en Melilla, de PP y VOX, con alguna ayuda de lo que quede de Cs (Justo Sancho Miñano) es comprensible, pero la composición de esa lista, empezando por el número 1, no es ni mucho menos fácil. La idea precede a la acción, pero -como escribió el melillense Fernando Arrabal en su “Carta a José María Aznar. Con copia a Felipe González”- la utopía y el sueño, “son las trampas más repugnantes de los demagogos”. Por más vueltas que le queramos dar a la situación política de Melilla, todo nos termina conduciendo a una conclusión: Melilla necesita un verdadero partido local, independiente, interétnico, dirigido por personas que no tengan que depender de la política para comer, ni estén dañadas por la vida política anterior.

Posdata
Directamente en el periódico hemos sufrido mucho por el ataque del corona virus a uno de los nuestros. Su vida peligró mucho y, aunque la recuperación va para muy largo, afortunadamente se salvó. Otros, como mi amigo José Manuel Tomé, no han podido vencer al virus y el lunes Manolo -al que conocí, y protegí, hace ya muchos años, de las novatadas en la Residencia de Estudiantes de Barcelona- falleció. Ha sido la víctima 73 en Melilla, una cifra terrible. Son ya demasiadas muertes en una pequeña ciudad como la nuestra. Son ya demasiados daños, de todo tipo, los que hemos padecido. Son ya demasiado pocas las vacunas que se han inyectado. Gritar ¡Basta ya! es lo menos que debemos hacer, aún conscientes de que no bastarán nuestros angustiados gritos para solventar esta catástrofe que a nosotros, melillenses, nos azota más duramente aún que al resto de los españoles.

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Enrique Bohórquez López-Dóriga

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