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Comunismo o libertad

“España me debe una”, declaró, ingeniosamente, Isabel, al saber que Iglesias iba a abandonar la vicepresidencia del Gobierno español para dedicarse a competir con ella en Madrid Los idus de marzo. Así llamaban los romanos a los días 15 del mes consagrado a Marte (martius o marzo). También ha habido unos idus de marzo, aunque mucho más cercano en el tiempo, concretamente en 2020, momento en el que el Gobierno de Pedro Sánchez impuso un confinamiento total en España, con el covid 19 como fondo y la vulneración de las libertades como instrumento. Y lo mismo que Julio César -como cuenta Plutarco en sus Vidas Paralelas, despreció, en el año 42 a.C., el augurio del augur y fue asesinado- el Gobierno de Sánchez ignoró las previsiones e informaciones sobre la pandemia y, hasta ahora, más de 100.000 españoles lo han pagado con una muerte que, en muchos casos, podía haberse evitado.

También han estado a punto de producirse unos idus de marzo en la política española. En este caso la políticamente sacrificada iba a ser Isabel Díaz Ayuso, la presidenta de la Comunidad de Madrid, la comunidad estrella de la derecha, la estrella de esa Comunidad (y del PP). Pero esta vez, a diferencia de lo que ocurrió con el gran Julio César, resulta que la que los “listos” de Pedro Sánchez consideraban “tonta” ha resultado ser mucho más lista, y más firme, y más rápida, y mucho más inteligente que los autoproclamados listos oficiales, incluyendo al que se considera el super listo entre los listos, el comunista Pablo Iglesias, que ya, para ventura de los españoles, va a dejar de ser vicepresidente del Gobierno y que, además, le ha dado hecha a Isabel su campaña electoral para el 4 de mayo: votar comunismo (el Iglesias del moño) o libertad (lo que ella representa y defiende en Madrid).

La toma de Madrid se le ha puesto a Sánchez cuesta arriba, leo y coincido con ello. Más cuesta arriba todavía con el rechazo de Mas Madrid, del despreciado Errejón, hacia Pablo Iglesias, el que le despreció, y a su absurda propuesta de ir juntos a las elecciones madrileñas y presidir él, el perdedor, la candidatura.
“Va a llover barro” contra Ayuso, titulaba Ignacio Camacho en su columna de ABC el lunes. Sí, enfrente va a tener Ayuso “gente que dispone de todos los recursos del Estado y que no van a dudar en usarlos”. “A ver dónde aparece la primera cabeza de caballo”, añadía Camacho, recordando la famosa y terrible escena de la decapitación del caballo blanco en la película El Padrino. Sí, es probable que todo eso ocurra, pero es seguro que -a diferencia de lo que le ocurrió a Mariano Rajoy- a Isabel Díaz Ayuso, como acaba de demostrar impidiendo la moción de censura de PSOE y Cs, no la van a sorprender, ni la van a asustar. Y estoy seguro de que va a contar -le hagan lo que le hagan, le digan lo que le digan, la amenacen como la amenacen- con el apoyo directo y electoral de la mayoría de los madrileños, además de con el aliento y el agradecimiento de la mayoría de los españoles, yo incluido.
“España me debe una”, declaró, ingeniosamente, Isabel, al saber que Iglesias iba a abandonar -no se sabe cuándo- la vicepresidencia del Gobierno español para dedicarse a competir con ella en Madrid. Y es verdad que España le debe una, y grande. Porque, como decía Francisco Bohórquez en su artículo del martes, estamos ante “el más que posible fin de Pablo Iglesias”, un vago redomado que, aunque parecerá imposible e increíble a las futuras generaciones, llegó a vicepresidente de España, un gran país al que pretendió destruir.

Lo conocido ayer fue que el origen de todo este pandemónium político -la moción de censura del PSOE, de Sánchez, y el ya casi difunto Cs, de Arrimadas, en la Comunidad de Murcia- también ha fracasado, al negarse a firmarla los tres diputados que fueron expulsados de VOX. El ridículo de los censurantes no puede ser más espantoso. Tome nota -aunque estoy seguro de que no lo va a hacer, ni lo va a entender- el también expulsado de VOX, en este caso en Melilla, Jesús Delgado Aboy, quien, según me asegura un amigo, presume de que va a ser el próximo presidente de Melilla. “Soy el número 13”, dice, así que seré presidente cuando echemos a Eduardo de Castro, espera. El ridículo continúa y crece.

Posdata
¡Qué belleza la puesta del sol, sobre las siete de la tarde, en el cielo de Melilla! Su visión me retrotrae a los recuerdos de mi infancia en la azotea de mi casa. Y, ¡cuántas buenos personas hay en esta ciudad! Comí, el martes, con Nono Miranda. Es un placer hablar distendidamente con una persona que posee un saber tan natural. Algunos, que se creen sabios, le menosprecian. Deberían aprender de él. Y en su partido, al que es verdaderamente fiel -no como otros muchos- deberían haber aprovechado mejor, y seguir aprovechando, su bonhomía.

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Enrique Bohórquez López-Dóriga

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