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Un mes para recuperar derechos y libertades

Queda apenas un mes para que podamos entrar y salir de Melilla sin dar explicaciones de adónde vamos y para qué. Un mes para que podamos salir de noche o de madrugada a la calle si queremos. Un mes para recuperar derechos fundamentales y libertades que los melillenses hemos sacrificado por la salud pública sin que algunos de quienes nos gobiernan lo hayan aprovechado para que nuestra ciudad salga del riesgo extremo en el que nos encontramos desde finales del verano pasado El anuncio del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, de que su intención es que el 9 de mayo sea el «punto final» del estado de alarma, inicia una cuenta atrás para que los españoles recuperemos parte de nuestras libertades perdidas en los últimos casi seis meses. Fue el 25 de octubre cuando el BOE publicó el Real Decreto 926/2020, por el que quedaba declarado el estado de alarma para contener la propagación de infecciones causadas por el SARSCoV-2. Un domingo en el que medio Ejecutivo local se presentó en chándal al Consejo de Gobierno para decidir cómo se aplicaría el estado de alarma, y al final la reunión se quedó en una foto, porque la decisión sobre el horario del toque de queda y el cierre perimetral no llegaría hasta dos días después.
Anécdotas a un lado, la realidad es que llevamos más de cinco meses con nuestras libertades y derechos fundamentales mermados en virtud del estado de alarma, el segundo de la pandemia. Y la ciudadanía lo ha asumido porque comprende que hablamos de un problema de salud pública, una pandemia que requiere de limitaciones en el movimiento de personas para prevenir contagios. El problema es la injusticia y la desigualdad que su incumplimiento ha generado sin que lo hayan impedido nuestros responsables públicos, aquellos que asumieron sus cargos prometiendo o jurando que cumplirían y harían cumplir las normas. Así hemos asistido a un éxodo en Semana Santa, camuflado de razones sanitarias, sin que haya pasado nada. Media Melilla ha viajado mientras la otra media Melilla se ha quedado confinada y nuestros gobernantes deben verlo tan normal, a juzgar por su pasividad.
Cuando decaiga el estado de alarma, también supondrá el fin tanto de los cierres de frontera entre comunidades autónomas como del toque de queda, ya que son restricciones que afectan a derechos fundamentales. Las autonomías, aunque se coordinen en el Consejo Interterritorial de Salud, volverán a partir del 9 de mayo a la situación anterior al estado de alarma y por lo tanto sólo pueden adoptar «medidas ordinarias» en materia de sanidad, según los juristas.
La única salvedad para que se puedan volver a limitar derechos fundamentales será en casos muy definidos e individualizados, valiéndose de la Ley Orgánica de Medidas Especiales en Materia de Salud Pública de 1986, lo que permitiría cierres perimetrales de zonas sanitarias, barrios o como mucho de ciudades, pero tendrían que contar con el aval de los tribunales.
Volvemos, por lo tanto, a la situación que se vivió el verano pasado, en la que la Ciudad Autónoma, como el resto de las administraciones, podría, por ejemplo, restringir horarios comerciales y de hostelería.
Dicho de otro modo, a partir del 9 de mayo diremos adiós a los repetitivos decretos del presidente De Castro prorrogando el cierre perimetral y el toque de queda, medidas que seguramente habrá adoptado por considerarlas necesarias, pero que pocas veces ha argumentado las razones, ya que en estas últimas semanas pocas veces ha comparecido públicamente. Hace más de un mes y medio que no da una rueda de prensa, con la que está cayendo.
Queda apenas un mes para que podamos entrar y salir de Melilla sin dar explicaciones de adónde vamos y para qué. Un mes para que podamos salir de noche o de madrugada a la calle si queremos. Un mes para recuperar derechos fundamentales y libertades que los melillenses hemos sacrificado por la salud pública sin que algunos de quienes nos gobiernan lo hayan aprovechado para que nuestra ciudad salga del riesgo extremo en el que nos encontramos desde finales del verano pasado. A algunos les queda la duda de si, visto lo visto, ha sido un estado de alarma baldío.

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