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La época dorada del transfuguismo

Agarrarse al sillón y no entregar el acta cuando te expulsan de las siglas por las que te presentas a unas elecciones no es regeneración política ni un ejemplo de buena conducta. Negar el transfuguismo y escudarse en el “y tú más”, como hizo Gloria Rojas, tampoco. Quienes hoy aplauden a los tránsfugas pueden ser víctimas mañana de unas veletas movidas por el interés particular. Lamentablemente, parece que nos encontramos en la época dorada del transfuguismo. La fragmentación del tablero político en los últimos años con la llegada de nuevos partidos ha dado lugar a parlamentos donde las mayorías absolutas son anecdóticas, a diferencia de lo que sucedía en tiempos pasados. El diálogo y el consenso son elementos indispensables para sostener a gobiernos de coalición y en algunos casos, cada escaño es clave en la balanza. Se trata, sin duda, de un caldo de cultivo propicio para el transfuguismo, un cáncer de nuestra política al que, lejos de poner coto, algunos le están riendo la gracia.
Un ejemplo muy propicio lo tenemos en Melilla. Hacía muchos años que no teníamos diputados tránsfugas en nuestra Asamblea, llamados, eufemísticamente para no levantar ampollas, diputados no adscritos. Hace año y pico se dio el caso del expresidente de Vox, Jesús Delgado, que se negó a entregar el acta de diputado tras ser expulsado de la Asamblea y encima, fue premiado por el Gobierno al que ahora apoya, lejos de lo que hacía desde la bancada de Vox, dándole voto en todas las comisiones y nombrándole consejero de Promesa en representación de Coalición por Melilla.
Lo más seguro es que en breve tengamos un segundo diputado tránsfuga cuando Ciudadanos formalice la expulsión de su único diputado en Melilla, Eduardo de Castro. Y el Gobierno al que pertenece, y del que es presidente, repite la misma estrategia que con Delgado. Es cierto que aún no se ha producido ese momento, como ayer decía la consejera de Hacienda, porque Ciudadanos tendrá ahora que dirigirse a la Asamblea para comunicar que su diputado ya no está en sus filas, al igual que hiciera Vox en su día con su expresidente. Pero eso no quita para que el Gobierno actúe como si no pasara nada y, lo que es peor, negando la mayor.
Los socios políticos, PSOE y Coalición por Melilla, han dicho abiertamente esta semana que no consideran que De Castro sea un tránsfuga. Lo es. Y con todas las letras. Así lo establece no solo la Real Academia de la Lengua Española, sino también un reciente acuerdo del Pacto Antitransfuguismo que este Periódico reprodujo hace unos días, y que para más inri, impulsó el PSOE en el Congreso de los Diputados en noviembre. El partido de Gloria Rojas y Pedro Sánchez está demostrando que sus propuestas son papel mojado, porque hace lo contrario de lo que dice. Su credibilidad sufre una creciente hemorragia que terminará por afectar seriamente su salud política.
El transfuguismo no es cuestión de interpretaciones en función de si interesa o no. Es una lacra que hay que desterrar en lugar de darle cancha, como estamos viendo aquí y en otros lugares de España, por el enorme daño que puede hacer a la democracia y estabilidad política. Ningún partido está libre de verse afectado algún día por tener tránsfugas en sus filas. Tampoco es de recibo que algunos lo defiendan diciendo que fueron elegidos por las urnas. Si preguntaran a los votantes que auparon al escaño al tránsfuga, seguramente gran parte tendría la sensación de que le han timado porque su voto está sirviendo para lo contrario de lo que pretendían. Nuestros políticos tienen la falsa percepción de que les votaron a ellos y no a las siglas. Tiene gracia que eso lo piensen Delgado y De Castro, dos políticos con el carisma en números rojos.
Agarrarse al sillón y no entregar el acta cuando te expulsan de las siglas por las que te presentas a unas elecciones no es regeneración política ni un ejemplo de buena conducta. Negar el transfuguismo y escudarse en el “y tú más”, como hizo Gloria Rojas, tampoco. Quienes hoy aplauden a los tránsfugas pueden ser víctimas mañana de unas veletas movidas por el interés particular.

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