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Adelantar las elecciones locales o aprovechar la oportunidad

Que “la política melillense cada día se parece más al camarote de los hermanos Marx”, aunque sin gracia, no parece preocuparles excesivamente ni a De Castro, ni a Mustafa Aberchán. En esta vuelta al pasado en la que me encuentro con la lectura de los ejemplares de nuestro periódico desde su nacimiento hasta hoy -hasta el 21 de abril de este año, nuestro 36º cumpleaños, será el período que contemplará mi libro, o mis dos libros- observo cómo, con gran frecuencia, se repiten las actitudes de muchos de los que han tenido durante años un notable protagonismo político en nuestra ciudad.

Uno de ellos, con mucho protagonismo hoy, es Mustafa Ahmed Moh, más conocido por su apodo, Mustafa Aberchán. A él lo aupó a la presidencia de un partido recién creado -con gran oposición de otros partidos o asociaciones “locales” de tinte musulmán, alguno apoyado claramente por el que fuera líder del colectivo musulmán melillense, Aomar Mohamedi Duddú, con Mohamed Bussian como activo segundo- un conocido empresario local, Uariachi Mohamed, influyente y siempre en la sombra, años atrás y ahora.

Aberchán fue, poco a poco, aprendiendo a hablar correctamente español y hasta llegó a ser, aunque por poco tiempo, presidente de la Ciudad Autónoma de Melilla. Durante su breve período presidencial todo, según sus declaraciones, iba bien, pero cuando ha estado en la oposición -la mayoría de su vida política- todo ha estado mal, según él, y siempre ha aparecido algún culpable exterior al que adjudicar el mal.

Ahora, que a Eduardo de Castro lo hayan expulsado de su ya expartido, Ciudadanos, no se debe a lo que él ha hecho o no ha hecho en el partido -como votar a favor de él mismo en la Asamblea- sino a lo que, según Aberchán, ha hecho alguien de fuera, en este caso Javier Imbroda, consejero de Educación de Andalucía y miembro de Ciudadanos, contra el deseo de su hermano Juan José, por cierto.

Aberchán declara que “no ve a De Castro con una preocupación excesiva”. Normal, si la culpa de lo que le pasa no la tiene él, según Aberchán, sino, en esta ocasión, Javi Imbroda. Que -según el ex consejero de Aberchán, José Megías- “la política melillense cada día se parece más al camarote de los hermanos Marx”, aunque sin gracia, no parece preocuparles excesivamente ni a De Castro, ni a Mustafa Aberchán, quien, aunque condenado, es el que más manda en una Asamblea a la que no puede pertenecer por decisión judicial. Extraña situación democrática.

En una democracia consolidada, esta anómala situación política, melillense en este caso, se debería resolver mediante unas elecciones y que el famoso “we, the people”, “nosotros, el pueblo”, en el que reside la soberanía, decidiera quiénes deberían gobernar la ciudad. Aquí, con esa extraña situación de Ciudad Autónoma que padecemos, no se pueden adelantar elecciones, pero sí es cierto que una Ley, la de Bases de Régimen Local, lo permite, siempre que la Asamblea lo pida y el Senado lo apruebe. Creo que la presente situación política melillense, sin entrar en culpabilidades, es insoportable, para los melillenses en general e incluso, muy señaladamente, para los políticos gobernantes en particular.

Gobernar eficazmente con la composición actual del gobierno de Melilla -una situación de inevitables disensiones internas, ahora empeorada con la desaparición de la excusa del “tripartito”- es imposible. Los hechos, los resultados, lo demuestran e incluso el panorama judicial de muchos de los miembros del Gobierno es peor que preocupante. “Varios de los gobernantes actuales van a terminar en la cárcel”, me aseguran expertos abogados. “Será tarde, pero ocurrirá”, añaden. Puede ocurrir o no, pero el diagnóstico no debería ser despreciado.

Todo, incluyendo el sentido común y la misma conveniencia personal de muchos políticos locales, nos conduce a concluir que deberían agotarse todos los medios para intentar adelantar las elecciones locales, en vez de apurar y agravar durante dos años esta pesadilla. Oportunidad hay.

Con otros líderes políticos locales cabría una especie de gobierno de concentración de todos los partidos con representación en nuestra Asamblea, pero eso, a diferencia de lo que ocurrió en el pasado próximo -Aberchán gobernó con Imbroda, la UPM de Imbroda gobernó con el PP, PP y PSOE también gobernaron juntos, etc- es hoy, desgraciadamente, imposible con los actuales líderes, Imbroda, Aberchán y Rojas. La solución es evidente, pero, me parece, no se producirá, aunque hay una oportunidad clara de cambiar y no tener que seguir dos años más así.

La maldición de Podemos
“Unos fascistas miserables que recurren a la violencia contra el adversario político. Podemos es lo peor que le ha pasado a España en mucho tiempo…y la culpa es única y exclusivamente del personaje que les ha metido en las instituciones…Pedro Sánchez”, escribe Francisco Bohórquez, que coincide con lo que mantiene Rosa Díez en su último libro, “La demolición”.

Hay una reciente frase de Pablo Iglesias que resume perfectamente el tipo de parásito comunista que es: “Solo un cretino se sentiría bien con mucho trabajo”. Él, un vago redomado, siempre viviendo a costa de los demás, se considera muy listo, porque jamás ha trabajado y vive, cada vez mejor, a costa nuestra. A lo peor tiene razón, y en España hay muchos cretinos que trabajamos mucho para que él siga parasitándonos. Espero que en Madrid el parásito podemita y comunista Pablo Iglesias, el candidato peor valorado por los madrileños, tenga el 4 de mayo el resultado electoral que se merece: el desprecio de la mayoría de los votantes.

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Enrique Bohórquez López-Dóriga

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