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Leer y pensar

“Una mediocridad intelectual sin ideas originales ni principios morales”. ¿A cuántos políticos melillenses se les puede aplicar esta frase? O, por hacer más fácil y menos numerosa la respuesta: ¿a cuántos no se les podría aplicar? Volver al peor pasado
Sobre el intento de volver al pasado, en este caso a los fusilados en nuestra guerra civil y la conveniencia de saber más y pensar mejor. Del libro de Miguel Platón “El primer día de la guerra. Segunda República y Guerra Civil”, Segunda Edición -que publicaremos pronto-: Se estableció -en España, años 1936 y siguientes- “un clima general de impunidad que sólo cedió con el paso del tiempo y nunca del todo: ni en los hunos ni en los hotros, según la expresión utilizada poco después por Miguel de Unamuno en una de sus últimas cartas”. Y “una de las paradojas de estas primeras semanas de la guerra fue que los militares sublevados tenían mayor apoyo entre los marroquíes que entre los españoles del norte de África”. Interesante el recuerdo del pasado, para conocer mejor nuestro presente. Y para no intentar imponer, de rondón, lo que nadie en Melilla ha pedido.

De Pericles a Eduardo de Castro
¿Cuál fue el secreto del extraordinario florecimiento intelectual de Atenas en aquel su siglo de oro? Responde Indro Montanelli en su “Historia de los griegos”: la intimidad de contactos entre sus protagonistas recogidos en el angosto espacio de las murallas ciudadanas; en la intensa participación de todos en la vida pública; y en la libertad que la democracia de Pericles supo garantizar a la circulación de las ideas.
¿Qué era la Atenas de aquellos años? Una ciudad de poco menos de doscientos mil habitantes, de los cuales solo poco más de treinta mil era ciudadanos, el don supremo de los atenienses.

Hoy Melilla tiene una superficie muy pequeña, como Atenas entonces, y más de ochenta y cinco mil ciudadanos, muchos más de los que Atenas tuvo. Pero aquí, en Melilla, no hay intimidad de contactos, ni verdadera hermandad entre civilizaciones. Tampoco hay verdadera participación de los ciudadanos en la vida pública. Y mucho menos hay libertad en la circulación de ideas, sino confrontación e intervencionismo público. ¿Puede explicar eso la enorme, abismal diferencia entre la Atenas de su siglo de oro y la Melilla de hoy? Probablemente sí.

La conquista del poder político
Del libro “Las grandes entrevistas de la historia, 1859-1992”, edición de Christopher Silvester. En la entrevista de R. Landor, periodista del World de Nueva York, entregada en julio de 1871, realizada a Karl Marx, preguntándole sobre si la Asociación Internacional era una especie de figura de Jano con una honrada y sincera sonrisa de obrero en una de sus caras y en la otra la agresiva mueca de un conspirador homicida, contesta que no entendía el miedo que despertaba la Internacional, aunque reconocía que perseguía la emancipación económica de la clase obrera por medio de la conquista del poder político.

La conquista del poder político era/es la clave, pero no todos los medios son lícitos, ni eficaces, para intentar lograr el poder. Un ejemplo actual: lo que ha ocurrido con los protocolos en Correos y los sobres con balas dirigidos al candidato de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, al ministro Marlaska y a la poco conocida Directora General de la Guardia Civil.

Cui prodest, ¿a quién beneficia?, es la primera pregunta que se hacen los investigadores de hechos delictivos. Dicen que fue Protágoras el que echó una maravillosa semilla en la sociedad ateniense: la semilla de la duda. Pues ahora toca dudar, aunque no demasiado, sobre qué políticos se intentan beneficiar electoralmente con este zafio envío de balas inútiles.

Posdata
Definía Mario Vargas Llosa al ex presidente francés F. Mitterrand como: “una mediocridad intelectual sin ideas originales ni principios morales”. ¿A cuántos políticos melillenses se les puede aplicar esta frase? O, por hacer más fácil y menos numerosa la respuesta: ¿a cuántos no se les podría aplicar?

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Enrique Bohórquez López-Dóriga

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