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Una nueva etapa para España

“Larra lamentó por muerta media España (“Aquí yace media España; murió de la otra media. El día de los difuntos de 1836”) y, sin embargo el difunto se puso en pie para continuar el combate mortal; un siglo después, anunciada por Azaña la muerte de la España católica, ésta se yergue y la que fenece es la España republicana… ¿cesará este siniestro empeño de suprimir al adversario?”. Lo escribió Ramón Menéndez Pidal, en su libro “Los españoles en la historia”, que leí en su tercera edición de marzo 1991 y que fue publicado por primera vez en 1947.
La Constitución española de 1978 dio una respuesta positiva a esa pregunta, una respuesta que parecía definitiva. Rodríguez Zapatero, con su inmensa torpeza y liderando al peor socialismo, rompió el equilibrio constitucional. Pedro Sánchez -en un aún peor socialismo, del que los socialistas históricos, encabezados por Felipe González, abominan- ha empeorado la ruptura y han conseguido la vuelta de las dos Españas que, como decía Antonio Machado, han de helarnos el corazón.
“Acuchillar extranjeros en vez de hacerlo entre nosotros mismos es una novedad que aquí, de vez en cuando, se agradece mucho”, escribe Arturo Pérez Reverte, conmemorando lo de Bailén en 1808, donde Napoleón sufrió su primera derrota. Pero seguimos acuchillándonos entre nosotros mismos.

Lo de la petición del PP local sobre el ingreso en prisión del político Mustafa Aberchán, condenado por el Supremo por uno de los delitos más graves que cualquier político puede cometer, incide en esa funesta manía de acuchillarnos entre nosotros. Tiene razón nuestro colaborador “JB”, cuando decía en su “La Semana” del lunes: “Hay que diferenciar lo político de lo personal y Aberchán debería dejar la política para siempre (ahí debe incidir el PP), pero pedir el ingreso en prisión de cualquiera es algo muy duro y que debería ser cosa de la fiscalía (si lo considera oportuno)”. Coincido con él y aclaro -una vez más y van cien mil- que yo no escribo el periódico; solo escribo, y firmo, estas mis Cartas del Editor. Lamento, además, la deriva en la que está inmersa Coalición por Melilla.

¡Libertad, libertad, libertad!
Madrid: Participación muy alta, interés máximo de los madrileños por una elecciones regionales que eran, y han sido, mucho más que eso. Han sido un despertar del pueblo, un basta ya de mentiras, de ineficacias, de propaganda comunistoide. Ha sido un sí se puede, un cambio que trasciende del ámbito regional y afecta a todo el país, este país, España, al que algunos de los que nos gobiernan no quieren ni siquiera nombrar.

El éxito siempre tiene muchos padres y este éxito espectacular en Madrid del Partido Popular, de la nueva derecha, no es una excepción. Pero, en este caso, sí es justo personificar tal éxito en una persona, una mujer: Isabel Díaz Ayuso, la persona que se atrevió a plantar batalla al socialcomunismo y a no reconocer la proclamada -y falsa- supremacía moral de la ultraizquierda.

El fracaso, sin embargo, no tiene padres, porque los que fracasan se intentan esconder. Pero en este caso el padre del fracaso ha sido tan evidente, tan notorio, tan intervencionista y chulesco, que resulta imposible que se pueda ocultar. El padre del fracaso se llama Pedro Sánchez, quien, como Jano, tiene dos caras: en una, la suya; en la otra cara, la de Pablo Iglesias. Que ambos desaparecieran de la primera fila de la política española sería un extraordinario beneficio colateral de las elecciones madrileñas de ayer.

La esperanza nacional en el cambio ha renacido. ¡Libertad, libertad, libertad! ha sido el lema de Isabel. Bajo ese paraguas ha conseguido más votos y más escaños que toda la ultraizquierda junta (la socialdemocracia no se ha presentado a estas elecciones). Ha sido un triunfo arrebatador de la libertad.

Posdata
En economía, como en la vida, el corto y el largo plazo están íntimamente relacionados, aunque nuestros Gobiernos, el nacional y el local, no se enteren. La política del Gobierno Sánchez, subir los impuestos, robar más a los ciudadanos, aumentará la ruina de los españoles. Lo de suprimir la bonificación fiscal a los matrimonios que declaren la renta conjuntamente es una estocada más a los más necesitados, especialmente a los jubilados, y la excusa de que lo hacen para que haya más mujeres trabajando es un sarcasmo, una farsa, una burla más a la inteligencia de los españoles. Una razón más para que, con más “Ayusos”, la libertad triunfe también en España, Melilla incluida.

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Enrique Bohórquez López-Dóriga

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