Las cifras récord de 2014 deben ayudar a que Europa despierte y se conciencie, de una vez, en que esta patata caliente está en las manos de los 28 países miembros y no únicamente en las de España Este año 2014 va camino de batir todos los récords en materia de inmigración irregular si nadie pone remedio. Cuando aún no se ha cumplido el primer trimestre, Melilla ya ha superado las estadísticas de llegadas clandestinas de prácticamente todos los ejercicios completos de este milenio. Es alarmante que en solo 70 días de 2014 se hayan contabilizado cerca de 1.100 extranjeros, muchos más de los que se registraron en ocho de los doce años completos anteriores. Y también lo es que casi la mitad de todos los que llegaron lo hicieran el mes pasado, aun cuando tiene el handicap de ser el más corto de todo el calendario.
Melilla ha pasado ya, afortunadamente, la hoja de febrero en el almanaque, pero todavía le queda por afrontar otras nueve páginas, entre ellas las que se supone que son de mayor presión migratoria, como son las que corresponden a los meses de verano. Cuesta imaginar cómo serán julio, agosto y septiembre si ahora, cuando peor tiempo hace, la ciudad no deja de estar en alerta permanente ante la posibilidad de que en cualquier momento haya una entrada por mar o por tierra.
Estas cifras deberían hacer despertar a quienes ven en el problema de la inmigración un buen tema para hacer política, como determinados partidos de la oposición. También a los que puedan considerar que el asunto no es tan grave, como al parecer piensan los responsables de la Unión Europea que miran hacia otro lado en este problema que sufre Melilla de forma tan directa. Es inadmisible que la comisaria europea de Interior, Cecilia Malmström, aún no haya decidido si da el visto bueno a la petición del Gobierno de destinar 45 millones de euros a refuerzos muy necesarios, pero también a medidas que contribuyan a favorecer la situación que viven los países de origen y, sobre todo, a luchar contra las mafias.
El Gobierno, por su parte, debe hacer más de lo que ya está haciendo a todos los niveles, especialmente en lo que concierne a Europa, donde creen que la dimensión del problema en Ceuta y Melilla no es tan grande como en otros lugares en los que también sufren los efectos de la inmigración clandestina, por ejemplo, Malta, Grecia o Italia en sus islas de Sicilia y Lampedusa. Es cierto que la mayoría de los inmigrantes irregulares llegan a Europa por los aeropuertos y que son más los inmigrantes que entran a las islas italianas que a Ceuta y Melilla, pero también hay que hacer entender a Europa que estas dos ciudades son sus únicas fronteras terrestres en África y que si no pone remedio, el problema irá en aumento como lleva ocurriendo desde 2010. Las cifras récord de 2014 deben ayudar a que Europa despierte y se conciencie, de una vez, en que esta patata caliente está en las manos de los 28 países miembros y no únicamente en las de España.
