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El cabecilla nació en Bruselas y los otros dos detenidos en Francia

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El cabecilla de la red desmantelada ayer por la Policía Nacional Mustafa Maya Amaya nació hace 51 años en Bruselas (Bélgica) de padres españoles pero residía en Melilla. Los otros dos detenidos en nuestra ciudad tampoco son propiamente melillense, porque ambos vieron la luz en Francia. Se trata de los galos Paul Cadic y Farik Cheikh, a los que el captador, Mustafa Maya, estaba alojando en su casa de La Cañada, a la espera de salir rumbo a Siria de manera inminente. La Policía española estuvo coordinada en todo momento con los efectivos de la Direction Générale de Surveillance du Territoire (DGST), quienes arrestaron de forma paralela en el pueblo de Arruit, donde había vivido Maya, a tres de sus colaboradores: Tarik Ahnin, Soufian el Moumni y Mohamed Karraz. Maya ya había tenido relaciones con una célula del AQMI radicada en esa población y que fue desmantelada en noviembre de 2012. Según fuentes policiales, Mustafá Maya Amaya, discapacitado postrado en una silla de ruedas, usaba internet para reclutar voluntarios a los que, tras entrevistar, mandaba a hacer la guerra santa a zonas calientes de Siria o Mali. Los servicios de Información de la Policía, con la colaboración por primera vez de las agencias de seguridad marroquíes, detuvieron hoy al cabecilla de esta red y a tres de sus acólitos en sendas redadas en los barrios de La Cañada (Melilla) y Las Delicias y La Paz (Málaga). Otros tres activistas fueron capturados en territorio aluíta. La sospechosa actividad de Maya, nacido hace 51 años en Bruselas de padres españoles, era seguida desde 2010 por la Policía, por el Centro Nacional de Inteligencia (CNI), por el FBI estadounidense y por los servicios secretos marroquíes. Su proselitismo extremista no era novedad. En octubre de 2001, solo días después de los atentados del 11S en Estados Unidos, la Fiscalía abrió diligencias contra él por ocupar ilegalmente la mezquita de la calle San Agustín de Málaga, ciudad en la que residió antes de marcharse a Melilla, y colgar en su fachada un panfleto en el que defendía el trato vejatorio que los talibán dan a las mujeres en Afganistán. Según las citadas fuentes, los reclutas de Maya se convirtieron en activistas de a pie, dirigentes, cerebros de atentados, participantes en ejecuciones públicas en zonas en conflicto o en masacres de población civil, así como secuestros de periodistas o personal extranjero dedicado a la ayuda humanitaria. Algunos de sus hombres del melillense han muerto durante los últimos años, aunque otros han logrado regresar a salvo tras pasar por Siria, el norte de Mali o Libia.

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Redacción

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