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Entrevista a José Miguel Torres de Olóriz, inspector de Trabajo jubilado y exdirector provincial en los 80

“Nadie puede remediar la economía sumergida de Melilla, es endémica por la frontera”

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Es granadino y sus orígenes se le notan en su acento y el orgullo que desprende cuando habla de su ciudad natal. Pero José Miguel Torres de Olóriz lleva media vida exactamente en Melilla, el lugar donde ha desarrollado toda su vida profesional y en el que se quedará a vivir a pesar de que acaba de jubilarse como inspector de Trabajo. Pero quizá su papel más representativo fue el que desempeñó durante más de diez años al frente de la Dirección Provincial de Trabajo y Seguridad Social en una época convulsa de la historia de Melilla marcada por el movimiento musulmán y la necesidad de regularizar la situación de buena parte de la población. A él le tocó asumir las riendas de unos años marcados por la improvisación de una Administración frente a las presiones sociales. Torres de Olóriz repasa del pasado, el presente y el futuro en esta entrevista de MELILLA HOY.

  • Vd. fue director provincial de Trabajo y Seguridad Social en una época importante de la historia de Melilla, como fue el movimiento de los musulmanes melillenses para evitar que se les aplicara la Ley de Extranjería en la mitad de la década de los 80. ¿Cómo vivió Vd. aquel episodio?
  • Fue una época bastante convulsa e interesante. Aquello era enfrentarse a una cantidad de problemas tremendos, unos que había voluntad de solucionarlos, pero luego te encontrabas con una cantidad de cortapisas legales tremendas. Un problema gravísimo para documentarlos es que para hacerlo con arreglo a la legislación que había, era necesario el pasaporte. Y Marruecos el pasaporte lo daba en contadísimas ocasiones y cobrando mucho dinero por la gestión. Eso era una dificultad enorme. Luego había que irse a un artículo de la Ley de Extranjería que decía que cuando los extranjeros tuvieran dificultades insuperables en documentarse en el país de origen, el Gobierno español habilitaría entonces una medida. Y la medida fueron aquellas famosas tarjetas de identidad y residencia, las TIR, que tenían una banderita española encima. Para agilizar el proceso, a aquellos que ya se veía que le iban a dar la nacionalidad con seguridad, pero que había que esperar a que se tramitara, se le dio un DNI provisional por un año. Recuerdo el caso de un hombre, que se fue a la península, se casó allí, se presentó a unas oposiciones y las sacó porque nadie le miró ese DNI provisional por detrás, que era donde se especificaba que era temporal. Cuando vino a incorporarse a su plaza, aquel carné había caducado y no le habían dado aún la nacionalidad española. Fue difícil encontrar arreglo a aquella situación de un hombre que no era español y que había sacado sus oposiciones legalmente. Si le hubiéramos dicho que no, se habría liado un buen follón. El delegado del Gobierno, Manuel Céspedes, llamó a Madrid y aquello se legalizó. Aquel funcionario, por cierto, sigue en activo.

Pero fue una época complicada porque hubo que hacer muchas reformas y afrontar mucha resistencia por dos partes de la población. Unos se portaron mejor, otros peor, pero el tiempo pone a cada uno en su sitio. Aquello tenía una carga política importante, pero desde el punto de vista de la Dirección Provincial de Trabajo, aquello dio lugar a muchos problemas. Se instauró una medida similar a lo que hay ahora, que son las pensiones no contributivas, que eran asistenciales, a efectos de aquella masa que se fue legalizando, que eran en su mayoría personas muy mayores que no habían cotizado porque no habían podido hacerlo y se quedaban desamparadas. Aquello alivió un poco la situación, pero hubo que trabajar muy deprisa y de manera muy forzada y con muchas presiones.

  • ¿Qué valoración hace del papel que jugó Aomar Mohamedi Dudú en ese tiempo?
  • Mi opinión es que cada uno vivió la cosa desde un prisma, no es que sea verdad o mentira, sino que cada uno vio un ángulo. Para mí, Dudú desempeñó un papel muy importante que fue aglutinar a todo aquel colectivo. Pero llegó un momento en que creo que se le fue de las manos. Él pudo haber continuado desempeñando un papel político magnífico en representación que la inmensa mayoría del colectivo musulmán, que entonces la tenía, y yo creo que se le fue un poco la cosa de las manos. Espero que no se lo tome a mal, pero pienso que se le subió la situación por aquellos devaneos con Marruecos y al final perdió tontamente el apoyo de todo el colectivo musulmán. Cuando luego intentó volver, los años habían pasado ya, había mucha gente que había dado un paso adelante, los más antiguos dieron un paso atrás, la situación era diferente y con otros representantes.
  • Vd. fue director provincial con tres delegados del Gobierno, Ángel Hernández Craqui, Andrés Moreno, y luego Manuel Céspedes. ¿Cómo los recuerda?
  • Mi recuerdo de todos ellos es bastante bueno. Ángel quizá bastante más despistado en la cuestión administrativa, porque la democracia estaba prácticamente empezando. A mi modo de ver, Andrés pudo haber sido quizá uno de los mejores delegados del Gobierno de esta ciudad en su momento, pero le pillaron unas circunstancias que eran muy difíciles, que son las que se lo llevaron por delante. Pero como persona fue extraordinaria y en otras circunstancias creo que hubiera sido uno de los mejores delegados del Gobierno de Melilla. Pero recuerdo momentos de aquella etapa en los que Madrid decía blanco a las ocho de la mañana, a las dos de la tarde decía gris, y a las diez de la noche le estaban diciendo negro. Eso es muy difícil de gestionar.
  • ¿Cómo ve ahora la situación de aquel organismo que Vd. dirigió?
  • Ahora se vive una tranquilidad absoluta en todos los sentidos comparado con aquella época de mediados de los 80. En el político y en el profesional se ha avanzado enormemente. En aquella época se negociaban en la Dirección Provincial de Trabajo todos los convenios colectivos de la ciudad. Aquello era tarde tras tarde, noche tras noche teniendo que tratar de igualar las posturas de empresarios y sindicatos. Ahora la situación es más tranquila. Sigue habiendo problemas que van a seguir existiendo toda la vida, que son endémicos de la ciudad debido a su situación geográfica, como es el caso de la economía sumergida.
  • Vd. se ha mantenido como inspector de Trabajo con gobiernos de todos los colores políticos. ¿Cómo ha sido tratado por los posteriores delegados del Gobierno del PP?
  • Bien, nunca tuve problemas en ese sentido. Cuando volví a mis funciones puramente técnicas tuve magnífica relación institucional, incluido con el actual delegado, Abdelmalik El Barkani.
  • Como inspector de Trabajo durante décadas en Melilla, ¿cree que la ciudad soporta tal índice de paro, o realmente hay mucha economía sumergida?
  • Hay muchísima economía sumergida, pero es que eso está ligado a la frontera, sobre todo en una tan peculiar como la de Melilla. Solo hay que irse a las siete de la mañana allí y ver la entrada masiva y la salida. Eso yo creo que es endémico, nadie puede remediar eso, salvo mantenerlo dentro de unos límites más o menos tolerables. Eso se lleva el 80% del trabajo de la inspección desde que yo aparecí por aquí. Hay épocas en que se consigue mantenerlo más bajo, pero es difícil y depende también del número de efectivos, que es muy limitadito. A veces hemos estado solo dos funcionarios para inspeccionar todo, no es fácil. Y luego otra cosa que sufre Melilla es el paro, muy marcado por la superficie limitada. Eso no se puede ampliar. Además, la actividad económica es la que tiene, sin posibilidad de poner fábricas. El motor económico es el comercio, que cuando le va bien y tiene excedentes mueve a otros sectores. El número de puestos de trabajo que hay son los que puede haber, y el resto por desgracia somos una ciudad de exportar trabajadores fuera. Quizá lo mejor es formar a la gente para que el que tenga que emigrar pueda encontrar algo. Así es como ha ocurrido en etapas históricas, y ahora estamos en lo contrario: mucha gente que se ha encontrado sin trabajo en la península que está volviendo. Es muy difícil. Recuerdo de un delegado del Gobierno que me llamó para ver cuánto dinero tenía en el cajón para luchar contra el paro. Le dije que la economía no se arreglaba desde un despacho sacando millones. Yo lo veo así.
  • Y dada su experiencia, ¿cuál cree que puede ser la solución para este problema tan grande que tenemos ahora?
  • Yo no le veo solución, y si viene, vendrá de la mano de la economía del resto del país que mejore. Pero es difícil pretender bajar el paro aquí mientras en España hay tasas de paro enormes.
  • Volviendo al tema de la frontera, ¿cree que el hecho de que Melilla limite con Marruecos, la hace más propicia para que haya más trabajo irregular?
  • Sí. Si en vez de tener al lado Marruecos, tuviéramos a Suiza, probablemente la economía sumergida la tendrían allí de todos los que pasarían de aquí a allá. Eso es inevitable.
  • Hay muchos melillenses que piensan que los órganos de control e inspección, como por ejemplo el de Trabajo, no llegan a todos los rincones de la ciudad, entre ellos la Cañada. ¿Es así?
  • Nosotros, partiendo de la base del número de funcionarios que tiene la inspección y que tenemos que controlar todos los sectores, una parte de nuestra programación la marca Madrid. Otra parte de nuestro trabajo viene del cruce de datos de la Tesorería, Hacienda, etc. Y muy poco te queda a ti para poderte mover por tu cuenta. Pero nosotros vamos a todos los sitios. Y esto lo digo también porque el otro día leí en el periódico que alguien se quejaba de que íbamos mucho al Real. Claro, es que solo hay que ver cuánto se ha construido en el Real. Si en un momento dado tienes muchas obras en un sitio, es normal que vayas más allí que a otros barrios con menos construcción y menos actividad comercial, como el Monte María Cristina, por ejemplo. A la Cañada también se ha ido y cuando ha habido que sancionar se ha hecho. En otra época pasaba que el 80% de todas las viviendas que había allí, el terreno no era suyo, de modo que las sanciones no tienen mucho efecto porque donde puedes meter mano es en embargar la casa. El inspector va adonde hay más actividad, pero buena parte del trabajo ya nos viene planificado, y siempre teniendo en cuenta que la plantilla de la inspección es muy limitada.
  • ¿Por qué no se potencia este órgano de inspección?
  • Siempre pasa lo mismo. Cuando la cosa va muy bien, nadie se acuerda del tema. Y cuando la cosa está mal, entonces es cuando la gente se acuerda, pero el presupuesto está menguado. Y nosotros hemos tenido suerte, porque somos de los pocos cuerpos que se han seguido convocando oposiciones, aun que muy pocas plazas para toda España. Con Hacienda pasa igual, cuando hay recaudación tiene menos sentido tener a muchos funcionarios apretando las tuercas. Luego a Melilla tampoco es fácil encontrar funcionarios que quieran venir. Aunque no es mala escuela. Tres directores generales, dos en Andalucía y otro en Murcia, son funcionarios que salieron no hace mucho de inspectores de Melilla y estuvieron varios años. La diferencia de la Inspección de Melilla es que en otras regiones con más competencias están mucho más especializadas. La gente llega y en determinada materia se especializa una barbaridad. Aquí no se puede especializar porque la Ciudad Autónoma no tiene tantas competencias y, además, no está la cosa para dedicarse a solo una cosa. Así que los funcionarios que hay aquí tocan más teclas y salen con una visión mucho más amplia, aunque no sean especialistas.
  • Vd. también fue profesor de la Universidad de Granada.
  • Sí, yo fui profesor asociado en el Departamento de Derecho del Trabajo de la UGR. Estuve cuatro o cinco años, y los últimos recortes nos afectaron a los profesores asociados. Mi asignatura era optativa, pero estuve muy a gusto con ellos.
  • Le pregunto esto porque Melilla quiere potenciar los estudios superiores para dar más posibilidades de formación a sus habitantes y propiciar que sea un foco de atracción de jóvenes. ¿Cómo ve este reto? ¿Cree que podrá conseguirse o es complicado?
  • En eso veo que se podría hacer bastante más. El problema estará como siempre, después, en el dinero. Pero yo creo que sí se podría ampliar el campo de las enseñanzas aquí. Lo que pasa es que eso vale dinero y la enseñanza es algo en lo que se requiere echar mucho dinero, pero donde se recauda poco o nada. No es como fabricar algo que lo vendes y sacas dinero. La rentabilidad es con una visión más larga. Pero sí creo que es importante para Melilla porque no requiere industria y con vistas al país vecino es interesante. De hecho, no hace mucho estuvimos dando parte de un curso sobre empresas e inversiones en Marruecos, y varios de los alumnos era gente que venía de allí.
  • Vd. no es de Melilla, ¿no?
  • No, soy de Granada, de la calle Cuesta de Gómerez, que es la que sube a la Alhambra. Allí nací y viví, en la casa de mi familia, que se llamaba Casa del Moro Luna. Por eso igual he terminado aquí (risas). Esa casa era del siglo XVIII, he vuelto a mis orígenes (risas).
  • Ahora que llega su jubilación, ¿va a seguir viviendo en Melilla o piensa marcharse a la Península?
  • Cada uno tiene sus cosas, pero yo creo que tirarse en un sitio viviendo muchos años diciendo que cuando te jubiles te vas… Pues así no te acabas de integrar ni de interesar por los problemas de la ciudad. Eso sí lo he visto en muchos funcionarios que vienen unos años y después que salga el sol por Antequera. Hay que aportar un granito de arena al lugar donde uno vive, sobre todo después de tantos años.
  • ¿Qué le parece la ciudad? ¿Ha cambiado mucho en estos años?
  • Melilla ha cambiado como de la noche al día. Antes había un vuelo al día con un avión de 14 plazas. Y un barco de Málaga nada más. Cuando yo llegué aquí se estaba construyendo un edificio en toda Melilla. Antes era necesario el permiso militar para construir y no lo solían dar, pero es que además había un miedo espantoso a que esto dejara de ser de España. El hambre estaba también antes. Lo que dinamizó aquí la economía fueron los pisos de la Carretera de Farhana, que animaron a la gente a ir quitándose esa inseguridad a invertir. Eso facilitó también que bajaran los precios, que en aquella época eran muy caras y muy antiguas.
  • ¿Cómo ve la convivencia entre culturas que se da en Melilla? Se lo pregunto porque si no tengo mal entendido, Vd. se casó con una mujer de origen bereber.
  • Sí. Siempre he visto aquí el mismo tema. La convivencia es buena. Raro es el que no tenga un amigo de otra comunidad. Luego hay, como en todos lados, los pequeños grupos muy cerrados. Pero la gente joven en general convive mucho. Mis hijos tienen sus pandillas donde hay amigos de todas las comunidades y creencias. Y te mueves por la ciudad, y si te paras en cualquier edificio ves que en el primero hay un López, en el segundo hay un Mohamed, y en el tercero hay un Chocrón. Eso es frecuentísimo y en prácticamente toda la ciudad, salvo en algún barrio donde pueda haber más mayoría de algunas comunidades. En eso soy optimista a la larga, si se tiene un poco de cuidado.

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Redacción

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