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Melilla en mi recuerdo

Semana Santa Años 50 y 60

melillahoy.cibeles.net fotos 810 Antonio Salido

Ante la proximidad de la Semana Santa, he considerado oportuno escribir algo, no se si conveniente, por el echo de que no me considero “ni poco, ni mucho religioso”, sino más bien “todo lo contrario, bueno, digamos que paso de religión, de todas las religiones en general, cada uno es como es, pero, por supuesto, que respeto todas las creencias siempre que estas sean seguidas e impartidas de buena fe,… …, imperando siempre el derecho de las personas en libertad y decidiendo por si mismas por encimas de imposiciones y de supremacías de unas personas sobre otras por razón de sexo, color o condición.

Dicho lo anterior, mi intención es narrar algo lo que representaba esa Semana Santa en aquellos tiempos que viví en Melilla, teniendo en cuenta que las que yo pasé lo fueron solo hasta loa 19 años. Creo que como a otros muchos de mi edad en aquellos años 50 de mi niñez y luego los 60 de mi adolescencia y juventud, lo que más nos agradaba era la interrupción de las clases escolares, las vacaciones, muy distintas por supuesto a las actuales, que muchas personas, familias enteras las aprovechan según circunstancias económicas y laborales para visitar otros lugares, bien sea por seguir esas procesiones si su devoción les pide eso, o bien para pasar una semanita en la playa o en el campo, olvidándonos de los muchos problemas y sinsabores de la vida cotidiana, “crisis, recortes, política, comisiones, sobres, hacienda, Gürteles, eres, fraudes, enriquecimientos ilícitos, paro, sufrimiento de inmigrantes y no solo estos, etc”.

En Melilla, en aquellos tiempos y en aquella edad solo nos preocupaba pasarlo bien y que el tiempo vacacional pasase lo más lento posible. Además como en esas fechas primaverales en nuestra tierra africana suele hacer casi siempre un clima bastante bueno y agradable tirando más a calor que a frío, nos juntábamos los amigos del barrio y de otros cercanos para acudir sobre todo a la playa de San Lorenzo, jugar nuestro buenos partidos de fútbol descalzos y en la arena, al acabar, en mi caso y en el de muchos otros nos solíamos dar nuestro primer baño anual en esas fechas.

Hablando propiamente de la Semana Santa en cuanto a las procesiones en Melilla, recuerdo el dicho de “quien en Domingo de Ramos no estrena nada se le caen las manos”, mi madre, mi tía y casi todas las vecinas lo repetían y a pesar de las dificultades “también de aquellos tiempos”, algo nos compraban para estrenar ese día, así que “de caída de manos nada”, aunque fuese solo unos calcetines ya estábamos estrenando.

Esa procesión del Domingo de Ramos, recuerdo se la llamaba “La Pollinica” y posiblemente siga siendo así en Melilla y la bendición religiosa de las ramitas de olivo y ramitas de palma (algunas muy elaboradas por cierto). Nuestras madres a los más pequeños nos llevaban lo más arregladitos que podían a la Avenida lugar específico y tradicional de las procesiones. Ya algo más mayores acudíamos en grupitos de amigos a las procesiones nocturnas, incluso, sin pertenecer a ninguna cofradía, pero, por intermediación de algún amigo, en alguna ocasión hemos participados vestidos de “capuchinos”, si no recuerdo mal, yo me vestí dos veces, ambas de noche con una túnica y capirucho/a morada, era una especie de almacén existente por la calle Castelar muy cerca de una floristería y la Bodega Madrid. Era la novedad, el “morbo” añadido que eso representaba para nosotros, las ganas de pasarlo bien yendo con la cara oculta y “vacilando” sobre todo con las chicas que nos encontrábamos a nuestro paso, “que guapa eres, me conoces, no me conoces, pero quien eres, si alguna chica te gustaba pues entonces el roneo y mosqueo era mayor,” en ocasiones nos levantábamos la tela para identificarnos, eso sí todo ello cuando el “capataz” (desconozco si esa era su denominación) se encontraba un poco alejado, si la procesión era la del Silencio había que estar más “ojo a visor”, nosotros hacíamos lo que habíamos contemplado en procesiones anteriores sin la participación nuestra, con 14, 15, 16 años era una forma de disfrutar sin hacer daño a nadie como otra cualquiera.

A mi lo que más me gustaba de las procesiones era la música y “el momento saeta”, que garganta tenían algunos y algunas, que arte, siempre me ha gustado la saeta bien cantada, allá desde distintos balcones de la Avenida, “a capela” he saboreado muchas veces ese tipo de “copla litúrgica (¿se dice así?) tan sentida y con lágrimas en los ojos de los diferentes artistas, recuerdo que en alguna ocasión escuché a la famosa Adelfa Soto, hija de la Niña de la Puebla, era amiga de unos vecinos del Monte María Cristina, él se llamaba Lázaro Atienza y solía hospedarse en su casa, cantaba de maravilla.

Las bandas de música que acompañaban a los diferentes pasos eran espectaculares, a mi me gustaban todas, fuesen civiles o militares, pero, tengo que decirlo y no sería yo el único mi favorita era siempre la de la legión, tanto en los desfiles de Semana Santa que su desfilar lógicamente era más lento, como en otros con su inconfundible paso desfilando de 180 pasos por segundo, el que habría siempre las filas con su cabra o cordero con la gorra legionaria y el con su “garrote o vara de mando” (perdón por mi ignorancia y no saber su nombre específico) haciendo filigranas y lanzándola metros arriba para luego recogerla, eran los últimos siempre desfilando, nuestra querida legión de todos los melillenses, ¡cuánto la echo de menos aquí en la Península!(mi nostalgia me lleva en ocasiones, gracias a Internet a visionar muchos desfiles suyos y sobre todo escuchando “el novio de la muerte”).

Aquí lo dejo para que no sea muy extensa esta colaboración mía. Prometo continuar con algunos recuerdos más en dos o tres días. Tanto a los que os quedáis en Melilla como a los que salgáis fuera a pasar estas vacaciones de Semana Santa, os deseo todo lo mejor y que disfrutéis.

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