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Música de cámara en la estación de penitencia de la Virgen de la Piedad

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Centenares de melillenses se echaron a la calle en la mágica noche del Viernes Santo para arropar con su presencia la salida procesional de La Piedad, portada por los hombros de hombres anónimos que cubrían sus rostros con terceroles negros. La Cofradía del Humillado, con ocasión de su 25 aniversario, incorporó a su estación de penitencia la presencia del grupo de música de cámara Orfeus, que acompañó a la Madre doliente durante todo el recorrido. También, por este aniversario, miembros de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado sacaron en procesión del Cristo de la Buena Muerte. Tal como estaba previsto, con un cielo libre de amenazas de lluvia, a las nueve de la noche del Viernes Santo se abrían las puertas de la Castrense para mostrar la primera de las sorpresas previstas por la Cofradía del Humillado en este año de su veinticinco aniversario. Un grupo de hombres, unos en activo y otros retirados, pero todos ellos integrantes de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, tomaban la calle portando sobre sus hombros la cruz del Cristo de la Buena Muerte, el cristo legionario que procesionaba por primera vez en la noche del Viernes Santo y junto a la Piedad.

Seguidamente abandonaba el santuario de la Castrense el trono de María Santísima de la Piedad, perteneciente a la Cofradía del Humillado y obra de los maestros imagineros José María Jiménez Guerrero y Diego Fernández Rodríguez. Y lo hizo a pulso, con la única fuerza de los brazos de sus portadores que, casi de rodillas, sujetaron el trono para que pasara bajo el arco y dintel de la puerta.

Una vez en el exterior, arropados por el aplauso de los presentes y el himno nacional, se alzaba la cruz con el sudario que completa el paso. Pero la virgen, que volvió a vestir el traje de terciopelo negro que estrenara hace cinco años, donativo de un cofrade, sólo tenía ojos para el hijo muerto que sujetaba en su regazo. El rostro descompuesto, las manos fijas en el cuerpo de la carne de su carne maltratado, las lágrimas mudas bañando sus céreas mejillas y el hijo, ingrávido, muerto, sangrante, que parece buscar el refugio del pecho materno en el que de niño siempre encontró consuelo. Detrás de ella, de la madre doliente, la segunda sorpresa de la noche, el trío de música Orfeus que acompañó con música de cámara todo el desarrollo de la estación de penitencia.

Los Tercios que acompañaron a la virgen lucieron túnica y capuz en raso negro, guantes blancos y calzado negro, así como capa, cinto y manguitos de color azul. El dolor de la madre que porta a su hijo muerto en los brazos, no deja impasible a nadie que presencia el discurrir de este paso que rememora uno de los momentos más duros de la pasión de Cristo. Decenas de melillenses acompañan a María en tan triste momento y a la altura del Sagrado Corazón, los costaleros de la Cofradía de la Soledad, reciben a la Piedad a la que ofrendan un Ave María sencillo y cálido. Delante de la virgen, en su estación de penitencia, el bacalao con el escudo de la Cofradía y una sencilla cruz, sobre andas, portado por las mujeres del Humillado. Detrás, los hermanos mayores y los tambores de su joven banda de música. Las saetas de Isabel Navarrete, acunan a María a su paso por la Avenida.

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Redacción

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