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Carta del Editor

Campaña insípida, elecciones importantes

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En la forma, y en el fondo, es un error este despego aburrido. Porque Europa sí es importante, muy importante, para nosotros y para nuestro futuro, inseparable del futuro europeo. Y también porque creer que las elecciones de este domingo son sólo un avance de lo que ocurrirá en mayo de 2015 es un error mayúsculo, como la experiencia y los datos de elecciones anteriores nos demuestran de una manera indudable. Cuando ustedes estén leyendo esta Carta los colegios electorales estarán, muy probablemente, ya abiertos y preparados para recibir los votos de los interesados en influir en estas elecciones europeas que, por mucho que se empeñen -o aparenten empeñarse- los partidos políticos, son vistas por los ciudadanos como muy lejanas, como algo que, aunque nos pueda afectar mucho, no podemos considerar como nuestro. La Comunidad Europea sigue siendo vista por la mayoría de los españoles -y por los melillenses muy en particular- como un ente lejano, grande y burocráticamente pesado en el que no podemos influir realmente con nuestros votos. Pocos votos, además, en el caso de nuestra ciudad, lo que explica que en el período electoral no hayan venido aquí ninguna de las primeras espadas de los partidos "grandes".
Lo que han dicho los políticos de todos los partidos ha sido, más o menos, lo esperable. No ha habido demasiada imaginación al atacar a los adversarios, ni demasiada novedad al proponer presuntas soluciones a una crisis estructural evidente que azota a toda la Comunidad Europea y especialmente a los países mediterráneos, España incluida. Toda la campaña ha tenido un generalizado tono insípido, de aburrimiento, como si los mitineros estuvieran cumpliendo, de la manera menos aburrida posible, un engorroso trámite, que no pasaba, según ellos y sus apariencias, de una especie de ensayo para lo que "verdaderamente" les importa: las elecciones de mayo del próximo año, ya en clave local.
En la forma, y en el fondo, es un error este despego aburrido. Porque Europa sí es importante, muy importante, para nosotros y para nuestro futuro, inseparable del futuro europeo. Y también porque creer que las elecciones de este domingo son sólo un avance de lo que ocurrirá en mayo de 2015 es un error mayúsculo, como la experiencia y los datos de elecciones anteriores nos demuestran de una manera indudable.
Los que han visto en Melilla con meridiana claridad que las elecciones europeas no tienen casi nada que ver con las locales han sido los de Coalición por Melilla, que ni siquiera se han presentado a estas elecciones, con lo cual dificultan aún más cualquier tipo de extrapolación que se pueda hacer entre los resultados de unos y otros comicios.
Mientras espero, con comedida expectación, los resultados de las elecciones de hoy, leo algo que no por esperado y sabido deja de aterrarme, porque demuestra palpablemente que se dan muchas vueltas y revueltas -en Europa y en España- pero no se ataja de verdad el problema de la imposibilidad de mantener el que conocemos vulgarmente como Estado del Bienestar en el que algunos -políticos, sindicalistas, especuladores y gerifaltes aledaños- parecen encontrarse muy a gusto, mientras los demás remamos y remamos, pagamos y pagamos, nos machacan y machacan con burocracias inaguantables, nos ahogan con reglamentos, leyes, prohibiciones y vulgaridades sin cuento, aprovechadas además por los antisistemas de turno (que viven del sistema) para hacer todavía más difícil la vida a los ciudadanos que trabajan, tienen ideas y ansían (ansiamos) un verdadero cambio de un sistema ciertamente ya caduco.
Lo que leo es que en España a finales de 2013 éramos 47.129.783 personas, de los que asalariados sólo había, en esa fecha, 13.925.500, nada menos que 3,2 millones de personas menos que al comienzo de esa crisis que Zapatero y su PSOE siempre negaron que existiera. Las cifras son horribles, pero empeoran aún más al constatar que en nuestro país hay casi 3 millones de empleados en el sector público, así que los asalariados de las empresas privadas, los únicos que generan una actividad económica directa, sólo suman 11 millones, de los cuales únicamente 8,3 millones tienen nóminas con contrato indefinido, de los que 1 millón tienen contratos sólo por horas.
La conclusión es que los asalariados netos españoles son algo menos de 7,5 millones, una cifra inferior al número de pensionistas que hay en España. Cada uno de los asalariados netos productivos y con actividad económica directa soporta un pensionista y casi medio empleado de la administración pública, una situación absolutamente insoportable. Con el agravante de que el número de asalariados actual es la cifra más baja desde el año 2003 y que la tendencia es a seguir disminuyendo, porque la población de España, además, está en regresión, con saldos migratorios negativos.
La disminución del número de asalariados en España no es que ponga en peligro -como se dice a menudo- la viabilidad del sistema de pensiones y el mantenimiento del -mal llamado- Estado del Bienestar, sino que lo hace imposible, porque cuanto más se ahogue, a golpe de impuestos e injusticias varias, a los que generan dinero, fundamentalmente las pequeñas y medianas empresas, menos dinero se generará y que haya más mantenidos que mantenedores es un imposible económico.
Leo no me acuerdo dónde que estamos abocados a la incertidumbre y a la infelicidad, porque la materia de la que estamos hechos es el tiempo, y el tiempo es relativo, es lo que nos ha creado y nos destruirá, mientras que, a lo que aspiramos, es eterno, inmutable e inaccesible. Bueno es que nos refugiemos en la filosofía, sin duda, pero sería conveniente que los políticos de Europa (y de España, y de Melilla) se dieran cuenta de que, por encima de las partidistas guerrillas miserables, si no hay una drástica reducción del gasto público y un decidido aliento a las empresas medianas y pequeñas, esto no tiene solución. No aspiro a lo inaccesible, sólo me contentaría con comprobar que no seguimos perdiendo el tiempo. Amén.
Posdata: El golf melillense sigue avanzando. Ya hay diez niños elegidos en cada uno de los ocho colegios melillenses dando clases gratuitas e introduciéndose en un deporte que es practicado en todo el mundo por millones de personas de todas las edades, como en ningún otro deporte, y en el que España, como acaba de demostrar el gran y longevo Miguel Ángel Jiménez, también destaca mundialmente. Y este fin de semana han vuelto a Melilla, a disfrutar de la ciudad y a jugar al golf, nuestros ya más que amigos del malagueño Chaparral. Por cierto, las dificultades que nos ponen, nos estimulan.

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