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El candil

El mayor desprecio

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No hacer aprecio. Decíamos entonces para evitar una pelea, quizá una banal conversación o una polémica de la cual sale beneficiado siempre el que por su iniciativa la provoca, unas veces por premeditada y otras por espontánea, pero siempre por su interés. Claro que, hay espontáneos que se la juegan al saltar al albero… Yo, por poner un ejemplo sincero y sin ánimo de que alguien se moleste, aunque siempre está el absolutista, pero estas cosas se deparan según el sentir democrático de cada uno. Perdonemosnos pues los desacuerdos, porque el mayor acuerdo lo dan los hechos que son a su vez experiencias, propias o ajenas, pero axiomas de la vida con las que tenemos que vivir, a pesar de que esa nuestra opinión sea tan difícil de entender por segundos o terceros y viceversa. Pero no es solo hablar y hablar o dialogar por dialogar, sino querer comprender dentro de lo racional, otra cosa es sacar los pies del cesto, por narices. Y ante eso no hay más remedio que ser tajante, pese a quién pese, el individualismo esta bien para sí pero no para destrozar la moral, esa moral natural para la mayoría. Esta bien que el arco iris aparezca por su naturaleza, pero otra cosa es que el chaparrón nos inunde, siendo lógico que por su consecuencia tengamos que poner sacos terreros en los márgenes de la riada. Pero está claro que también se debe de dar ejemplo por los que marcan el formalismo. Y más, aunque sea criticado por esa demografía libertaria que, siendo su placer moral superior a la razón natural, nos quiera imponer lo negro como blanco, quedando esta grisácea. Por mucha presunción que se haga y por mucho esquest televisivo que a duo se nos cuele. Hoy el cuarto poder fáctico ha pasado a ser el primer puesto, por información; el primero ha pasado al cuarto, quedando éste durmiente y nada aguerrido; luego, catalogamos al que fue segundo por confesión, en tercer puesto; y el tercero se ha colado por mayores "intereses", el segundo. El Estado como tal, ni pincha ni corta. Y es con este neo-liberalismo de poder, con el que juega el escándalo, la tormenta y las mareas. El segundo presta dinero y se apodera de tu destino; el primero es consecuencia coercitiva por intereses del primer prestador; el tercero se confiesa a Dios, por lo que venga; y al cuarto se le oxida la chatarra por ser el abandonado. El pueblo tras el Estado es el que en la 5 y su quinta dimensión, pasa el tiempo braceando entre la moralidad o la inmoralidad. Lo curioso es que la educación es una variable dentro del termómetro del concierto, según del pie de que cojeen los oponentes. Cuando debiera de ser única e invariable por naturaleza.

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