Algunos vecinos de Ataque Seco, si han cumplido más de medio siglo, o quizás los sesenta tacos, recordarán los memorables partidos de fútbol que se jugaban en el Frontón del Parque Lobera, o cerca de los eucaliptos del Cementerio. Mi primo Juan, el de mi tía Virginia, acaba de enviarme un correo con “Las 20 Reglas del fútbol callejero de los años 40 y 50 del siglo pasado”; y a continuación me dice si aquéllo me recuerda algo. Pues ya ves si me acuerdo, ¡picha!, que lo voy a enviar al periódico, por si algunos coetáneos de nuestro barrio también lo recuerdan, e igualmente se identifican. Las reglas eran: 1.- El gordo, o el tontorrón, siempre es el portero. 2.- El partido acaba cuando todos están cansados, y sudorosos. 3.- Aunque el partido vaya 10-0, al final se decide por “el que meta, gana”. 4.- No hay árbitro…., y para qué. 5.- Sólo se pita falta si es muy clara o alguien sale llorando, o con las rodillas “solladas”, y llenas de “matauras”. 6.- No existe el fuera de juego. 7.- Si el dueño del balón se cabrea, porque no pilla, ni recibe pases, trinca su pelota y se acabó el partido. 8.- Los dos mejores no pueden estar en el mismo equipo y son los que eligen quién juega en el suyo. 9.- Si eres el último en ser elegido, es una gran humillación, porque te creen un torpón. 10.- En las faltas directas la barrera siempre estará bastante cerca del balón, y cuidando de que no te peguen en la zona de la bragueta, o en la cara. 11.- Se detiene el partido cuando pasa una persona mayor, o una madre con carrito de niño chico (bebé). 12.- Son enemigos para siempre los jugadores del barrio más cercano. Los nuestros eran los del Monte María Cristina y Horcas Coloradas. 13.- Los que no tienen ni idea de jugar se quedan de suplentes, o como mucho, de defensas. 14.- Si llegan los mayores para jugar hay que abandonar el campo, no sin antes protestar, y de recibir algún que otro empujón, por parte de ellos, -la verdad es que algunos eran unos cabrones-. 5.- Siempre hay un vecino, con muy mala pipa, que no te deja jugar, y además te amenaza con quitarte la pelota: “Como coja la pelota, la rajo”, decían. 16.- Si se apuesta algo, hay que ponerse muy serio… es como jugar una final. 17.- Las porterías son dos piedras muy grandes, y encima dos prendas de vestir, pero siempre habrá un equipo que tenga la portería mas pequeña, porque el portero, el muy guarro, disimuladamente arrima las dos piedras que hacen de poste. 18.- Cuando un equipo mete gol pasando el balón por encima del portero, todos los del equipo contrario gritan: “¡Alta, alta!”; y a veces solía dar resultado para que el gol no valiera. 19.- La “ley de la botella, el que la tira va a por ella”. O sea si uno de los jugadores chutaba y “embarcaba” la pelota en una azotea, o la lanzaba lejos del campo, tenía que ir a por ella, y si no lo hacía, ya no jugaba. 20.- Si hay penalti, quitan al gordo y se pone el más bueno; que muy bien podía ser un delantero, un defensa, o cualquier compañero que no estaba alineado, por haber llegado tarde. A veces, si jugábamos en el Frontón, y la pelota era lanzada por el lado del antiguo Cuartel de la Disciplinaria, ya podíamos despedirnos, porque el drama que se le causaba al dueño del balón, al escuchar a Juaneles, autor del disparo: “Yo no he sido, ¡eh!, ha sido el gilipollas de Manolito”; cuando el pobre Manolito, no había tocado la pelota en toda la tarde. El caso era que el dueño perdía su pelota, y con el corazón en un puño, y más solo que la una, se iba llorando a su casa. Los demás, si era jueves, a “vacilar” con las niñas de la Divina Infantita, en la plazoleta, o en el templete, a escondidas de las monjas. A veces el bueno de Garrido, el guardaparque, era el que reclamaba la pelota a los soldados de la Disciplinaria, y “aquí paz y allí gloria”, pero con el aviso de que no volviera a ocurrir.
