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Proteger las fronteras

No controlar de manera férrea y efectiva nuestra frontera sería equiparable, por ejemplo, a no hacerlo en los aeropuertos internacionales cuando se viaja a otros países. Nadie pone en cuestión esos controles, ni tampoco las ONG piden que se supriman. ¿Por qué entonces se quejan de que España proteja sus fronteras en Ceuta y Melilla? Amnistía Internacional ha elaborado un extenso informe de más de 50 páginas para sacar los colores a Europa sobre la política migratoria que está llevando a cabo, más centrada en el control de sus fronteras que en la ayuda a las personas que precisan de protección internacional. Esta teoría también la lleva sacando desde hace meses el PSOE, muy crítico con el recorte a la Cooperación Internacional, que es donde está posiblemente la piedra angular del problema que estamos padeciendo en la frontera. La inmigración clandestina tiene su origen en la desesperación de miles de personas que se ven abocadas a salir despavoridas de sus países por razones de hambre, incertidumbre, inestabilidad política, guerras, persecuciones, etc. Muchos motivos variopintos que tienen la necesidad como denominador común. Y es ahí donde los países del Primer Mundo deben actuar para ayudar al Tercero a su desarrollo económico y social. En definitiva, para conseguir que se haga justicia histórica, habida cuenta que Europa se ha estado aprovechando de las riquezas de los países africanos hasta no hace demasiados años. Es hora de ayudarles a que empiecen a salir adelante poco a poco, a abrirles el camino de la prosperidad. Sólo entonces se pondrá freno a los constantes intentos de llegada clandestina a Europa por parte de miles de inmigrantes marcados por el drama y las penurias propias de su largo y tortuoso camino, del que también se aprovechan las mafias.

Las ONG y los partidos que piden más esfuerzos en Cooperación tienen razón, pero olvidan de manera interesada que ésta es tarea de todos los países europeos y no sólo de España. Lo que ya no es de recibo es que critiquen el blindaje a nuestras fronteras, porque como hemos dicho muchas veces en este mismo espacio de opinión, abrir las puertas a todo el mundo no es la solución. Lo único que haría sería generar otras consecuencias negativas, como la inestabilidad de dos pequeñas ciudades, Ceuta y Melilla, que no pueden apechugar en solitario con un problema de todos. Inestabilidad y preocupación, porque los ciudadanos que en ellas viven necesitan saber y tener constancia de que sus fronteras son seguras, sobre todo cuando se trata de fronteras tan sensibles como éstas ante graves problemas como son el terrorismo internacional y el narcotráfico. No controlar de manera férrea y efectiva nuestra frontera sería equiparable, por ejemplo, a no hacerlo en los aeropuertos internacionales cuando se viaja a otros países, donde todo el mundo debe pasar una serie de controles y requisitos, puestos por cada país en concreto, que están justificados por razones de seguridad. Nadie pone en cuestión esos controles, ni tampoco las ONG piden que se supriman. ¿Por qué entonces se quejan de que España proteja sus fronteras en Ceuta y Melilla, cuando como Estado también tiene derecho a saber quién entra por sus puertas y evitar que los accesos se hagan por lugares no habilitados? Para los melillenses y ceutíes, y el resto de españoles y europeos, es una necesidad sentir que nuestras fronteras son seguras. También para los que piden que las quiten, aunque no lo quieran ver o reconocer.

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