Y de perras, claro. Perros al norte y perros al sur. Perros de costa y perros de interior. Perros. Es verdad que no siempre son tan perros los unos como los otros. Es verdad, nos guste o no, que hay unos que gastan cuatro patas y que hay otros que malgastan dos. Dicen, los que algo saben, que los de cuatro son más de instintos y que los de dos son más bien distintos. No es lo mismo. En un país de perros, por tanto, nada es lo que parece, sino que casi todo es lo que perrece. El mejor amigo del hombre no es el perro, es otro hombre. Como el mejor amigo del perro tampoco es otro perro. Al final los hombres votan y los perros no, pensará el jefe de Mato. Meter la pata ya no es tarea exclusiva de canes. Matar la pata tampoco. Hoy todos quieren meterla para después no saber sacarla. La pata, quiero decir. Dejar que las autoridades sanitarias hagan su trabajo no está en los planes de los españoles. Dejar que Del Bosque haga lo mejor posible la alineación de la Selección Española, tampoco. El primer caso de Ébola en Europa no ha pillado por sorpresa a nadie. Se veía venir. Menos aún a los españoles, que ya sabían que no se estaban cumpliendo los protocolos de actuación. Lo sabían y, sin embargo, ninguno denunció en su momento que algo se estaba haciendo mal. Todos, más o menos perros, más o menos perras, se muestran hoy convencidos de ello. Todos aseguran que la crisis del virus africano huele mal. Y si el olfato no nos falla, los perros españoles, andamos cerca de descubrir la mejor medicación para controlar el contagio del virus del Ébola. El mundo nos mira estos días esperando una respuesta. En Estados Unidos nadie lo duda, será España quien resuelva lo que está ocurriendo. Después de todo, los ‘yankees’ siempre fueron más de perros calientes. No habrá, entonces, ni perro que nos ladre ni virus que nos contagie. En un país de perros, desgraciadamente, lo reconozcamos algún día o no lo reconozcamos nunca, todo es lo que parece. El mundo entero lo sabe. Perros Made in Spain.
