Vuelvo a Melilla. Si vivir es ver volver, entonces me veo regresando a Melilla a través de una magnífica exposición sobre una de las ciudades más antiguas de España. De Europa. Vuelvo a vivir una civilización basada en el comercio y el respeto al diferente. Vuelvo a vivir en una ciudad típicamente española. Contemplo la exposición sobre la ciudad de Melilla en la sede central del Instituto Cervantes, en Madrid, y siento que en esta ciudad se halla una parte clave del futuro de España. Melilla estaba ahí antes, mucho antes, que se instalaran otros reinos y naciones. Melilla es una de las quintaesencias de España. Melilla es comercio y civilización. Melilla es respeto por el diferente.
Saquen los directivos del Cervantes esta exposición de Madrid y llévenla por el mundo entero para que se enteren de que también España, como otros grandes Estados, se juega su futuro en los límites, en las periferias, y no en el centro. La exposición sobre el “Universo Melilla” en el Cervantes es altamente pedagógica. Ilustra no sólo el pasado y presente de la ciudad autónoma de Melilla, sino también el porvenir de España como nación europea. Esta exposición contiene toda una lección de historia para la comunidad internacional, a saber, Melilla nunca será marroquí, sencillamente, porque nunca lo fue; cuando se fundó Melilla, Marruecos no existía ni como reino ni como sultanato. Esta sencilla lección de historia hará mucho bien para el desarrollo de la cultura española en el exterior.
La segunda lección de esta exposición no es menos importante que la anterior. Mostremos lo evidente: desde esta ciudad, que contiene todo un universo histórico, comercial, cultural y político de carácter hispánico, o sea mestizo, nadie quiere saltar la valla que ha puesto Europa para ir a la otra parte. De Melilla nadie quiere salir, es una ciudad amable, es una ciudad española, que ha tenido en las relaciones comerciales su principal factor civilizatorio. El comercio ha sido casi todo en la historia de esta ciudad. El comercio fue el fundamento no sólo de la convivencia ciudadana sino el principal estímulo de su desarrollo cultural. Hindúes, bereberes, judíos, musulmanes, cristianos y otros tantos pueblos venidos de los lugares más remotos siempre han hecho tratos y contratos comerciales en Melilla. Y de estos tratos, sí, sale una inmensa civilización abierta e ilustrada. Española. Melilla, pues, no el resultado de un juego de identidades para alcanzar una identidad común. Eso es falso relativismo cultural, o peor, una opinión sin fundamento para justificar conductas sentimentalistas que nada bueno presagian para el buen gobierno de la ciudad.
De la arquitectura modernista de Melilla, que esta exposición ha resaltado con brillantez, se podría escribir no sólo otro artículo sino todo un ensayo. Creo que muchos de los edificios diseñados a principios del siglo XX, a veces, superan a la gran arquitectura modernista de Barcelona. En todo caso, creo que el arquitecto Gaudí siempre envidió las grandes virtudes de su discípulo Enrique Nieto, principal responsable del modernismo de esa época de Melilla. Sí, sí, el arquitecto cristiano Enrique Nieto no sólo diseñó la principal Sinagoga de la ciudad, sino también la Mezquita Central y varias Iglesias relevantes de Melilla. No se puede pedir más a un arquitecto.
En fin, gracias a esta exposición vuelvo a ratificarme en una antigua reflexión: El futuro de la humanidad se juega más en las periferias que en el centro. Son los extremos, los límites y las fronteras donde se ganan o se pierden las civilizaciones. Las culturas. De ahí que sean tan atractivas las ciudades fronterizas para quienes desean tomar el pulso a una civilización. Melilla es, sin duda alguna, uno de los grandes laboratorios de España para comprender los caminos de la civilización hispánica.
(Artículo publicado en El Imparcial y que por su interés reproducimos)
