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Carta del Editor

Repugnante atentado contra la libertad

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“Yo soy un convencido, y lo he demostrado con hechos a lo largo de los treinta años de vida de este periódico, de que todas las culturas se enriquecen con las aportaciones de otras culturas y que en Melilla la españolización de muchos musulmanes, de muchas personas de origen marroquí o rifeño, ha aportado a la ciudad más cosas positivas que negativas.”

Fernando Lázaro Carreter, académico de la Real Academia Española, un auténtico maestro de nuestra lengua, recogió en uno de sus libros, " El dardo en la palabra", los principales vicios y defectos que, a lo largo de los años, han ido "adornando" el día a día de nuestros medios de comunicación. El español, dice Lazaro Carreter y así explica el objetivo de su libro, es nuestro patrimonio común más consistente y, si se nos rompe, todos quedaremos rotos y sin la fuerza que algún día podemos tener juntos.

Cuando leí el libro se me quedó grabada una frase que el autor dedicaba al discurso que el por entonces Presidente español, Carlos Arias Navarro, pronunció en el año 1976 a modo de presentación a los españoles de su programa político. Tal pieza oratoria, escribió Lázaro Carreter, "funcionó con un mecanismo sintáctico adversativo: sí, pero…", o sea, a base de oraciones que contraponen limitando.

Desde luego no cabe aplicar esa elegante frase, lo del mecanismo sintáctico adversativo, para describir el horror y la repugnancia sin paliativos que merece el atentado yihadista del miércoles en París contra la revista satírica "Charlie Hebdo", el semanario que publicó unas caricaturas de Mahoma. Unos asesinatos con un objetivo final: acabar con los valores democráticos que Occidente encarna y cuya base esencial es la libertad y, dentro de ella, la libertad de expresión.

El semanario francés ya había sufrido un atentado, que destruyó su sede en el año 2011, y entonces el Consejo del Culto Musulmán de París, tras de condenar el atentado, sí recurrió al mecanismo sintáctico adversativo: "sin embargo, los musulmanes consideran una ofensa hacer una caricatura del profeta", y este lenguaje adversativo, como bien decía Arcadi Espada en una columna de El Mundo del pasado jueves, "no hace otra cosa que señalar la necesidad de castigo" o al menos intentar justificarlo. Y no hay justificación posible para tamaña barbarie, para el asesinato sin paliativos de 12 personas, para intentar lograr mediante la violencia y el miedo lo que no se puede lograr con la razón, para intentar perpetuar que no se produzca la separación entre poder civil y poder religioso, para retrotraernos hasta la Edad Media.

Por supuesto que la inmensa mayoría de los más de 1.000 millones de personas musulmanas que hay en el mundo son personas pacíficas y que el islamismo, como casi todas las religiones, no predica la violencia. No hace falta que partidos políticos de corte religioso nos lo recuerden, insistiendo en lo que no es necesario insistir. Pero es también evidente que es en el seno del islamismo donde surgen estos movimientos violentos, estos Estados Islámicos que predican la sharía como única ley y la eliminación física de los infieles, si se oponen a esa ley tal y como ellos la interpretan.

Lo importante, creo yo, no son tanto las palabras como los hechos. Lo importante es que las diferentes y numerosas comunidades musulmanas, como los partidos de corte islámico, se manifiesten con toda claridad, sin pero alguno, contra el yihadismo y que colaboren con todas sus fuerzas, sin prevención alguna, para que se detecte y se erradique a quienes representan un peligro para la seguridad y la libertad de todos. Lo sustancial, en el terreno de los hechos próximos, que también son importantes, es que se erradique, por ejemplo y desde dentro, el uso del burka en los lugares públicos, porque es algo que atenta contra la dignidad de las personas y contra la seguridad de los ciudadanos, dos principios irrenunciables en cualquier país libre. Lo conveniente, en el caso de Melilla, es que cese de una vez el uso competitivo de los altavoces para llamar en un concurso de ruidos a la oración en las mezquitas locales. Lo sensato es que cuando la policía intenta localizar y/o detener a presuntos yihadistas los vecinos les faciliten la labor, no que la dificulten pensando que hay dos tipos de barrios, unos en los que hay ley y otros en los que no.

Yo soy un convencido, y lo he demostrado con hechos a lo largo de los treinta años de vida de este periódico, de que todas las culturas se enriquecen con las aportaciones de otras culturas y que en Melilla la españolización de muchos musulmanes, de muchas personas de origen marroquí o rifeño, ha aportado a la ciudad más cosas positivas que negativas. Pero, de la misma manera que hay que luchar contra la persistencia de actitudes colonialistas, también hay que luchar contra la subordinación del poder civil al poder religioso y contra cualquier atentado contra la libertad, se enmascare como se enmascare.

Posdata: Oí ayer en un emisora de radio al periodista Alfonso Rojo que, cuando le preguntaron sobre un titular que resumiera la actual situación en España, dijo que su titular sería que en nuestro país "no cabe un tonto más". Cuando veo que una política de Podemos ansía que desaparezcan las "horribles vallas de Melilla" o cuando leo las imbecilidades que dice un político tan nefasto, tan absurdo, tan necio, tan sin sustancia como Julio Liarte, no puedo dejar de coincidir con Alfonso Rojo.

Otra posdata: Recibo una llamada de Radio Marca. Me entrevistan, como presidente de la Federación Melillense de Golf y como presidente del Club Campo de Golf Ciudad de Melilla – funciones por cuyo ejercicio, lo repito una vez más, no cobro ni un euro- extrañados ante el hecho de que, mientras en toda España ha decrecido el número de licencias de jugadores de golf, en Melilla ha aumentado un 33% durante el año pasado. Consecuencia de un pequeño equipo que trabaja muy bien y del que se apartó a la única manzana podrida, les comento. Se alegran de poder transmitir una noticia positiva de nuestra ciudad. Les agradezco la llamada y su propósito.

FRASE:
“Yo soy un convencido, y lo he demostrado con hechos a lo largo de los treinta años de vida de este periódico, de que todas las culturas se enriquecen con las aportaciones de otras culturas y que en Melilla la españolización de muchos musulmanes, de muchas personas de origen marroquí o rifeño, ha aportado a la ciudad más cosas positivas que negativas.”

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