Hay pocos dirigentes que hacen de su vida pública un ejercicio de servir a los demás, mas bien mandan como si el concepto de autoridad fuera imponer su criterio pero sin convencer. Además se rodean de palmeros que, sin formación, mandan igualmente con la soberbia que han aumentado con el carguillo. En la Pascua Militar de este año, la primera bajo la presidencia del nuevo Rey, se ha dirigido D. Felipe VI a los ejercitos, desde el compañerismo de quien es su Capitán general, para agradecer y admirar hacia quienes eligen o eligieron servir a España con la exigencia, dureza y austeridad de la vida militar, desde la entrega, incluso de su propia vida. Estas y otras expresiones como deber, abnegación, lealtad y vocación que fueron expresadas por Su Majestad en el acto en el Palacio de Oriente vienen a poner en su justo término los valores que lleva atesorada la milicia y que se ponen de manifiesto en el cumplimiento del mandato constitucional también mas allá de nuestro propio territorio en las misiones internacionales de paz. El recuerdo al reinado de su padre asi como la transformación experimentada en la institución castrense merecieron espacio, del que destacó la integración plena a la OTAN así como la profesionalización de las Fuerzas Armadas o la incorporación de la mujer.
La administración de los recursos manteniendo las capacidades operativas para responder eficientemente a las amenazas, siempre impredecibles, que van desde el escenario físico al ciberespacio, se convirtieron, después de los atentados de esta semana en Paris, en una acertada análisis premonitorio de lo que la sociedad de nuestro tiempo soporta como nuevos escenarios bélicos y ataques contra la convivencia mundial aunque su localización sea determinada. La camaradería que percibimos los civiles en los establecimientos militares y que siempre vivió el Rey como algo muy emotivo y entrañable mereció el calificativo de ejemplar e imborrable, además de expresar que la nación puede sentir el orgullo de tener unas Fuerzas Armadas modernas y equilibradas, adecuadas a la importancia que tenemos en el conjunto internacional.
La escenificación organizada en la Armería del Palacio Real con la parada militar y las veintiuna salvas preceptivas como Monarca ha supuesto el regreso a un acto de estas características del Protocolo sin las limitaciones que D. Juan Carlos I sufría como consecuencia de sus operaciones quirúrgicas. Con la última intervención de S.M. D. Felipe VI comprobamos, una vez más y como ya ocurriera en la entrega de los Premios Príncipe de Asturias, la evolución que su manera de hablar en público ha experimentado hasta el punto que llega a ofrecer titulares que los medios de comunicación reproducen e incluso con los que se pueden abrir informativos e ilustrar portadas de los principales diarios. La afirmación que mandar es servir, como bien le enseñaron algunos ahí presentes en los salones de Palacio en la Pascua Militar, ha llevado al Monarca a subrayar que no habrá día que deje de recordar ese principio.
