Si en el editorial del pasado sábado recogíamos la parte amable de la frontera, en concreto la imagen de un agente de la Unidad de Intervención Policial (UIP) de la Policía Nacional ayudando a una mujer porteadora que llevaba un enorme bulto sobre sus espaldas, mientras el funcionario le sujetaba la mano y le ayudaba a llevar una caja con doce litros de zumo, hoy tenemos que hacernos eco de la cara desagradable del puesto fronterizo de Beni-Enzar. Así en el primer día de la semana se producía una avalancha de porteadores sobre las diez de la mañana, un incidente que acabó con dos agentes de la UIP con sede en Málaga lesionados, uno en un brazo del que se recuperó esa misma mañana y otro que sin embargo sufrió la fractura de los huesos propios de la nariz y del pómulo, que obligó a su ingreso hospitalario.
El suceso trajo consigo la enérgica condena por parte del delegado del Gobierno en Melilla, Abdelmalik El Barkani, quien reclamó una mayor colaboración entre las fuerzas de seguridad de España y Marruecos, para que hechos así no se produzcan. Al tiempo alabó el trabajo que realiza la Guardia Civil y de la Policía Nacional en los puestos fronterizos.
La reacción también llegó por parte de uno de los sindicatos de la Policía Nacional, la UFP, quien lamentó que este tipo de incidentes sean habituales y por tanto los funcionarios del Cuerpo Nacional de Policía sufran las consecuencias de ello. También reclamó una mayor colaboración de las fuerzas de seguridad marroquíes para que la llamada "tierra de nadie", que controla de facto la policía del vecino país, esté expedita y así se eviten las aglomeraciones que se producen en la misma, en la puerta de Melilla. UFP llega más lejos aún en su crítica y se pregunta si las autoridades españolas no dan una solución a este problema para no molestar al país vecino.
Que duda cabe que la frontera es cada vez más un punto caliente para la seguridad, primero porque es el lugar por el que transitan a diario más de 30.000 personas y 4.000 vehículos, cifras considerables que hablan por si solas. A ello hay que unirle los incidentes que se suelen registrar con los porteadores cuando se producen taponamientos en el puesto fronterizo por la negativa de la policía marroquí de permitir el llamado comercio atípico. También hay que añadir los efectos de la inmigración irregular, como ocurrió el domingo con un coche kamikaze en el puesto de Farhana. Todo un cóctel que refleja la ardua tarea que depara cada día a la Policía Nacional y a la G. Civil en la frontera.
La solución, como apuntan tanto Delegación del Gobierno como UFP, estaría en una mayor colaboración hispano-marroquí para impedir la presencia de cientos de personas en "tierra de nadie", donde los agentes españoles no pueden actuar y de ello se aprovechan alborotadores cuando se produce alguna decisión que no sea de su agrado, haciendo de las suyas en los momentos de pasividad de las fuerzas vecinas.
