“No pretende la UCO de la Guardia Civil en Melilla, como los hechos demuestran, investigar si se ha producido un delito, sino aterrorizar, maltratar, vejar a decenas de ciudadanos para que "confiesen" lo que ellos quieren oír. El resultado es un escenario de llantos y lamentaciones de los familiares y amigos de los detenidos por no se sabe qué, de personas maltratadas" La carta que ayer publicamos del empleado de la empresa Eulen Víctor Manuel Ramírez, es, guardando las distancias, una especie de Diario de Ana Frank, la judía holandesa de trece años que, entre 1942 y 1944 y durante la ocupación nazi de los Países Bajos, escribió, oculta en una buhardilla de Amsterdam, las vivencias de los ocho miembros ocultos durante esos dos años, que finalmente fueron detenidos por la Gestapo e internados en diferentes campos de concentración, en los que murieron todos menos el padre de Ana.
La carta de Víctor es, también, estremecedora. Lo que cuenta del trato que le propinó un miembro de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil resulta casi imposible de creer en una sociedad democrática del siglo XXI como la española, pero, desgraciadamente, no sólo es cierto, sino que tampoco es un hecho aislado dentro de lo protagonizado en Melilla por la UCO dirigida por el capitán Sergio Rodríguez, con motivaciones, como le dice un cabo a Víctor Manuel, políticas, de intentar terminar con un gobierno local elegido en las urnas mayoritariamente. No pretende la UCO, como los hechos demuestran, investigar si se ha producido un delito, sino aterrorizar, maltratar, vejar a decenas de ciudadanos para que "confiesen" lo que ellos quieren oír.
El resultado es un escenario de llantos y lamentaciones de los familiares y amigos de los detenidos por no se sabe qué, de personas maltratadas que han renunciado a sus puestos de trabajo o no pueden trabajar con un mínimo de libertad, que están en tratamiento psicológico, que nunca volverán a ser lo que fueron.
Han logrado paralizar la administración pública melillense, como pretendían algunos miembros, los peores, de los partidos políticos PPL y PSOE, a costa de dañar irreparablemente a multitud de personas, de manera directa o indirecta, como los centenares de melillenses que no pueden cobrar porque la Ciudad Autónoma, aterrados sus funcionarios y especialmente el nuevo interventor -al anterior ya le hicieron un daño inmenso e injusto- no quieren firmar, no quieren hacer nada.
Lo que ningún melillense comprende es la pasividad de la Delegación del Gobierno y de la jefatura de la Guardia Civil ante la situación protagonizada por la UCO. Y desde aquí hacemos también un llamamiento al decano de los jueces de Melilla, Emilio Lamo de Espinosa, para que los jueces pongan fin a estos desmanes totalitarios que en una ciudad como Melilla son gravísimos y muy peligrosos, que no van a proporcionar ninguna gloria a los que los protagonizan, sino todo lo contrario, y que lo que sí están logrando es causar mucho daño injusto, como le hicieron a Ana Frank.
