La última vez que estuvimos juntos fue el día 7 de febrero en Álora, con motivo de una reunión que tuvimos los compañeros de la promoción de 1966 del Colegio San Estanislao de Kostka de Málaga. Esa fecha la elegiste tú, porque no querías faltar a la degustación de las sopas perotas de mi pueblo. Unos días antes venias a Málaga a tus revisiones médicas y me llamaste para pedirme que organizara la reunión de los compañeros en Álora, dentro de tus días de permanencia en Málaga. No te preocupes Guillermo así se hará y así se hizo. Pasamos un buen día contigo y con tu mujer Encarna alrededor de las sopas perotas y del cante del "Pibri".
A los pocos días os fuisteis para vuestra Melilla que la llevabas en el alma. Y a los trece días te has ido a la casa del Padre. Durante estos dos o tres años en los que te hemos retomado después de tantos años sin vernos, irrumpiste en el grupo, con tu afán de integrarte con nosotros, de retomar a tus compañeros, y lo hiciste con toda tu naturalidad y entusiasmo y deseando compartir tu tiempo con nosotros. Se te veía como a un niño ilusionado por ver y estar con tu promoción. Esta actitud abierta, fue la clave para conocerte enseguida. Cuando hablábamos, me contabas, lo a gusto que te encontrabas con tu promoción y que era como un milagro, el haberte encontrado, después de tantos años con tantos amigos. Llevabas toda la razón, porque así lo percibíamos los demás.
A lo largo de nuestras reuniones, fuiste calando tu personalidad en nosotros sin darte cuenta, porque te enmascaraban tus cualidades a veces impulsivas llenas de cariño, y de generosidad, por ayudar al débil, por compartir tu tiempo, tus alegrías y tus preocupaciones con nosotros, como si no hubieran pasado los años y siempre hubiéramos estado en contacto. El paréntesis de tantos años no existió para ti. Me contabas, que el grupo supuso un impulso para ti, lleno de motivaciones y así lo mostrabas en tus apariciones en el WS, llenas de sentido del humor, con las cuales nos hacías pasar buenos ratos. La reunión que organizaste en Melilla, a la que no pude asistir, pero la seguí, la hiciste volcando tu entusiasmo y haciendo participe a tu familia, consiguiendo la admiración de los compañeros y un lazo imborrable. Ellos comprobaron que no perdiste el tiempo, y que tu trabajo de entrega a tu ciudad se vio recompensado por el reconocimiento de tus paisanos. Ahora te toca culminar tu vida en la paz de tu espíritu, junto al Señor y pedirle por nosotros.
Gracias Guillermo.
Por Juan Carlos
Pérez-Lanzac López
