Hace muchos años, cuando en La Purísima había un entierro, si estaba chispeando, el viento hacía que la llovizna picara las blancas losas, llenando la “Batería de Costa”, en Ataque Seco, como una especie de muerte cenicienta. A los chaveas que nos deteníamos para arrancar las matas de los “panecitos”, que muchos comíamos, nos parecía que reían con las gotas de la fina lluvia, que caían junto a la caseta de la llave del agua, frente a la alambrada de aquél destacamento de Artillería, en espera del cañonazo de las 12 del mediodía. Los niños nos subíamos a esa caseta, que era como un palco proscenio de un gran teatro, con dos escenarios: a la derecha veíamos los patios de la La Purísima, con sus tumbas marmóreas, y sus panteones alzados, orgullosos de guardar los restos de nuestros Héroes y Mártires; y a la izquierda, las calles Castellón, Sagasta, Castelar -“La Cañada”-, y Duque, con las variopintas azoteas de Ataque Seco, y los pinos enanos del Lobera, junto a los dos Victorias: el pequeño derruido, y el otro que fuera gayola de presos, desafiante junto al acantilado. A veces, cuando el viento silbaba, las brumas de la mañana huían como despavoridas, dejando ver, como telón de fondo, Melilla en todo su esplendor, con el amenazante Gurugú, en el horizonte. También eran los eucaliptos, y la fuente que abastecía de agua gorda a muchos vecinos de esas calles. Por eso ahora entiendo el recuerdo de mi niñez, que fue el sol de mi infancia. Acompañado de mi madre, leía incansable los nombres y epitafios en las viejas tumbas de civiles y de militares; pero cuando ella se detenía en la parcela de “Las Ánimas”, para rezar una pequeña oración, lo hacía pensando en su hermano Juan que cayó en el 36, cuando el Movimiento, “…. Pobre mío, Dios quiera que esté en otra fosa común, como esta”, me decía.
Yo siempre he pensado que Melilla, para algunos compatriotas, estos comentarios les parezcan algo lejano en el tiempo, como unos costurones resecos que dejan descarnados los jirones de las almas de nuestros soldados; a otros, sensibles a su memoria, nos parece que es como el sonido de un silencioso llanto sublime, como el de una antigua fídula, lanzado desde la corona de laurel y la palma del martirio, que porta la diosa “Niké”, nuestro “Ángel” de bronce, solemne y solo, pero firme guardián de sus almas, que se alzan hasta la Gloria Patria, donde se encuentran reunidos, todos ellos.
El presente artículo va dedicado a la memoria del Capitán del Rgto. de Infantería Melilla nº 59, D. Juan Ruiz Belando, cuyos restos mortales se hallan en el Panteón de Héroes, fila 2, nº 12. Cuando al frente de sus tropas, atacando a la bayoneta, cayó mortalmente herido en Izarrora, en las inmediaciones del Río Kert, el 27.12.1911. Por ese heroico hecho, el 15.01.1915 le fue concedida, a título póstumo, la Cruz de 2ª Clase de la Real y Militar Orden de San Fernando.
Como sabrán, cuando Zaragoza estaba sitiada por las tropas napoleónicas, y su devastación era evidente, la contestación que le dió al parlamentario de Bon Adrien Jeannott de Moncey, Duque de Conégliano, más conocido como Mariscal Moncey, de que rindiera la ciudad, el entonces Capitán D. José Rebolledo de Palafox y Melci, le contestó: “No sé rendirme, después de muerto hablaremos de eso”. También algunos de ustedes recordarán aquéllos billetes de 1.000 pesetas, en los que se veía a D. Benito Pérez Galdós, y se leía su famosa frase sobre el Sitio de Zaragoza: “…. Y entre los muertos habrá siempre una lengua viva para decir que Zaragoza no se rinde.” Pues esto, y lo que Palafox le contestó al gabacho Moncey, es lo mismo que le digo yo al “mascabrevas” que, a la menor ocasión, siempre me pregunta, cuándo voy a detenerme con la reclamación que vengo haciendo para que La Purísima sea declarado: “Cementerio Nacional de héroes”. Así que, ya lo sabes so merluzo: cuando se me olvide de respirar hablaremos de ello; y también te aconsejo que tomes buena nota de lo que pienso sobre el patriotismo, que es el estado de la razón que siempre me anima a escribir, y a recordar, todo lo acontecido sobre nuestros Héroes y Mártires; que como debebieras saber es el patrimonio de todos los buenos españoles.
