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El Torreón del Vigía

Un Estatuto del Pueblo

melillahoy.cibeles.net fotos 1154 Angel Gil

Hace veinte años Melilla y Ceuta lograron su autonomía. En otras partes de nuestro territorio la consecución de los respectivos Estatutos fue fruto del cambio del modelo centralista francés que teníamos en España por el de un Estado autonómico. La mecánica del proceso político llevaba a que concedido a vascos, catalanes, y gallegos y aceptado aunque no mirado con unanimidad a andaluces, ya vendrían el resto de regiones a alcanzarlo.
Esta situación es el ejemplo más claro que la Constitución de 1.978 es asimétrica. El catedrático y ex ministro Manuel Clavero Arévalo fue, sin duda, quien consiguió que se introdujera en la Ley de Leyes la posibilidad que las autonomías llegaran a ser tan plenas como las denominadas, y no tan correctamente, históricas. Su frase Café para todos en la que reclamaba igualdad de trato para Andalucía marcó un hito y un testigo acogido y reclamado por todas las demás. Pero el camino de Ceuta y Melilla fue tortuoso, lleno de exclusiones como primero hicieron los socialistas al denegar la entrada en la Comunidad andaluza por el simple hecho que la inclusión de ambas les hacía perder la mayoría, pese a una opinión tradicional y de tanto peso como la de Blas Infante, el cual siempre habló de una Andalucía peninsular y de otra africana. Y después, de nuevo el PSOE, que gracias a su rodillo y a su negativa a aceptar lo que la Constitución consagraba frenó de manera insistente el legítimo derecho de las dos Ciudades del Estrecho a alcanzar un Estatuto. Melilla y Ceuta vivieron en la más absoluta soledad su paso por el desierto estatutario mientras la amenaza reivindicativa marroquí arreciaba pero con el único apoyo parlamentario del Partido Popular, que se convirtió en la voz de unos ciudadanos que solo reclamaban ser iguales en derechos y en deberes a los del resto de España. La labor ingente y aún no reconocida en toda su extensión de los parlamentarios melillenses, Carlos Benet, Jose Luís Sánchez Usero, Jorge Hernández Mollar y Jose Luís Poza, canalizaron las reivindicaciones tanto en el Congreso como en el Senado para que dejásemos de ser españoles de segunda. Desde aquel 13 de Marzo de 1.995, siempre existirá un antes y un después, ya que no solo se cumplía un viejo sueño sino que se hacía justicia. Los melillenses supimos que sin esfuerzo era imposible doblegar a quienes nos negaban el pan y la sal pero sobre todo aprendimos desde la unidad también con los ceutíes a ser unos más en el nuevo mapa. La situación para la Moncloa se volvió insostenible más aún con un artículo como el 14 de la Constitución y con la Disposición Transitoria Quinta de ese mismo texto legal. El dialogo con la oposición para desbloquear la situación autonómica de Ceuta y Melilla que llevó a cabo el ministro socialista, Jerónimo Saavedra, fue decisiva, sin duda desde su formación jurídica y por su origen, canario, que le hizo más sensible a la insularidad que nosotros como ellos siempre hemos padecido. Es hora de reconocer que si los pueblos ceutíes y melillenses no se hubiesen movilizado como hicieron tanto en sus respectivas ciudades como en la histórica marcha a Madrid, no tendríamos Estatutos. A aquellos ciudadanos anónimos mi merecido homenaje porque en aquellos intensos años viví en las Cortes Generales y en la calles de Madrid los gritos sonoros o silenciosos de todos para ser iguales.

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